Los dos últimos números de la revista "Cuadernos de la Crónica Gomezpalatina", se han dedicado al análisis del entrañable proceso musical en nuestro entorno durante los más de 100 años de historia, ya que esta actividad está ligada de manera permanente a las acciones de hombres y mujeres, jugando un papel esencial en la vida de la población, siempre presente en las situaciones festivas y en las pesarosas; en las manifestaciones sencillas y populares, al igual que en los momentos más solemnes y especiales.
A fines del Siglo XIX y principios de la siguiente centuria, la música de calidad estaba reservada para el deleite de las clases pudientes, ya que solamente en ese nivel, podía costearse el elevado precio de las actuaciones de las grandes orquestas, compañías de teatro, zarzuela y opereta, que se presentaban ocasionalmente en las ciudades más importantes y en las elegantes fiestas privadas que organizaban los potentados. Las clases marginadas no tenían acceso a estas diversiones tan ajenas a su manera cotidiana de vivir. Eventualmente, asistían y participaban en las fiestas tradicionales de su comunidad, vinculadas a sus costumbres, como integrantes de las danzas autóctonas, así como en los modestos cuadros de baile escolares y en las fiestas de aniversario de sus congregaciones.
Sin embargo, la necesidad de expresar las manifestaciones del espíritu llevó a los pobladores a buscar la forma de desarrollar sus inclinaciones artísticas, interpretando sin acompañamiento sus cánticos, por carecer de un instrumento para hacerlo, lo que dio margen a la aparición de la canción cardenche, cultura de gran fuerza y sentimiento que prevalece hasta nuestros días. Con el tiempo, y en otras circunstancias, empezaron a destacar en nuestros medios notables personajes como precursores de esa noble profesión, que con un trabajo esforzado y constante, sentaron las bases para detonar un creciente impulso en el terreno musical, que se puso de moda durante los albores del siglo anterior, en paralelo con un amplio repertorio de composiciones europeas, originarias de países tan lejanos como: España, Alemania, Austria y Polonia.
La situación se modificó sustancialmente, al surgir corrientes musicales con un profundo sentido nacionalista, cuando aparecieron grandes valores mexicanos creadores de composiciones memorables, como los valses: "Capricho", de la autoría de Ricardo Castro; "Recuerdo" del inolvidable maestro Alberto M. Alvarado, y "Sobre las Olas", del inmortal Juventino Rosas, quienes impusieron su calidad y compartieron honores con los mejores compositores del mundo, ganando un espacio legítimo en el corazón del pueblo, tan acostumbrado al chotis, las cuadrillas y las polkas de corte extranjero, que seguirían, aunque a menor escala, acompañando el goce popular durante varias décadas, hasta que poco a poco fueron siendo desplazadas por las nuevas corrientes musicales que vinieron a transformar definitivamente el panorama artístico y cultural heredado de generaciones pasadas, alentando nuevas costumbres y dinámicas de diferente índole. Ahora, la música mexicana, regional e internacional quedaba integrada en un mosaico de armonías diversas, entre las que se encontraban: el charlestón, boggie-boggie, tango y el blues; la música instrumental, los danzones, rumba, mambo, chachachá, rock-and-roll, cumbia, música vernácula, redova y banda y otra infinidad de ritmos, y muchos más que ahora se siguen produciendo, demostrando con ello, que la música siempre está transformándose, al ritmo exigente que imponen las nuevas generaciones, apoyados en avanzadas tecnologías e instrumentos capaces de crear sonidos de dimensiones asombrosas.
En los pasajes señalados en los Cuadernos de la Crónica, hemos dado a conocer la trayectoria de grandes personajes de la vida musical regional que dieron lustre a nuestro terruño, primero a la manera tradicional y posteriormente aprovechando las innovaciones tecnológicas, que sorprenden con sus posibilidades y alcances ilimitados. Pero sea como sea, las aportaciones de los grandes músicos populares, dejaron una honda huella entre nuestros antecesores que tuvieron el privilegio de apreciar y disfrutar de la calidad de sus interpretaciones, lo mismo en el solaz, que en los solemnes eventos cívicos y sociales.
Como olvidar a don Pioquinto González, compositor, artista y profesor de música, creador de la marcha "De Torreón a Lerdo", que ha sido como un himno regional, que nunca ha perdido vigencia, y quien formó parte de la orquesta del maestro Alberto M. Alvarado. También recordamos al gomezpalatino, don Joaquín Amparán Cortés que llegó a ser director del Conservatorio Nacional de Música, privilegio del que muy pocos mexicanos pueden presumir, al igual que de su amistad con el genial maestro Manuel M. Ponce, tanto como de su carrera triunfal como pianista en Europa, y como solista, con la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por el gran maestro Silvestre Revueltas, así como en la Orquesta Sinfónica de México, que dirigía Carlos Chávez, lo que le valió al maestro Amparán ser considerado como uno de los mejores músicos del país.
Sin lugar a dudas que la más destacada de las cantantes gomezpalatina de todos los tiempos, fue, sin lugar a dudas, Agripina Carrillo Ramírez, conocida mundialmente en el terreno del bel canto, como "Pina" Carrillo, quien inició su trayectoria participando en el coro de la parroquia de Guadalupe, hasta llegar a Bellas Artes, institución que le otorgó una beca, para ingresar al Conservatorio "Guiseppe Verdi", de Milán, Italia, donde participó en un concurso del Teatro de La Scala de Milán y de las casas Sonzoño y Ricordi, compitiendo contra cientos de cantantes, siendo seleccionadas entre las 30 mejores voces para cubrir el elenco de la obra "Cavalleria Rusticana", de Pietro Mascagni, durante la temporada de ópera de 1952 a 1953, en la que representó el papel de "Santuzza", obteniendo un triunfo clamoroso que le sirvió para desarrollar una carrera exitosa al lado de cantantes de talla mundial, como: Giuseppe Campora, María Caniglia, Bidu Sayão, Giuseppe Di Stefano y Plácido Domingo. A su regreso de Italia, con su gran espíritu altruista, ofreció conciertos de beneficencia en diversos lugares de La Laguna, donde pudo apreciarse su prodigiosa voz. Pina Carrillo dejó un legado inolvidable para Gómez Palacio por su enorme trayectoria.
Uno de los más importantes tenores mexicanos de su época, fue David Portillo Estrada, nacido en Gómez Palacio en 1933, logrando, a sus 27 años de edad, ser integrante del primer círculo de talentosos cantantes de la afamada Academia de la Opera de Bellas Artes, que hicieron vibrar los escenarios líricos en México. Su gran debut, lo realizó en la ópera "L'Amico Fritz", que consta de tres actos y es de la autoría de Pietro Mascagni, convirtiéndose en una de las voces centrales del elenco operístico nacional durante las décadas de 1960 a 1980. Su triunfal carrera le permitió cantar en 1964, la Novena Sinfonía de Beethoven (El Himno de la Alegría), en la segunda inauguración del Teatro Degollado en Guadalajara, Jal., así como en el acto inaugural de los Juegos Olímpicos de 1986 y en la nueva Basílica de Guadalupe en 1970, ambos acontecimientos en la capital mexicana. La inolvidable participación que tuvo en 1980, cantando "Nessundorma" en el Palacio de Bellas Artes, fue considerada por la crítica especializada, al mismo nivel de las que realizaban los afamados tenores Franco Corelli y Luciano Pavarotti. Saúl Juárez, entonces Director de Bellas Artes, afirmó: "La ópera en México no se puede concebir sin la presencia de David Portilla". Desafortunadamente, el cantante falleció el 2006 en la ciudad de México. Un año antes, se le reconoció como Ciudadano Distinguido, en el marco del Centenario de Gómez Palacio.
También en la máxima institución cultural nacional, el Instituto Nacional de Bellas Artes, participó la mezzosoprano, Diana Elizabeth Valencia Arango, que nació en nuestra tierra, pero que desde pequeña fue llevada a la ciudad de Chihuahua. De excepcionales cualidades artísticas como cantante de ópera, se ha presentado con los roles de "Susuki" en la tragedia japonesa "Madama Butterfly"; "Zita" en la obra Gianne Schicchi, ópera cómica en un acto con música de Giacomo Puccini; "Lola" en "Cavallería Rusticana"; "La Condesa", en Rigoletto. En oratorio y música de concierto, ha interpretado como solista "El Mesías", de Handel; "Gloria", de Vivaldi; "Misa de Coronación", de Mozart, entre otras bellas piezas. Continúa participando con la Compañía Nacional de Ópera, acumulando triunfos por sus destacadas actuaciones con figuras de la talla de Plácido Domingo y Fernando de la Mora.
Otra notable artista de Gómez Palacio es Angelina Rojas Picones, quien también ha destacado en Bellas Artes como integrante del grupo: "Solistas Ensamble", de la propia institución cultural, donde funciona esta organización musical que investiga y difunde la música vocal en todas sus especialidades: Canto gregoriano, monodias de la antigüedad, música de trovadores, polifonía, oratorio, ópera, zarzuela y música contemporánea. El grupo está integrado por destacados cantantes profesionales que actúan como solistas en diferentes foros nacionales y extranjeros, difundiendo la música del período virreinal latinoamericano. Angelina alterna con tenores, mezzosopranos y bajos y ha realizado giras por el país y los Estados Unidos, siendo el primer grupo vocal mexicano en actuar en el Carnegie Hall de Nueva York. También ha participado en diversas producciones discográficas, con obras de Blas Galindo, Carlos Chávez y Silvestre Revueltas, grandes compositores mexicanos y en la producción de un disco de la Sinfonía No. 8, del creador y director de orquesta bohemio-austriaco, Gustav Mahler, con la Orquesta Sinfónica de Xalapa. La cantante gomezpalatina sigue desarrollando su distinguida carrera en los mejores foros del arte. En la siguiente entrega continuaremos con la reseña de nuestros más distinguidos artistas.
Continuará...
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