Según antiguos historiadores, los terrenos que actualmente ocupa la Comarca Lagunera, eran vastas extensiones de tierras improductivas, que eran el asentamiento de los diferentes grupos étnicos que vivían a expensas de las bondades que les otorgaban las lagunas formadas por los afluentes de los ríos Nazas y Aguanaval y que anegaban toda esa superficie, en forma irregular durante el segundo semestre de cada año, aun, cuando había ocasiones, que esto no sucedía, con la consiguiente dificultad para la supervivencia, lo que obligaba a los diferentes grupos sedentarios a redoblar esfuerzos que les permitieran obtener el sustento en espera de tiempos mejores, teniendo que abandonar a los ancianos y enfermos, y hasta a los pequeños, para que los más fuertes pudieran subsistir y estas costumbres, a pesar de su dureza, tenían que ser aplicadas forzosamente por las tribus para asegurar su continuidad.
Más adelante, a la llegada de los conquistadores y de los grandes terratenientes, el llamado país de La Laguna se fraccionaba y en estas tierras en que ahora vivimos, tres audaces propietarios: Juan Nepomuceno Flores Alcalde, Leonardo Zuloaga Olivares y Juan Ignacio Jiménez ocuparon los terrenos donde ahora se encuentran los municipios de Lerdo y Gómez Palacio, en el estado de Durango, y Torreón, en el estado de Coahuila, con sus designaciones correspondientes, como la hacienda de Avilés y San Fernando; la hacienda de Santa Rosa de Lima, y las haciendas de Hornos y el rancho del Torreón. Sin lugar a dudas que la llegada del ferrocarril detonó la actividad económica y propició el rápido desarrollo del cultivo del algodón, que representó en algún momento, el setenta y cinco por ciento de la producción nacional, otorgándole a la región una importancia creciente y el surgimiento de empresas de gran trascendencia internacional, como es el caso de la Compañía Industrial Jabonera de La Laguna, el Ferrocarril Central Mexicano, que unía la capital del país con el Paso del Norte, actualmente Ciudad Juárez, y la llegada, cinco años más tarde, del Ferrocarril Internacional que desde Ciudad Porfirio Díaz, hoy Piedras Negras, Coahuila, terminaría su recorrido en la ciudad de Durango, contribuyeron enormemente al crecimiento de la antigua hacienda de Santa Rosa de Lima, convertida en la Estación Lerdo, más conocida coloquialmente como Estación “Santa Rosa”.
A partir del surgimiento del primer asentamiento humano, que luego se convertiría en la ciudad de Gómez Palacio, se desarrollaron acontecimientos de gran importancia que permitieron por sus características tan singulares quedar inscritos en las páginas de nuestra historia local. El establecimiento de grandes fábricas, comercios y un sistema bancario muy avanzado, basado en los grandes capitales de Chihuahua y Nuevo León, que vieron en La Laguna un excelente campo para la expansión y notable transformación económica, desplazando a la producción rural, sumamente ligada al auge algodonero, y precisamente, el 25 de junio de 1887, fue escriturada la Compañía Jabonera “La Esperanza” como una sociedad anónima para aprovechar los productos y subproductos del algodón, que con el paso del tiempo convirtió a esta empresa en la más importante en su ramo en América Latina.
Su gerente desde 1892, el muy estimado y reconocido, don Juan F. Brittingham, propició un nuevo modelo de dirección empresarial con participación social, que le granjeó enormes simpatías en los medios regionales, convirtiéndose en un promotor permanente y de gran visión que fortaleció la economía regional.
El 5 de junio de 1878, nace en la Coyotada, municipio de San Juan del Río, Doroteo Arango Arámbula, convertido años más tarde en el general Francisco Villa “El Centauro del Norte”, uno de los personajes más sobresalientes de la Revolución Mexicana, a quien, irónicamente, un día después, el 5 de junio, pero de 1912, el chacal Victoriano Huerta, ordenó fusilar en la madrugada de este día, recibiéndose en el último momento la cancelación de la ejecución, por órdenes directas del presidente Francisco I. Madero, quien conmutó la pena por su injusto encarcelamiento en las prisiones de Lecumberri y de Santiago Tlatelolco.
El diez de junio de 1898, se constituyó ante el Registro Público de la Propiedad y del Comercio del Partido de Mapimí, la sociedad denominada “Tranvías de Lerdo a Torreón, Sociedad Anónima”, encargada de prestar los servicios de transportación a los habitantes de la región, los tranvías sobre rieles eran jalados por mulas, por lo cual eran conocidos como los “Tranvías de mulitas”, que con sus modalidades de carga y pasaje, rendían una utilidad práctica muy apreciable para el necesario desplazamiento entre las tres ciudades hermanas de la comarca lagunera.
Su funcionamiento tan exitoso, estaba fuera de duda, ya que hasta el año de 1900 habían transportado un millón 222 mil pasajeros y trasladaron 18 000 toneladas de carga, entre las tres poblaciones, ascendiendo los ingresos de la empresa a más de 100 mil pesos. Esto motivó a los inversionistas a solicitar la concesión y buscar el funcionamiento de un tranvía operado por sistema eléctrico, el cual se echó a andar el día 3 de marzo de 1901, con la misma ruta que los tranvías iniciales.
Tras la renuncia del dictador Porfirio Díaz, ocurrida el 25 de mayo de 1911, nueve días después, el 4 de junio, Francisco I. Madero, llega a Gómez Palacio y luego a Torreón, en su ruta a la Ciudad de México, donde se haría cargo de manera provisional del gobierno nacional, de acuerdo a las bases del Plan de San Luis. A su arribo a La Laguna, se hacía acompañar de su madre, dos hermanos, así como de Venustiano Carranza. Su recibimiento por parte de la población lagunera, fue jubiloso, apoyando a quien consideraban que encarnaba los sueños de libertad del pueblo mexicano.
El once del mismo mes, de 1935, se inició la histórica huelga de los jornaleros de la hacienda de Manila en Gómez Palacio, que era propiedad de Francisco Lozano, la cual tenía rentada al señor Epifanio García.
El movimiento huelguístico fue originado por cuestiones intergremiales, debido a que los propietarios de la hacienda firmaron un contrato laboral con un grupo de trabajadores, lo que provocó el encono en el resto de los jornaleros, por lo que se inició una feroz disputa por la titularidad del contrato, iniciándose la huelga que duró treinta y dos días, generalizándose a 107 haciendas de la región. La importancia de esta huelga estriba en que fue la base que llevó al general Lázaro Cárdenas del Río, Presidente de la República, a emitir el histórico Decreto del 6 de Octubre de ese año, que llevó a la expropiación y reparto de todas las haciendas de La Laguna. Las autoridades laborales de Durango, declararon ilícito el movimiento de huelga, por lo que los paristas pidieron amparo ante el juez de Distrito en La Laguna, Arturo Martínez Adame, quien declaró suspendido el fallo otorgado por la Junta de Conciliación, tanto en el caso de Manila, así como para las huelgas declaradas en solidaridad.
En la última fase del gobierno del presidente Lázaro Cárdenas, el 23 de junio de 1940, le correspondió inaugurar el edificio del Glorioso Instituto “18 de Marzo” y la escuela “Ignacio Zaragoza”. En el primer caso, también le tocó develar los murales de Francisco Montoya de la Cruz, Manuel Guillermo Lourdes y Horacio Rentería Rocha, maestros de la plástica mexicana, cuyas obras quedaron inmortalizadas en los muros del instituto y en los cuales podemos maravillarnos al observar la vida y obra de los mexicanos: la labor incansable del hombre del campo; la del maestro transformando la ignorancia en conocimiento; el obrero en la fragua convirtiendo la naturaleza en herramientas para el crecimiento; la niñez en su desarrollo pleno; la alegoría a la Patria; la unidad de la gente del pueblo y la alegría que otorga la paz, el trabajo y el estudio.
Francisco Montoya de la Cruz es considerado como el artista duranguense de mayor trayectoria, condiscípulo de Diego Rivera, quien alguna vez dijo: “Quisiera poder pintar como Montoya”. Su obra es reconocida a nivel internacional.
Lázaro Cárdenas quedó asombrado al ingresar al edificio del instituto y ser recibido por los espléndidos murales que evocan la expropiación petrolera, como la acción cumbre del cardenismo.
Manuel Guillermo Lourdes, nacido en Texcoco, en 1898, se formó en Europa, donde abrevó de la sabiduría del gran pintor costumbrista español Ignacio Zuloaga Zabaleta. Se integró al equipo de talentosos artistas que volcaron sus conocimientos en los murales de la “18”, sobresaliendo de él, los paisajes regionales, con la belleza de su aridez y la riqueza de sus prodigios naturales, en la agricultura y también en el tema de la educación.
Por su parte, Horacio Rentería Rocha, nacido en la ciudad de Durango en 1912, fue mentor en el instituto, al igual que Lourdes.
Rentería fue el creador de los murales alusivos a los cuentos infantiles de Perrault: “Caperucita Roja”, “La Bella Durmiente del Bosque” y “Pulgarcito”, y de los personajes del “Quijote de la Mancha” de Cervantes.
Otro acontecimiento de gran importancia, iniciado a finales del mes de junio de 1904, fue la puesta en funcionamiento de la empresa denominada “Compañía Nacional Mexicana de Explosivos, S.A.” ubicada en el poblado La Tinaja, cercano a la hacienda de Noé, en el perímetro Lavín, como producto de la fusión de la compañía “La Esperanza” con dos empresas francesas, donde la primera aportaba la glicerina, que era un derivado de la semilla de algodón, y materia prima indispensable para producir explosivos.
La fábrica ha operado con tanta productividad y éxito, que aún continúa laborando después de más de un siglo, aunque posteriormente fue adquirida por la compañía norteamericana Dupont y actualmente funciona con otra denominación comercial.
La empresa de explosivos, junto con la Compañía Industrial Jabonera de la Laguna, S. A. (La Esperanza), fundada también en junio de 1887, se convirtieron en industrias emblemáticas de nuestro municipio y detonantes del desarrollo regional.
Este es solo un ejemplo muy breve de las fechas importantes que conforman la amplia historia de Gómez Palacio, un municipio que en la lucha por construir su desarrollo, también ha vivido etapas cruentas que han costado grandes sacrificios para la población y sus bienes. A pesar de ello, ha prevalecido el esfuerzo y la vitalidad de una sociedad amante de la paz y del progreso, caracterizada por su solidaridad y empuje.
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