CRÓNICA GOMEZPALATINA
El 25 de diciembre de 1860, el general Jesús González Ortega, junto con los generales Ignacio Zaragoza, Leandro Valle, Nicolás Régules y Francisco Alatorre, al mando de 20 mil hombres, toman la capital de la República, para hacer posible el retorno de los legítimos poderes a la Ciudad de México. Benito Pablo Juárez García, Presidente Interino, anunció al pueblo mexicano, el día 10 de enero de 1861 el restablecimiento de su gobierno y el inicio del camino de la legalidad constitucional al país. De inmediato fueron expulsados los integrantes de la iglesia que participaron abiertamente en la Guerra de Reforma, así como los representantes del Vaticano y los embajadores de España, Guatemala y Ecuador. El 11 de junio de 1861, don Benito Juárez, fue proclamado por el Congreso de la Unión, Presidente Constitucional de la República Mexicana.
El país que encontró Juárez, estaba devastado y en crisis, provocada por los conservadores que en los últimos años habían gobernado a la nación en forma ineficiente e irresponsable, contrayendo créditos con intereses de usura para poder mantenerse en el poder. En 1851, la deuda interna era del orden de los 53 millones de pesos y la externa alcanzaba los 76 millones. El principal acreedor de México era la iglesia, la cual cobraba intereses en rangos del 12 al 24 por ciento. Se estimaba que en 1833, la iglesia poseía bienes por 179 millones de pesos, suficientes para salvar de la bancarrota al país, considerando además que era propietaria de tres cuartas partes de la tierra cultivable de México. Como ejemplo de este absurdo manejo financiero, se señalaba que el presidente conservador Miguel Miramón, realizó negociaciones con el banquero suizo, Jean Baptiste Jecker, reconociéndole un adeudo de 15 millones de pesos a cambio de que Jecker le facilitara un préstamo por 700 mil pesos. Igual lo hizo ante la representación inglesa, celebrando operaciones que se tornaron impagables, ante las vicisitudes de la guerra y la derrota de los conservadores.
El país estaba en quiebra total y ante este escenario, el presidente Juárez se vio obligado a decretar, por dos años, la suspensión de pagos de la deuda, con el fin de restablecer el equilibrio interno y buscando reactivar las finanzas de la nación. Sin embargo sus acreedores: Gran Bretaña, España y Francia, no estuvieron de acuerdo con esa medida y formaron una alianza tripartita para enviar contingentes militares a las costas de México, para ejercer presión armada y recuperar los adeudos. Finalmente Inglaterra y España desisten en sus pretensiones, pero no así Francia, que por órdenes del emperador Napoleón III, iniciaría el desembarco de tropas en Veracruz. El 7 de enero de 1862, llegaron 2 400 hombres y el 7 de marzo se sumarían 4 711 más, al mando del general Charles Ferdinand Latrille, Conde de Lorencez, con la orden de iniciar la invasión. Junto con ellos venía Juan Nepomuceno Almonte, hijo del insigne José María Morelos y Pavón quien había defeccionado y pugnó en Europa por la invasión y el establecimiento de una monarquía.
La soberbia de los franceses, alimentada por los triunfos en la guerra de Crimea, en 1854, que definió el triunfo sobre Rusia; la conquista de Argelia y las victorias de Solferino y Magenta, en la península Ibérica, los hicieron menospreciar a cualquier país y ejército. El conde de Lorencez, comandante en jefe del cuerpo expedicionario en México, escribió al mariscal de Francia, Jean Lannes, auxiliar de Napoleón III, el siguiente mensaje: "Somos tan superiores a los mexicanos en organización, disciplina, raza, moral y refinamiento de sensibilidades, que le ruego mencionarle a su majestad imperial, Napoleón III, que a partir de este momento y al mando de nuestros 6 mil valientes soldados, ya soy dueño de México". El 5 de mayo de 1862, el Ejército Mexicano, dirigido por el distinguido general Ignacio Zaragoza Seguín, lo hizo volver a la realidad. Cuando los franceses se recuperaron de la humillante derrota, se prepararon para tomar la ciudad de México, buscando detener al Presidente Juárez y desmantelar el Estado Nacional para imponer un régimen afín al imperio. Juárez y los integrantes del Congreso de la Unión, conocían el riesgo de esperar en la capital el ingreso de los invasores.
Los galos habían estado recibiendo fuertes contingentes de apoyo con tropas enviadas por Napoleón III. En seis desembarcos, llegaron 28 493 soldados, que sumados a los 7 mil que les proporcionaron los traidores acumularon un contingente superior a los 36 mil individuos, con ellos iniciaron un sitio contra Puebla, donde se encontraba el Ejército de Oriente, comandado por el general Jesús González Ortega, quien se hizo cargo del mando después del fallecimiento, por enfermedad del general Zaragoza. El sitio de Puebla, se extendió desde el 16 de marzo al 17 de mayo de 1863. Fueron 62 días de cruentas batallas donde lamentablemente, las fuerzas mexicanas se vieron obligadas a retirarse de la ciudad, la cual fue destruida por las fuerzas invasoras. Ante el avance del enemigo sobre la capital del país y ante el inminente ataque, el Congreso de la Unión, en reunión celebrada el 27 de mayo de 1863, establece un decreto que dispone: "Articulo 1.- Se prorroga la suspensión de garantías individuales, ordenada por la Ley de 27 de octubre de 1862 y la concesión de facultades que por ella se otorgó al Ejecutivo, hasta 30 días después de la próxima reunión del Congreso en sesiones ordinarias o antes, si termina la guerra con Francia, continuando también en vigor las condiciones y restricciones impuestas al Ejecutivo por la ley antes citada".
Para evitar sacrificios innecesarios, y ya con la responsabilidad de ser depositarios de los Supremos Poderes de la Nación, el 29 de mayo, el presidente Benito Juárez, emite otro decreto donde establece:
"Artículo único.- Los poderes de la federación se trasladarán por ahora a la ciudad de San Luis Potosí".
El presidente Juárez llegó a San Luis Potosí el 9 de junio de 1863. Al día siguiente, expide un manifiesto a la nación, pidiéndole al pueblo unidad y patriotismo para combatir al ejército invasor. Lo mismo hace con los gobernadores de los estados, a quienes informa que los Supremos Poderes han quedado debidamente instalados en esa ciudad. Ese día, el ejército francés ingresa a la Ciudad de México y es recibido con vítores y flores por los miembros de las clases poderosas y la iglesia, quienes en un gesto lacayuno y vergonzante, realizaron en todos los sitios posibles, ceremonias religiosas para festinar la llegada de los invasores, a las que acudieron todas las autoridades ecleciásticas. Esa alegría de iglesia y conservadores se convirtió en desencanto al enterarse que por instrucciones precisas de Napoleón III al general Forey, se le ordenaba imponer una línea liberal y lograr el control absoluto del país, Sin embargo los conservadores, a través de una Asamblea de Notables, emitieron el decreto que decía: "Que la nación mexicana adopta por forma de gobierno la monarquía hereditaria, con un príncipe católico" y se la ofrecieron al Príncipe Maximiliano, archiduque de Austria, "para sí o sus descendientes".
Para finales de 1863, las tropas de invasores y traidores mexicanos, llegaban a 48 mil hombres, y varios grupos de esas fuerzas se dirigían a San Luis para tratar de capturar al presidente Juárez, que se vio obligado a salir rumbo a Matehuala el 22 de diciembre de 1863, para continuar luego a Saltillo, a donde llega el día 9 de enero de 1864. De ahí se traslada a Monterrey para enfrentar las fricciones con el gobernador Santiago Vidaurri, sin lograrlo, y tras infinidad de problemas, incluyendo un intento de asesinato por parte de Indalecio Vidaurri, hijo del cacique de Monterrey. Ante el acoso de las tropas francesas, Juárez junto con su gabinete, inicia la penosa travesía por el desierto coahuilense con rumbo a la región lagunera, pasando, sin detenerse en Parras, hasta llegar a la villa de Viesca, donde el presidente convoca el 28 de agosto a una reunión urgente de ministros y jefes militares, la cual se realiza el día siguiente por la noche, analizando la propuesta enviada por el general José María Patoni, de concentrar las fuerzas disponibles para batir al enemigo en territorio duranguense o de Chihuahua, lo que la mayoría aprobó, no así el general González Ortega quien expuso una serie de argumentos en contra. Sin embargo, tomando en cuenta que el estado de Durango y el patriota general José María Patoni, se habían convertido en la gran retaguardia de respaldo a la República Itinerante, la madrugada del día 4 de septiembre, la Caravana de la Libertad abandonó Viesca, y más adelante, para aligerar su marcha, de acuerdo con el lagunero Jesús González Herrera y don Juan de la Cruz Borrego, decide entregar en custodia los Archivos de la Nación a un grupo de patriotas del poblado El Gatuño (hoy Congregación Hidalgo), quienes juraron protegerlos a costa de sus vidas, escondiendo los archivos en la Cueva del Tabaco, continuando su camino hasta llegar al atardecer de ese mismo día 4 de septiembre a la hacienda de Santa Rosa de Lima (hoy Gómez Palacio), convirtiendo a este lugar, en la sede de los Poderes Supremos de la Nación.
Esa noche, hubo una reunión de ministros y comandantes en la hacienda de Santa Rosa, se analizó la forma de reorganizar las fuerzas republicanas en el norte y como enfrentar la amenaza de las fuerzas invasoras. Se decide crear el Primer Cuerpo del Ejército de Occidente y quedó plasmado así: General de División Jesús González Ortega, como general en jefe, y segundo en jefe, el general José María Patoni Sánchez, con objeto de que hubiera unidad de mando y dirección en las operaciones militares en defensa de nuestra independencia e instituciones. Libertad y Reforma, Santa Rosa, septiembre 4 de 1864, (firma Sebastián Lerdo de Tejada). Además, fueron nombrados como subalternos, los generales: Francisco Alcalde, Antonio Carbajal, Manuel Quezada y Pablo M. Zamacona, con más de 3 mil hombres de tropa, 18 piezas de batalla y 10 de montaña, quedando el señor presidente Juárez, con una sección de 250 hombres (220 de infantería y un piquete de caballería). El día 5 de septiembre, don Benito recibe un comunicado enviado desde La Goma (Lerdo) por el general Patoni, informando que: "los 400 franceses ubicados en Cuencamé, ya están en contacto con otros tantos de Nazas, y seguramente se encontrarán en la noria de Pedriceña". También se recibe el aviso de que los franceses están por llegar a Matamoros, Coah., por lo que se toman providencias para abandonar la hacienda de Santa Rosa de Lima, lo que sucede el día 7 de septiembre. La República Itinerante saldría para siempre de nuestro terruño, con rumbo a Mapimí, Dgo., después de haber recibido el apoyo generoso de don Juan Ignacio Jiménez, republicano dueño de la hacienda, y la solidaridad de los pobladores, que arriesgaron noblemente su propia integridad, para respaldar al "Benemérito" en su heroica defensa de la nación mexicana, en una de las más grandes epopeyas de la historia nacional, luchando durante cuatro años y cuarenta y cinco días y recorriendo 7,600 kilómetros, para finalmente derrotar al ejército más poderoso del mundo. Gómez Palacio se enorgullece de haber recibido en su seno a la gloriosa "Caravana de la Libertad" hace 152 años, y de ser en esa ocasión, sede de los "Supremos Poderes" de nuestra Patria.
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