Rancho de Jacales en el 2002.
El sueño del petróleo en el Refugio y Jacales
Antes del año de 1925 gran número de lugareños empezaron a propalar el rumor de que en el paraje conocido por "Jacales", la existencia de un gran manto petrolero que pudiera revalidar con los yacimientos de oro negro que se había descubierto en la huasteca veracruzana. Otros opinaban que todo era una fantasía popular, pero la imaginación y la creatividad en estos casos se fueron formando en la mente de la clase del pueblo humilde, quienes iniciaron a difundir infinidad de leyendas alrededor de estos acontecimientos. Una de ellas fue la relacionada de que un ranchero comentaba que sabía de un individuo había encontrado un venero de petróleo, y que excavando una noria sacó un bote de petróleo crudo y lo fue a vender a Durango, hasta que murió, dejando una gran parte de dinero enterrado. Por lo que el secreto se lo llevó a la tumba, y en ese tiempo no hubo noticia sobre el lugar de donde pudo haber sacado el bote de "chapopote".
Jacales fue un lugar marcado por la historia nacional, al hacer descanso en tiempos de la Guerra de la Independencia la caravana de soldados que traían prisionero a don Miguel Hidalgo y Costilla y a otros insurgentes, que fueron apresados en Acatita de Baján, Coah. y los trasladaban con rumbo a la Villa de Santiago de Mapimí. Otro hecho es el que se relaciona con la leyenda del Tesoro de la Fragua de la sierra del Sarnoso, de que en este lugar fueron emboscados por un grupo de indígenas a una caravana de españoles, causando la muerte de éstos y dejando moribundo a un fraile, quien después falleció.
El sitio de Jacales se componía de terrenos de agostadero perteneciente al rancho de San Jacinto, propiedad del hacendado Antonio Arriaga, quien se había contagiado por la versión de sus peones, el cual le despertó el sueño de ampliar su fortuna. Esta clase de patrones en ese tiempo eran poco interesados recorrer sus terrenos, por lo que él decidió hacer una indagación personal más detenida sobre ese yacimiento tan famoso y de cerciorarse sobre los fundamentos que pudieran tener los peones a su cargo para asegurar que en el rancho mencionado había una gran cantidad de chapopote. Fue así como el señor Arriaga realizo las investigaciones pertinentes y el resultado le arrojo de que no encontró nada que pudiera convencerlo de la existencia de petróleo. Este motivo no lo desánimo y decidió invitar a un experto norteamericano para que retomara el caso con el fin de que viniera a realizar una exploración más efectiva, haciendo un viaje exprés desde El Paso, Tx. a Lerdo. Al americano lo acompañó el señor Cori Bolerd, que fue quien practicó una extensa expedición por los montes circunvecinos. En este primer intento en la búsqueda del oro negro, y después de varios días que permanecieron en Lerdo, los norteamericanos regresaron a los Estados Unidos con la intención de volver varias semanas después, ya con todos los aparatos.
De esta gran notica del descubrimiento de los yacimientos petrolíferos el Siglo en el año de 1925 informó de éstos supuestos aconteceres, que a través de los mismos los ciudadanos lerdenses se crearon un sueño muy gratificante, pues habían las probalidades de que se invertirían grandes sumas de capital americano con el objeto de descubrir un extenso manto aceitero. Lo cual se consideró que de llevarse a cabo este desarrollo, sería de prosperidad para Lerdo y la Región Lagunera, ya que de acuerdo con la opinión de los geólogos americanos afirmaban que existía el famoso oro negro en el municipio de Lerdo. De cierta manera en ese año de 1925 se olvidó por lo pronto de lo que decían era una fantasía de que hubiera veneros de petróleo en el Municipio de Lerdo. Sin embargo en 1926 se vuelve con la comezón de encontrarlo, razón por la cual el propietario de dicha finca agrícola, había tenido tratos con una compañía americana.
Nuevamente la esperanza del pueblo de Lerdo se presentaba otra vez, pues la leyenda del venero de petróleo volvía a manifestarse en los trabajadores del predio de Carlos Arriaga, comentario que había llegado a oídos del hacendado desde el año de 1925, pero en esta vez se aseguraba que en la hacienda "El Refugio", perteneciente al municipio de Lerdo existía un nuevo yacimiento de petróleo. Para eso llegaron de Nuevo Lardeo, Tamaulipas a ciudad Lerdo, varios ingenieros, que de inmediato hicieron sus primeros trabajos geológicos desarrollados en las cercanías de la cabecera municipal lerdense. Después de haber practicado varios reconocimientos se regresaron a los Estados Unidos. En ese contexto en 1926, se retoman los trabajos de la Comisión de ingenieros, quienes empezaron los estudios de exploración en los arroyos de la sierra del Rosario, en terrenos del municipio de Lerdo. Se había dado la noticia de que la comisión de geólogos que llegó a esta ciudad, sus trabajos llevados a cabo estaban sufragados por el Gobierno Federal, y el resultado de sus investigaciones serían dados a conocer al Departamento de la Secretaría de Industria y Comercio y Trabajo.
Al terminar su encomienda los geólogos de la indagación de los yacimientos que se encontraban en los predios de Carlos Arriaga, el resultado que recibió de los expertos no fueron nada halagadores, pues éstos le informaron que en los estudios que realizaron no se encontraron vestigios petrolíferos. Ante esa noticia el hacendado que hizo tantos esfuerzos fueron en vano, quedando completamente desilusionado, y por otro lado los beneficios que iban a resultar se esfumaron, pues los lerdenses y laguneros tenían la esperanza de que con un desarrollo de esa magnitud se diera el despunte en las actividades económicas que tanto necesitaba Lerdo. Pero los comentarios y las fantasías continuaban en la mente de la gente de aquel tiempo, quienes continuaban propalando los rumores de que en algunas partes del Estado de Durango, existían mantos aceitiferos, lo que originó que algunos propietarios de terrenos, contrataron a competentes geólogos para practicar reconocimientos en sus terrenos. Lo dio lugar que la comisión de los geólogos fueron invitados a hurgar en algunos terrenos que la Compañía Industrial Algodonera poseía en el perímetro Lavín, para practicar investigaciones en ellos, pues también se prometía, aunque sin fundamento, de que había petróleo. Además, los señores ingenieros habían anunciado que posteriormente de esta región se trasladarían a Nazas, donde se decía que existían mantos aceiteros.
La hacienda del Refugio y anexas, la fundó José Garde el día 4 de Julio de 1881, propiedad que formó parte del vasto latifundio del español Fermín Arriaga, denominado de la Santísima Trinidad y la Labor de España, quien en 1849 le heredó la finca a su sobrino José Francisco, hijo de su hermana Brígida, que estaba casada con Anselmo Garde. Para 1903, un año después de la muerte de José Garde, aparece Carlos Arriaga como nuevo dueño de la finca conformada por las haciendas El Refugio y San Jacinto. Carlos nació en 1875 y murió en 1930, y estuvo casado con Teresa Bustamante Reyes, una reconocida dama de la sociedad lerdense.