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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Al comenzar la noche de bodas la novia se puso de puntillas y se asomó por la ventana a fin de ver la puesta de sol en Cancún. Le dijo a su flamante maridito: "¿Verdad, Jadeón, que ésta es la vista más hermosa que se puede contemplar?". "¡Sí! -aceptó él respirando con agitación-. ¡Y si te agachas otro poco será más hermosa aún!". En un restorán de comida norteña el cliente pidió machacado -o machaca- con huevo. Tras probar el condumio llamó al propietario del local y le dijo con disgusto: "La carne tiene un sabor raro". Contestó el individuo: "No lo creo". "Pruébela -lo retó el otro-. Le apuesto que le notará algo". Replicó el otro: "No, señor. Jamás le apuesto a un caballo". El reverendo Amaz Ingrace les contó a los niños que Dios se hizo hombre y vino al mundo. Para saber si habían entendido la enseñanza le preguntó a uno: "Dime, Pepito: ¿Jesús fue un hombre como yo?". "Oh, no -respondió Pepito-. Él no bebía ni se tiraba a la organista". Don Martiriano y su mujer, doña Jodoncia, iban por el campo. La noche era preciosa; el cielo estaba tachonado de estrellas. Declaró don Martiriano, conmovido: "Cuando contemplo la infinita vastedad del universo me doy cuenta de lo insignificantes que somos los humanos". "Es cierto-dijo doña Jodoncia-. Y tú más". El joven agente viajero se vio en la precisión de pasar varias semanas en cierto pueblo insignificante. Al cabo de unos días el vigor de su juventud le hizo sentir el urente reclamo a que es proclive la naturaleza humana, que lleva anejo el apetito de la carne. En la taberna le peguntó con cautela a un individuo: "Perdone usted, señor: ¿hay en este lugar alguna mujer pública?". "Hay muchas -replicó el sujeto-. Pero ninguna quiere reconocer que lo es". Voces agoreras anuncian desde ahora que en el curso de este año se agravarán las condiciones económicas de muchas empresas mexicanas. Explican esos profetas ominosos que a estas alturas esas empresas habrán agotado ya los insumos que adquirieron cuando el dólar aún no se disparaba como lo hizo en el 2015, y la necesidad de adquirir nuevos insumos con el costo actual de esa moneda las pondrá en serios predicamentos. No sé nada de cuestiones financieras. (Tampoco sé de otras cuestiones: al igual que Sócrates, yo sólo sé que no sé nada. Mi gran diferencia con ese gran filósofo es que yo no lo ando proclamando en todas partes). Ignoro entonces si aquellos oscuros vaticinios son certeros, o si se asemejan a los augurios de los economistas, que tienen 10 razones para asegurar que sucederá algo, y 100 para explicar por qué no sucedió. Lo que sí puedo afirmar es que los tiempos que corren son difíciles. Eso me dicen en el curso de mis viajes empresarios de todos los rumbos del país, quienes añaden que la mejor política para este año es tomar precauciones, actuar con prudencia y con austeridad. Parece un buen consejo. El adolescente le preguntó a su amigo: "¿Qué clase de chica es Uglicia?". "Mira - contestó el otro-, es de ésas a las que invitas al cine cuando quieres ver la película". Ya muy avanzada la noche el muchacho fue a dejar a su novia en su casa, y en la puerta empezó a demostrarle su afecto nuevamente. Ella trataba de desasirse del abrazo para despedirse. Exclamó, enfebrecido, el galancete: "¡Amor mío! ¿Acaso tendré que decirte: 'Buenas noches?'". El papá de la muchacha asomó por el balcón y le dijo al tipejo con enconosa voz: "¡Sí, caón, porque si te quedas dos minutos más tendrás que decirle: 'Buenos días'!". En el programa de preguntas y respuestas el concursante iba a participar en el tema "Costumbres amorosas de los pueblos de la antigüedad". Se le permitió llevar un asesor, y él escogió a un francés ducho en cuestiones de erotismo. El conductor preguntó: "Si en el imperio babilónico usted se hubiese casado, ¿en qué tres partes del cuerpo tendría que besar primero a su mujer?". "En la frente" -empezó el concursante. "Muy bien -dijo el conductor. Siguió el participante: "En los labios". "Perfectamente -admitió el locutor-. Le falta solamente una". El otro vaciló y se volvió a su asesor. "A mí no me preguntes -dijo el francés-. Ni siquiera atiné las otras dos". FIN.

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