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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

El joven sacerdote trabajó tanto que empezó a mostrar claras señales de extenuación mental. Preocupado por su salud, el cura de la parroquia lo hizo ir a la consulta del doctor Duerf, célebre analista. Después de interrogarlo le dijo el psiquiatra: "Sufre usted un severo caso de surmenage o estrés. Necesita relajarse por completo. Vaya a algún sitio donde nadie lo conozca y libere todos sus impulsos, incluso los carnales. Mejor dicho, principalmente los carnales. Sólo de esa manera evitará un trastorno mental irreparable". El curita, siguiendo la recomendación del médico, fue a una playa de moda. En el bar del hotel conoció a una chica, y a partir de ese conocimiento todo fue andar con ella en la playa, en la disco y en todo lo demás. Principalmente en todo lo demás. Cuando llegó el final de sus vacaciones fue a despedirse de la bella muchacha. "Que le vaya muy bien, padre'" -le dice ella-. El cura se sorprendió. "¿Cómo sabes que soy sacerdote?'' -le preguntó estupefacto e inquieto al mismo tiempo. Respondió ella: "No se preocupe, padre.Yo soy Sor Reverberación de Cafarnaúm, y también sufría de surmenage o estrés. Nos atendió el mismo siquiatra". Luego está el caso del actor al que le ofrecieron un papel en una película porno. Al final de cuentas no lo hizo: su parte era muy pequeña... Un tipo contó con orgullo en el bar: "Mi papá se ganó 18 medallas en la guerra". Preguntó uno, admirado: "¿Era muy valiente?". "No, -aclaró el otro-. Jugaba muy bien al póquer". El señor, preocupado porque su hija en edad de merecer no subía a su recámara, le preguntó a la criadita de la casa: "¿Está todavía Rosibel en la sala con su novio?". Respondió la mucama: "Todavía están ahí, señor". Inquirió el paterfamilias: "Y ¿están platicando, o qué?". Contestó la criadita: "Más bien están o qué". El reo fue condenado a la silla eléctrica. Cuando lo llevaban al sitio de la ejecución un policía le preguntó: "¿Tienes miedo?". "Sí, -replicó el sujeto con temblorosa voz-. Como es la primera vez.". "Díganme, niños -preguntó en la escuela el profesor-. ¿Cuál es la diferencia entre ignorancia e indiferencia?". Respondió Pepito: "No sé, y me vale"... Entró en la taberna un pirata de feroz aspecto. Lucía una gran barba roja; un parche le cubría un ojo; caminaba apoyándose en una pata de palo, y en vez de mano derecha tenía un agudo gancho de metal. Lo primero que hizo fue ir al baño, WC, toilet, aseo mingitorio o pipisrúm de la taberna. Pasó un rato. De pronto se escuchó un horrible alarido de dolor. Ante el espanto de los presentes salió el pirata dando grandes saltos y profiriendo lastimeros gritos. Le preguntó, asustado, el tabernero: "¿Qué le pasó, señor pirata?". "¡Ay, ay, ay, ay! -gimió el pirata-. ¡Apenas ayer me pusieron este desgraciado gancho, y se me olvidó que lo traía!". Casó Simpliciano, doncel cándido, con Pirulina, muchacha pizpireta. De luna de miel iban a ir primero a la Ciudad de México y después a Cancún. A los cinco días la chica llama por teléfono a su casa. "¿Qué tal, hijita? -le preguntó su mamá-. ¿Ya están en Cancún?". "Yo sí, mami -respondió ella molesta-. Simpliciano todavía está en Babia". Se trataba de clavar unos postes. Al final del día la cuadrilla de Babalucas puso. "¿Tres nada más? -se atufó el capataz-. Los de la otra cuadrilla clavaron treinta". "Sí -admitió Babalucas-. Pero los dejaron todos salidos". El maestro de Ciencias Sociales preguntó "¿Qué es derecho?". Respondió Pepito: "Sin agua mineral". La esposa de Inepcio, hombre sin artes ni ciencias del amor, le dijo a su inexperto marido: "Me gustaría hacer el amor contigo en una cama de faquir, de ésas que tienen clavos". "¿Para qué? -se asombró Inepcio-. Respondió con secura la mujer: "Para ver si así siento algo"... La linda Rosibel le dijo al tonto boquirrubio que la asediaba: "Importunio: ¿qué te parecería un paseo en tu automóvil?". "¡Fantástico!" -se alegró el pavitonto. "Pues ve -le dijo Rosibel-. Por mí no te detengas". Doña Macalota llegó de un viaje antes de lo esperado y encontró a su marido bajo la ducha acompañado de la guapa vecina de al lado. Don Chinguetas no se turbó nada al ver a su mujer. Le dijo con alegre voz: "¡Hola, Macalota! ¡La vecinita y yo decidimos iniciar una campaña para ahorrar agua!"... FIN.

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