Han corrido algunos días desde que se suscitaron los decesos. En transcurrir del tiempo hace irremediablemente que todo se enfríe, que pierda vigencia. Esto es justo lo que está sucediendo con el asunto de los siete decesos de neonatos ocurridos en apenas unas semanas en el Hospital General de Torreón.
Como se puede recordar, El Siglo y otros medios dieron cuenta que un serie de fallecimientos de bebés recién nacidos que ocurrieron en el flamante nosocomio (apenas si supera un año de inaugurado) lo que generó una polémica al respecto, ya que las madres de los finados se quejaron públicamente de la atención que recibieron sus hijos.
El doctor César del Bosque, Jefe de la Jurisdicción Sanitaria VI, quien es la autoridad superior inmediata a los funcionarios del Hospital, intentó menguar los reclamos de presuntas negligencias ocurridas durante la atención de los niños fallecidos. Incluso, cuando se supo que varios de los infantes murieron por infecciones causadas por el hongo Cándida Albicans, responsabilizó al Seguro Social de que de ahí se habían infectado los fallecidos y para cuando fueron internados en el hospital cuestionado, era muy tarde para evitar su muerte.
Ante el señalamiento, voceros de la clínica del IMSS señala negó la información del doctor del Bosque, pero éste ya había ganado días para que mediáticamente el tema fuese perdiendo relevancia mediática.
Entró entonces en escena Javier Quintero, quien encabeza una institución altruista centrada en la ayuda de aquellas personas de escasos recursos necesitadas fundamentalmente de alguna donación de órganos o sangre. La labor de Quintero ha salvado decenas de vidas.
Conocedor entonces de la medicina pública debido a su fundación, Javier se involucró en el asunto de los bebés muertos en el dichoso centro médico, lo que causó en última instancia una reacción del propio secretario de Salud del Estado, Jorge Verástegui, quien prometió subsanar las carencias que impedían la óptima operación del Hospital General de Torreón.
Siguieron pasando los días. El tema se fue enfriando. Incluso me parece que el propio señor Quintero, quien realiza la loable labor de facilitar y ayudar a enfermos en estado crítico médico y sin recursos, a conseguir las medicinas y en ocasiones las transfusiones sanguíneas de las cuales depende seguir con vida; fue ablandado simplemente con la cercanía que tuvo con los políticos que encabezan el sector de salud.
Sin embargo, la comparecencia de secretario Verástegui ante la Comisión de Salud del Congreso del Estado necesariamente incita el comentario. Según el licenciando Verástegui en su declaración ante los diputados, los decesos de los siete infantes ocurrieron por las siguientes causas: tres menores murieron a causa del hongo Candida Albicans; uno nació en casa, por lo que pudo infectarse en ese lugar, otro había nacido en otro hospital (en el Seguro Social) y sólo el tercero nació en el Hospital General de Torreón. Los otros cuatro casos fueron de bebés que nacieron con bajo peso, detalló el secretario, incluso que uno de ellos que nació el pasado 4 de agosto, pesó al nacer 610 gramos (caso comprensible entonces)
Así entonces cerró su comparecencia don Jorge. Resulta que de los siete bebés muertos ninguno fue por causa de falta de capacidad de atención del hospital. Es una pena que Verástegui piense zanjar el tema con una comparecencia como la que hizo. Tal vez debemos ser estúpidos quienes no creemos en la información que el secretario entregó a los legisladores locales y pensamos que la carencia de medicamentos que se ha sufrido en el Hospital General de Torreón desde apenas semanas pasada su inauguración; la falta de personal suficiente para cubrir los turnos y necesidades de un centro médico de esas características, denunciado por el propio personal que ahí labora y hasta el brote de aguas negras que emergió de sus coladeras producto de las intensas lluvias de días pasados, no tienen nada que ver que a la postre resulten casos como el de los bebés muertos.