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Democracia y pobreza educativa

Con/sinsentido

MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

La democracia es un sistema endeble por naturaleza. La propensión a estar de acuerdo con las mayorías, siempre y cuando las mayorías voten por aquello que nos gusta o nos conviene, es mayúscula. Así como la idea de que detrás de una decisión, a nuestro juicio equivocada, está la ignorancia o la falta de educación. Ambas posturas merman el espíritu de la democracia.

Es cierto que la decisión del voto es mejor si está informada y que la información de poco sirve si no hay un sustento educativo sólido que ayude a ordenarla y darle sentido. Pero suponer que todo voto contrario a nuestra voluntad es producto de la ignorancia es colocarse en una postura totalmente antidemocrática.

En todo caso, tener la convicción de que sólo nuestras decisiones son correctas y que las de los demás son equivocadas es también el resultado de una pobreza educativa que entraña un egocentrismo profundo. Es esa pobreza educativa la que hace posibles fenómenos como los de Donald Trump.

El uso de etiquetas como "loco" o "pendejo", de muy poco sirvieron para detener el avance de una candidatura que conectaba con grandes sectores de la población estadounidense que atribuyen la pérdida de su poder adquisitivo y de su nivel de vida a las políticas de apertura y globalización impulsadas por los gobiernos de aquella nación.

Su razón, aunque parcial como la de todos, se refuerza con ejemplos como Detroit, el paraíso de las compañías automotrices que llegó a la bancarrota en 2013, lo que es fácilmente interpretable como una consecuencia del cierre de empresas que migraron al extranjero en donde la mano de obra y los impuestos son más económicos.

Esas y otras muchas razones no reconocidas como tales, llevaron a la presidencia a Trump. Por eso, la gran lección debiera ser: dejarse de fijar en el candidato y poner atención en aquellos que están aceptando e impulsando su candidatura.

Las personas tienen sus razones para votar por tal o cual partido o candidato. Catalogarlas de "ignorantes" o "come-lonches" no conduce a nada positivo. Intentar comprenderlas, en cambio, es muestra de esa riqueza educativa que efectivamente exige la auténtica democracia.

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