La actividad política debería ser aquella vinculada con la generación de condiciones de prosperidad para una comunidad en su conjunto. Sabemos, por desgracia, que eso no es lo que sucede en nuestras sociedades. En su lugar, la política es cada vez más un negocio privado de unos cuantos que se enriquecen a costa de los demás.
Muchos otros que no se dedican a eso que en la actualidad llamamos "política", aspiran de una u otra manera a entrar en el negocio. Socialmente, esa actividad es reconocida como una en la que se trabaja poco y se gana mucho. Además, aunque se acepta la ilegalidad en muchas de las decisiones y acciones hechas por políticos, se sabe de su impunidad casi garantizada, lo que vuelve más atractiva la tarea de saquear al país.
El problema es que la política, la auténtica, siendo tan necesaria, es cada vez menos practicada en su pureza. Urgen, tal vez como nunca, mexicanos que se dediquen a entender nuestros problemas más profundos y a intentar, a partir de su comprensión, solucionarlos. Lo malo, es que eso no deja dinero, por lo menos no de la manera fácil ni en las cantidades suficientes para vivir una vida de lujo como la que se dan los que se dicen "profesionales de la política".
El camino para todo aquel que intente pensar en el bienestar general es totalmente cuesta arriba. Todo el andamiaje legal e institucional de nuestro país, hecho a medida por aquellos que usufrutuan la riqueza nacional, parece estar en contra de que se piensen bien las cosas y se actúe en concordancia con las necesidades de todos y no las de unos pocos. Estamos montados en un sistema creado por egoístas, para fomentar el egoísmo.
Para colmo, muchas de las iniciativas y movimientos que se presentan como "ciudadano" esconden intereses indeseables tras su fachada. No son pocos los que han encontrado que hacerla de defensor de las causas y los derechos ciudadanos es un buen negocio. Algunos incluso, llegan al extremo de usar de carne de cañón a los que verdaderamente están necesitados para, en lo oscurito, llegar a arreglos que les generan poder y riquezas.
La política está deteriorada porque, al parecer, no sabemos otras formas que no sean las del negocio personal. No sólo es Peña y sus secuaces. No nada más son los partidos políticos y sus prácticas cada vez más descaradamente corruptas. Tampoco son en exclusiva los sindicatos corporativos y los empresarios voraces. Cada vez más somos todos, cegados a la posibilidad de velar por el bienestar de los demás.