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Dinero y educación

Con/sisentido

MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

 E L dinero no compra educación. Con dinero, efectivamente, se puede asistir a las escuelas de mayor prestigio e incluso egresar de éstas con honores; pero, eso no garantiza que las personas allí instruidas se conduzcan, por ejemplo, con respeto ante los demás.

Es común escuchar que el papel de las instituciones educativas nada tiene que ver con la formación de buenos modales; se alega que eso es responsabilidad de las familias. Por eso estamos como estamos. Porque a la hora de la verdad, nadie termina haciéndose cargo.

La enseñanza del respeto hacia los demás es tarea de todos. Comienza, precisamente, por inculcar que las posesiones materiales no hacen a unos mejores que a otros. No se conforma, tampoco, con una "igualdad" simplona, incapaz de reconocer los méritos de quienes se han esmerado en dar lo mejor de sí.

Vivimos en una época en la que la grosería y la indolencia son aplaudidas. Toda figura de autoridad legítimamente constituida se borra. En contraste, la posesión de riquezas se convierte en el único parámetro de diferenciación. El que tiene dinero, se siente con permiso para pasar por encima de los demás.

Nuestras ciudades, por ejemplo, son un auténtico caos en sus vialidades. No tengo evidencia estadística, pero es fácilmente observable cómo los conductores de los vehículos más costosos suelen ser los más irrespetuosos de las reglas de tránsito. Saber que tienen dinero los hace menos cuidadosos en su forma de conducir, probablemente porque piensen ingenuamente que, si causan un daño, lo pueden pagar. De manera similar, pasa en todos los ámbitos de la vida cotidiana: el que más tiene siente que lo amerita todo. Se vive bajo la regla de oro del poder: el que tiene el oro, tiene el poder.

Estamos llenándonos de prepotentes. Los "lords", las "ladies" y los "mirreyes" son producto sociedades que han dado la espalda a la educación; que en el mejor de los casos instruyen -y en el peor ni siquiera eso-; pero que han claudicado en la lucha ancestral contra el egoísmo y la soberbia.

En un escenario así, nada hay de extraño en que alguien como Peña Nieto nos gobierne.

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