Doña Olga
“Su cabeza llegaba al corazón de cualquier hombre”, así decían de María Ignacia Rodríguez de Velasco, la famosa Güera Rodríguez, personaje que en tiempos de la Independencia cobró notoriedad no sólo por su cercanía con Bolívar, Humboldt e Iturbide, sino porque se convirtió en consejera del emperador y protagonista de las reuniones que en la clandestinidad tenían lugar en la lucha de Independencia.
Recuerdo haberme interesado por la Güera Rodríguez cuando me enteré que doña Olga de Juambelz y Horcasitas firmaba con ese seudónimo algunos artículos que se publicaron en el periódico que su padre fundara, El Siglo de Torreón. Por personas cercanas sabía de la belleza física y de las cualidades singulares con las que doña Olga había sido dotada. Cuando la conocí, no me quedó la menor duda de que todo lo que me habían dicho de ella se quedaba corto. La vi un día cualquiera de un año cualquiera, lo que hizo el encuentro especial fue descubrir a un ser humano lleno de recuerdos, anécdotas y una estima muy alta en relación a lo que significa ser mujer.
La belleza física de sus bajos ochentas era incuestionable, uno podía suponer lo espectacular que debió haber sido en sus treintas, que, mención aparte, es cuando la mujer esboza la belleza de la madurez que empieza a gestarse; concluí que doña Olga lucía cuidadísima, arregladísima, sin caer en la tentación del exceso. Su estatura impactaba, sus ojos y manos igual.
Me aceptó la entrevista para la sección “Palabra de Mujer” de Contextos, programa radiofónico que me permitió hacer un reconocimiento a las mujeres cuya trayectoria podía ser del interés de los escuchas. Nos recibió alegre, amable y con gran disposición, por lo que la charla fluyo en un ambiente de confianza y cordialidad, siempre he pensado que el éxito de una entrevista radica en elegir bien al entrevistado, porque finalmente es él o ella quienes aportan lo medular del encuentro.
Hablamos un poco de todo, citaré algunos párrafos de la entrevista que quedaron plasmados en el libro que se publicó en 2008 y que lleva el nombre de la sección.
He sido feminista de hueso colorado, la primera cosa que quería era ser libre, ser como el hombre, servir para todo y no nada más para ser madres. Una mujer inteligente es la que no se asusta de nada, que todo lo admite como posible y que sabe que no hay imposibles.
Ser mujer es un privilegio muy grande, lógicamente se sufre, se sufre más que los hombres. Nosotras nacemos con sensibilidad, el hombre, por muy bueno y por muy inteligente que sea, no la tiene. Conozco a grandes hombres, pero no he conocido a un hombre tan grande como una gran mujer.
Tengo una anécdota con Carlos Salinas de Gortari, en una reunión que tuvimos, llegamos, me saludó, me quedaba muy chiquito, soy muy alta y con tacones soy más alta. Entonces dentro de la plática yo hice un comentario sencillo, sin ataques ni nada: ojalá México deje de estar mal, que se pueda componer y pueda darles una mejor vida a los mexicanos. Carlos Salinas se paró y me manoteó en la cara de tal manera que le faltó poco para pegarme, dijo: '¡Pero como mal, señora, si el país está mejor que nunca!'. Se puso como loco, a darme de gritos y a manotearme en la cara. Yo no le contesté, todos se quedaron callados, alguien se paró y ofreciéndome su mano me preguntó: '¿Nos vamos Olguita?'. Me paré y salimos sin despedirnos.
Viajes, lecturas, encuentros, momentos de reflexión, conversaciones, talleres, experiencias que sin duda marcaron su visión del mundo y del nivel de responsabilidad que adquirió al asumir, a la muerte de Don Antonio de Juambelz, la presidencia del Consejo de Administración de El Siglo de Torreón, algo que no se le concedió sólo por la sangre, sino por méritos propios, por algo tuvo oportunidad de decirle a su padre: “no quiero tu dinero, quiero tu trabajo”.
En la misa de cenizas de doña Olga el sacerdote pidió que los presentes la definiéramos con una palabra, las que se escucharon fueron: “¡generosa!”, “¡entregada!”, “¡inteligente!”, “¡alegre!”, “¡sensible!”. Ella ha trascendido ya su experiencia material, ahora se queda el espíritu con el que decidió, amó y vivió, espíritu que también está presente en Siglo Nuevo.
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