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Dos mujeres al rescate de la izquierda… y más

SALVADOR SÁNCHEZ PÉREZ

El PRD, emblemático partido político de izquierda, eligió, el sábado pasado, a Alejandra Barrales y Beatriz Mojica como su presidenta y vicepresidenta. Dos mujeres al frente de un instituto político nacional es algo nunca ante visto en América Latina.

Tarea compleja asumen sobre sus hombros, claro, cómo no, mujeres tenían que ser. Entronas, echadas para adelante, brillantes ambas. Alejandra Barrales fue sobrecargo en Mexicana de Aviación y le tocó ser Secretaria General de la Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación de México en tiempos particularmente difíciles, ahí apostó por defender los derechos de sus compañeros trabajadores, especialmente de las mujeres. Beatriz Mojica tiene amplia trayectoria política en gabinetes del gobierno municipal y estatal de Guerrero.

El primer reto que tienen es levantar el vuelo de las izquierdas en México. No disponen del recurso de la "disciplina partidista", como otros partidos, antes bien, el anhelo democrático de amplio espectro que le es inherente a ese partido desde su fundación, permite, exige incluso, la disidencia al interior. Bien conocida apuesta que da origen al esquema de las corrientes ideológicas al interior, las "tribus", como genéricamente se les llama.

La izquierda en México, en todas partes, tiene que convocarse reiteradamente a sí misma para recuperar la memoria. El PRD es el partido que nace en 1989, como órgano institucionalizado de la convocatoria realizada un año antes por el Frente Democrático Nacional, organismo integrado tanto por disidentes que habían fracasado en su intento por democratizar desde dentro al sistema político mexicano, como por militantes de la izquierda mexicana tradicional, que en sus buenos tiempos actuaron incluso desde la clandestinidad. El objetivo planteado era ganar la presidencia. La "caída del sistema" ese 6 de julio de 1988 será la sombra permanente del triunfo de la izquierda mexicana.

En el otro extremo, la derecha es por definición defensora del estatus quo, lo establecido como tal. La izquierda busca, debería buscar, hacer realidad los sueños para llegar a ser una mejor humanidad. De ahí que la izquierda y el feminismo vayan de la mano, hayan caminado los mismos senderos tanto tiempo, hayan dado tantas batallas de manera compartida.

Muy siglo XXI, pero en nuestros días el lugar de la mujer está todavía muy lejos de ser el que debiera. Claro que hay avances. Hilary Clinton, después de innumerables batallas, está a punto de ganar las elecciones para la presidencia de los Estados Unidos. Nada menos que el imperio del mundo occidental.

En México las leyes electorales exigen la paridad en las candidaturas, mucho más que la discriminación positiva encarnada en las cuotas de género. Sin duda que la equidad de género es un símbolo del avance civilizatorio en nuestras sociedades. Vemos cada vez más mujeres destacando en todos los ámbitos, así en la escuela, donde incluso rebasan significativamente a los varones en permanencia escolar, promedio y liderazgo, así también en la familia, el barrio y todos los ámbitos de la sociedad.

Lejos de la meta, la batalla ha de continuar. La violencia contra la mujer es una evidencia contundente que no estamos enfrentado un problema del pasado.

La desventaja para la mujer en relaciones de pareja, familia, trabajo y hasta en la calle nos parece a todos normal, porque la costumbre, la inercia y la tradición las han naturalizado. #MiPrimerAcoso fue el hashtag que hizo evidentes miles y miles de historias que han ocurrido y ocurren ante nuestros ojos. En el extremo, y según ONU Mujer, en México se cuentan cada día hasta 7 homicidios que pueden ser clasificados como contra la mujer.

Es lo más grave, pero la violencia es cotidiana. El Inmujer de la Ciudad de México reporta que las mujeres ganan entre el 7 y el 30 % menos que los hombres por el mismo trabajo.

¿Cuál es el balance? El lugar de la mujer en el complejo entramado social hace patente nuestro grado de civilización. Piense bien ¿cuántas mujeres presidentas de la República ha tenido México? ¿Cuántas mujeres han sido titulares del ejecutivo en sus estados? ¿Cuántas mujeres son actualmente presidentas municipales? En la iniciativa privada, ¿cuántas mujeres son gerentes de empresas en el país? En la regional que nos ocupa, la Comarca Lagunera, ¿cuántas mujeres ocupan puestos directivos? Ah, por cierto, las universidades e instituciones de educación superior, ¿cuántas mujeres son rectoras en las universidades?

Pero no se trata de defensa. Aunque vivimos en el lenguaje, y por ahí debemos empezar, modificar nuestras prácticas lingüísticas no basta. Hace falta deconstruir el entramado simbólico en el que nos movemos. Más complicado, más radical.

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