La educación cívica, asociada a la participación y construcción de ciudadanías, se plantea hoy día como un instrumento cuyo objetivo es educar para la democracia. Esta orientación se diferencia de la práctica cívica tradicional que privilegia lealtades como el amor a la patria, a la bandera, al escudo y al himno, y que exalta, en general, virtudes referidas muchas veces.
Educar para la democracia parece ser la síntesis de las preocupaciones actuales sobre la materia. La reformulación conceptual de la educación cívica se ubica, entonces, dentro de los procesos de constitución o consolidación de una cultura cívica que pueda allanar el camino o contribuir al fortalecimiento y continuidad de las sociedades democráticas moderna.
La educación cívica se plantea desde una doble perspectiva: en primer lugar se trata de una educación destinada a promover entre los ciudadanos la democracia como la mejor forma de gobierno posible y, en segundo lugar, se concibe para impulsar el desarrollo de la democracia como un estilo de vida que impregne la actividad cotidiana de todos y cada uno de los ciudadanos del país. Por otra parte, la democracia no es nada sin ideales ni valores, pero éstos resultan inocuos si no tienen polo a tierra, es decir, si no se relacionan con la vida real y cotidiana, con las preocupación tangibles de las personas, por lo que simultáneamente, los incentivos de participación ciudadana debe orientarse, a extender la democracia y la civilidad a la esfera económica y social, como mecanismo de certeza en el proceso de socialización política.
En términos generales puede plantearse que el principio objetivo de la nueva educación cívica es: educar políticamente a los ciudadanos para la democracia, teniendo como base los contenidos de la ciudadanía y la democracia modernos, a partir de los cuales puedan generase culturas políticas y cívicas democráticas. El ejercicio de la ciudadanía moderna incorpora principios universalistas expresados, fundamentalmente, en los derechos individuales, en particular la participación política y el sufragio universal.
Al respecto, deben destacarse dos características básicas de la ciudadanía. La primera en su carácter mutable e inacabado: su "contenido" depende de procesos históricos particulares; y la segunda es la existencia de contradicciones, atendidas a partir del distanciamiento entre la normatividad y las condiciones en las que se practica la ciudadanía.