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Educación sin futuro

Con/sinsentido

MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

Los nuestros son tiempos sumamente complicados. Las crisis son múltiples y de naturalezas diversas; tienen, también, distintos grados de profundidad. Sobrevivir desde lo individual y lo colectivo a nuestras circunstancias exige capacidades humanas que no necesariamente se están cultivando en las casas de estudio. Por el contrario, diera la impresión de que, si no en retroceso, al menos, estamos estancados.

Requisito indispensable de la educación actual, debería ser la capacidad para comprendernos históricamente. Eso no significa, como suele ocurrir en las escuelas, que tengamos que memorizar datos historiográficos. La comprensión histórica es la posibilidad para entender el presente y sus características distintivas. Pero, los temas sobre lo que nos ocurre a quienes habitamos esta época, suelen estar alejados de las aulas, en donde rara vez se problematiza nuestra realidad.

La lógica es simple: Si desconocemos el escenario y la escena que se está desplegando, ¿cómo vamos a saber cuál es nuestro papel? ¿Cómo debemos actuar ante unas circunstancias como las nuestras? Si se observa desde esa óptica la realidad social, política y económica de nuestro país, diera la clara impresión de que se está improvisando. Cada quién actúa por inspiración personal - en algunos casos, bastante limitada, por cierto - en vez de seguir un guión que le dé sentido a la obra. Somos un caos que no hace sino realimentar el desorden que ya se venía gestando desde nuestro ingreso a escena.

La metáfora teatral posibilita también ubicar la ausencia de liderazgos. No sólo nos faltan directores; sobre todo, nos urgen guionistas. Gente que, desde distintas perspectivas, pueda dar cuenta de nuestra realidad histórica de manera amplia y profunda, de tal manera que podamos visualizarnos en un devenir que va más allá de nuestras vicisitudes cotidianas; en relatos en los que los síntomas aparezcan como tales, y no como problemas en sí.

La mayor dificultad radica en que la educación actual no sólo es ineficaz en sus resultados, sino que, para colmo, está diseñada para construir una visión plana de la historia: "Siempre ha sido lo mismo" o "toda la historia ha sido igual", son frases que nos orillan a ver con resignación nuestro presente, en vez de alentar una rebelión en su contra. Es aceptar que la corrupción, los abusos de poder, la falta de equidad y demás males, son imposibles de combatir, porque no le pertenecen a la historia sino a la especie humana.

Hoy tristemente, hay muchos que viven convencidos del "siempre ha sido igual". Son producto de una educación con mucha historiografía y muy poca historia; es decir, de una educación sin futuro.

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