EDUCAR EN COMUNIDAD
Uno de los principales objetivos de los padres de familia es educar "bien" a sus hijos para que en el futuro puedan hacerle frente a las situaciones que la vida les presente o que ellos decidan experimentar. Invierten en herramientas intelectuales y morales que les permitan transitar libremente en sociedad. Es decir, en el intercambio con otros seres humanos.
John Dewey (1916), señala que "la eficacia social como propósito educativo debe significar el cultivo de los poderes para gozar libre y plenamente en actividades compartidas o comunes". Sin embargo, es evidente que la promoción de una actitud individualista supera el interés sobre el desarrollo de habilidades interpersonales.
Una muestra de ello son las frases que tanto padres como maestros utilizan para fomentar la competencia desde una temprana edad: "eres la más bonita de tu salón", "eres el más listo del grupo", "eres el más fuerte de todos", "eres el único que sacó diez", entre otras.
Este tipo de adulación verbal, que engrosa características del infante sobre los demás, propicia en él egocentrismo y una necesidad de superioridad mal comprendida. Es decir, puede interpretar la aceptación de sus padres y maestros en función de sobresalir en algún aspecto físico o intelectual. Así pues, el niño va conformando su realidad social como un entorno de competencia e indiferencia hacia los demás. Aunado a ello, es frecuente que presente estrés y frustración al no alcanzar los estándares establecidos por sus progenitores y docentes.
La educación a escala internacional detectó esta debilidad en sus planteamientos y orientó sus programas hacia el aprendizaje social. Elizabeth Cohen (1932-2005), pedagoga estadounidense y profesora de la Universidad de Stanford, desarrolló un proyecto en el que pretendía aulas equitativas y cooperativas. En su diseño, planteaba al profesor una serie de instrucciones para fomentar el respeto a las diferencias interculturales y el favorecimiento de la coparticipación en el aula: "La interacción en grupo ofrece a una posibilidad para atacar prejuicios, para ello es necesario que el maestro haga más que simplemente asignar tareas en grupo"(Cohen, 1994). Aún así, en países europeos donde las investigaciones de Cohen tuvieron incidencia en el sistema educativo, el aprendizaje cooperativo es incipiente. En México, a pesar de que los Planes de Estudio de Educación Básica incluyen entre sus objetivos el desarrollo de habilidades interpersonales y de trabajo en equipo (Secretaría de Educación Pública, 2011), el quehacer en las aulas (además del acomodo de mesas y sillas distinto al enfoque tradicional), no demuestra un avance en la generación de competencias solidarias en los alumnos. Lograr la intervención de los estudiantes en situaciones que impliquen el apoyo mutuo es muy complicado cuando están habituados a "ganar" individualmente.
Desarrollar en el niño el espíritu social es más complejo que plantear actividades en la escuela que arrojen resultados en conjunto. El ser humano necesita experimentar en su entorno familiar situaciones enfocadas en el apoyo al interior de su núcleo como hacia otras organizaciones. Para conseguirlo, es conveniente que como padres de familia involucren sus hijos en las tareas del hogar donde puedan observar y ser parte de los logros de las acciones comunitarias. También es pertinente integrarlos a grupos sociales como los comités vecinales, mesa directiva escolar o el grupo eclesiástico en donde sean testigos y partícipes de los cambios que las labores en equipo producen en su entorno.
Otra recomendación para tutores y profesores es evitar hacia los educandos elogios que aludan a la superioridad y en su lugar, utilizar cumplidos referentes a sus cualidades o logros: "eres muy linda", "te felicito por tu esfuerzo y por obtener buenas notas", "has demostrado ser muy fuerte", (en sustitución de "eres la más linda", "eres el más listo", "eres el más fuerte"), entre otros.
En conclusión, educar para vivir en sociedad supone potenciar en el ser humano todas sus habilidades de pensamiento y destrezas físicas, para lograr el bienestar propio y coadyuvar en el mejoramiento social, y no, para ser "más" que los demás.
En la actualidad, lamentamos la apatía que las personas, ciudades, estados y países muestran hacia las injusticias y necesidades de los "otros", pero ¿cómo esperamos una sociedad solidaria si fuimos educados para el individualismo? Está en nuestras manos fomentar el involucramiento colectivo en las nuevas generaciones.
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