¿EN CASA O EN CURSO DE VERANO?
El periodo vacacional está próximo y comienzan a ofertarse opciones para que los niños ocupen su verano. Pero, ¿qué tan conveniente es que el infante continúe en una rutina con horarios y obligaciones establecidas?
Sin duda, un periodo moderado de descanso dedicado a actividades recreativas (incluso aquellas consideradas banales), es necesario para que el ser humano funcione correctamente física, intelectual y emocionalmente. Sin embargo, Covey (1989) señala que "demasiadas vacaciones que son demasiado largas, demasiado cine, demasiada televisión, demasiado tiempo invertido en los juegos electrónicos, demasiado ocio indisciplinado en el cual el individuo elige continuamente el camino del menor esfuerzo, son cosas que erosionan gradualmente una vida" (p.70). Por lo tanto, es aconsejable permitirle al niño un lapso moderado de ocio al iniciar su periodo vacacional (especialmente cuando es evidente el cansancio y desinterés para asistir a la escuela antes de finalizar el ciclo escolar), pero no, basar en ello sus días de asueto.
Las distintas dinámicas familiares orillan a los infantes a una de las dos opciones: pasar vacaciones en casa o ser inscritos en un curso de verano. Cuando sea imperante la inscripción del niño en algún curso, es conveniente que el lugar sea diferente a su escuela (siempre y cuando sea un espacio seguro para el infante y viable para su incursión), así el menor guardará un recuerdo distinto a los días de clase. Según Foer (2012), "por eso es importante cambiar la rutina con regularidad e ir de vacaciones a lugares exóticos y acumular tantas experiencias nuevas como sea posible, que pueda servir para afianzar nuestros recuerdos. Crear recuerdos nuevos estira el tiempo psicológico y alarga nuestra percepción de la vida" (p. 93). Es decir, cambiar la monotonía en las actividades de los niños propiciará una experiencia digna de almacenar.
Otro aspecto a considerar es el interés del niño. Preguntarle a los hijos qué actividades le gustaría practicar (deportivas, culturales o recreativas) y respetar sus decisiones favorecerá el aprendizaje natural de una nueva habilidad. Piaget (1946) señala que "el tiempo de la acción ejecutada con interés es asimilable, por tanto, al tiempo de la acción rápida o fácil, aún si esta acción no es más que una conducta de atención perceptiva". Por ende, cuando una actividad que requiere esfuerzo es placentera, lograr la maestría será sencillo y consecuencia de su práctica voluntaria.
Ahora, si el niño tiene la fortuna de tener madre o padre en casa, permítale por un periodo romper la rutina, desvelarse, levantarse tarde, salir al parque o visitar familiares. Posteriormente, enriquezca sus vacaciones con un proyecto concreto y sencillo en el que el niño se divierta y además aprenda a obtener resultados mediante la constancia y el esfuerzo. Según Covey (1989), "[e]n su mayor parte nuestro desarrollo mental y nuestra disciplina provienen de la educación formal. Pero en cuanto nos libramos de la disciplina exterior de la escuela, muchos dejamos que nuestras mentes se atrofien". Entonces, resultaría necesario que el niño viva una educación continuada fuera de las aulas. Algunos ejemplos para desarrollar en vacaciones (según el interés del menor) podrían ser elaborar un huerto de hortalizas, redecorar su cuarto, hacer una casita del árbol, establecer un negocio (venta de dulces, nieves, aguas frescas) que fomente la recaudación y el ahorro, entre otros. Esto, además, tendrá como consecuencia según Covey una contribución benéfica en la formación del carácter.
En conclusión, el niño debe disfrutar un periodo moderado de recreo, combinado con un lapso de "descanso" del lugar y de la rutina escolar en el que realice actividades de su interés que enriquezcan una nueva habilidad o formación de hábitos favorables para su vida.
Espero que haya sido de su interés. Para sugerencias y comentarios, escríbeme en Fbook:/Mtra.DanielaBermudez/
