¿POR QUÉ FORMAR HÁBITOS EN LOS NIÑOS?
El niño de preescolar es un individuo de rutinas. Necesita sentirse seguro de lo que pasará en su día. Si no es así, conteste mentalmente ¿cuántas veces los niños pequeños ven una película? ¡Claro!, vinieron a su mente diálogos de La Sirenita o Minions, debido a las numerables ocasiones que ha acompañado a su hijo a ver el mismo filme. El niño disfruta conocer lo que va a pasar, así su mundo se vuelve un lugar más cierto. Si bien no todas las experiencia a los 4 ó 5 años de edad son nuevas (aunque sí la mayoría) definitivamente tienen algún elemento para descubrir. Entonces, conocer lo que sucederá mediante actividades rutinarias es una necesidad para el ser humano en esta etapa porque le brinda una base estable a su vida de constante exploración.
Esta rutina no puede establecerla el niño por sí solo. Son los padres quienes inician con el establecimiento de prácticas repetitivas. Generalmente los niños adaptan sus horarios a las necesidades o costumbres de sus tutores: levantarse a las 6:00 a.m. para dejar al pequeño en la escuela y llegar a tiempo al trabajo, comer en casa de la abuelita para regresar al turno laboral vespertino, dormir por la tarde para completar con ánimos las actividades del día y estar listos para la próxima jornada entre otras, son algunos ejemplos. Y esto no está mal, el niño en esa edad es totalmente dependiente de los adultos a su cargo. Sin embargo, muchas veces las rutinas necesarias del adulto no son adaptadas a los requerimientos del niño. Entonces, el infante comienza a vivir "la prisa" por arreglarse y estar listo para la escuela, los desvelos por aceptar una noche una reunión con los amigos o por realizar tarde la tarea o desaprovechar la mañana del domingo debido a la desvelada de un día anterior.
Más allá de las consecuencias inmediatas de estas acciones como puede ser un mañana de estrés o el mal humor que ocasiona no dormir lo necesario, el niño está aprendiendo un estilo de vida. En estos ejemplos está aprendiendo que para ir al trabajo o a la escuela es necesario ir de prisa, que las tareas se realizan al final del día, y que los domingos comienzan a las 12:00 horas. Es decir, automatiza esos "fallos" y poco a poco los va convirtiendo en hábitos.
Entonces, como adulto será raro e inseguro para él llegar temprano a una reunión o no haber tenido algún momento de prisa, entregar reportes puntualmente sin una noche de desvelo, o salir un domingo temprano a disfrutar la ciudad solitaria.
Lo que quiero decir es que como adultos y padres de familia es un deber formar "buenos hábitos" en los hijos porque de ellos dependerá seguramente gran parte de su desenvolvimiento en la sociedad. Esto no significa que al llegar a la adultez no pueda cambiar las estructuras establecidas durante su infancia, pero seguramente será muy difícil y acarreará un trabajo extra que pudo evitarse si desde pequeño hubiera sido acostumbrado a ciertas prácticas.
Ahora bien, ¿cómo puedo formar un buen hábito en los niños? La respuesta inmediata es la repetición. Para formar un hábito claro que es conveniente una explicación previa que permita al niño indagar y reflexionar. Pero posterior a ello, no será necesario convencer al infante en cada momento que vaya realizar una acción. Ejemplifico, quiero que mi hijo se bañe todos los días a las 8:00 p.m. para que pueda dormir temprano. Entonces, además del gran trabajo que requerirá de parte del padre o la madre cumplir con ese horario, será necesario repetirla y no ceder ante peticiones del niño. Si una noche el pequeño quiere seguir viendo un programa de televisión es indispensable ser firme y recordarle la acción como un acuerdo y una regla inamovible. Tal vez haya algunos berrinches pero poco a poco el pequeño se acostumbrará y seguramente él pedirá su baño. No es necesario entrar en un proceso de convencimiento, chantaje o hasta condicionamiento: "los niños bonitos se bañan siempre, si tú te bañas yo te prometo comprarte unas galletas en el desayuno". Él debe comprender que hay acciones que no está en su poder decidir y que mamá no debe convencer ni rogar para que él las realice.
En el preescolar algo parecido se vive cada año al inicio del ciclo. El niño debe acostumbrarse desde algo que parece tan obvio como permanecer en el salón de clase hasta acceder a regresar a su aula después del recreo. Si un día la maestra cediera ante el berrinche de los niños de quedarse más tiempo en resbaladero sería imposible lograr un control de grupo y cumplir con la jornada. Pero esto no está a opción y el niño poco a poco automatiza el regreso a las aulas al toque de campana.
Para concluir conviene recordar que la formación de un hábito conlleva trabajo y constancia pero que sin duda es una inversión en la formación de los niños que repercutirá benéficamente en su vida actual y adulta. Sígueme en facebook:/Mtra.DanielaBermudez/