El camino hacia el arte
La ciudad de Florencia es actualmente un símbolo de Italia con una amplia riqueza cultural ya que alberga en sus calles no sólo años de historia también sus edificaciones forman parte de ese mismo acervo histórico y artístico. Las calles y techos rojizos forman crean el ambiente perfecto para imaginar en la actualidad lo que ocurrió tiempo atrás sean años o incluso siglos.
En el renacimiento en Florencia estuvo impulsado por la actividad económica que florecía y también por el patrocinio de mecenas que consideraban las artes como un signo de prosperidad y buen gusto, entre ellos los Médicis. Lo que hoy nos permite apreciar las joyas artísticas que la ciudad alberga.
Sin embargo, la belleza que se encuentra ahí no se salva de estar impregnada por el deseo de poder -quizá de su propio mecenas- convertido en alianzas políticas o arreglos económicos. El turbio fondo de una reluciente fachada. Por ello las calles son testigos silenciosos de tratos funestos y a la vez de creaciones de extraordinaria belleza. Los primeros hechos por manos que ansían ese poder y los segundos por manos que de forma habilidosa recrean hermosas escenas en el lienzo.
De todos estos elementos Susana Fortes ha tomado lo necesario para hacer una doble línea de tiempo en la cual entrelaza las peculiares aventuras de una joven con deseos de quitar el velo del hermetismo de uno de aquellos tratos hechos hace quinientos años y el día a día de la Florencia en la cual se mezclan los bocetos para pinturas, las listas de víveres y el gentío que abarrota las calles empedradas.
En su libro Quattrocento (2007) podemos encontrar e incluso llegar a formar parte de un mundo en el que hacemos de investigadores policiacos, conspiracioncitas y ciudadanos de la Florencia que reunía todo lo que necesita una metrópoli para ser el centro de atención de las poblaciones cercanas. La trama que propone Fortes mantiene al lector dentro una dinámica que nos permite conocer históricamente el contexto de la conspiración que los Pazzi pretendían llevar a cabo contra el gobierno de los Médicis, atentado que iba dirigido a Lorenzo y a Giuliano el cual desencadenaría eventos poco gratos que alimentan incluso ahora las especulaciones de quien se adentra a conocerlos.
Elementos como el enigma y la imperiosa necesidad de resolver el misterio -casi con intención detectivesca- brindan al lector la oportunidad de ser parte de este flujo de información recién encontrada en obras de arte y conjeturas que surgen dentro de desarrollo de la trama, sin mencionar que los detalles sencillos como el precio de una onza de pintura son los proveen una sensación de cercanía que además resulta agradable en contraste con el crimen que se gesta bajo el techo de un recinto sagrado.
Así lo que comienza como un viaje para realizar un trabajo de tesis doctoral poco a poco se convierte en una experiencia de vida que trasciende a un plano del autoconocimiento y el descubrimiento de la verdad que guarda una pieza artística como único testigo de la conspiración.
De esta manera Quattrocento hace partícipe a su lector de situaciones reales del contexto histórico así como el juego con elementos de la creatividad de la autora que dan a la obra la frescura del día a día actual en contraste con el de la Florencia del Renacimiento.