Dice el presidente del PRI, Enrique Ochoa Reza, que está "cansado de la corrupción". Pero, ¿realmente lo está?
Para la mayoría de los mexicanos, la corrupción representa un impacto negativo en su calidad de vida. No se trata en exclusiva de lo que pueda significar el pago de un soborno a alguien cuyos ingresos apenas alcanzan para sobrevivir. Se trata también de la precaria calidad con la que se reciben los servicios públicos, y de la reducción de oportunidades que esto conlleva.
Es, sobre todo, la imposición de unos mecanismos de vida que condenan a los estratos más pobres de la sociedad a depender de la dádiva gubernamental; misma que se utiliza como lubricante de la maquinaria electorera que permite que los corruptos se sostengan en el poder; perpetuando, así, el ciclo de podredumbre.
A Ochoa Reza, esa realidad le es completamente ajena. Entre otros cargos, ha sido consejero electoral -pese a su militancia partidista- miembro del consejo de administración de Petróleos Mexicanos y director de la Comisión Federal de Electricidad. Francamente es difícil imaginarlo haciendo un trámite burocrático, sufriendo para ser atendido en un hospital o siendo sobornado por un agente de tránsito, situaciones a las que, de manera cotidiana, se enfrentan casi todos los mexicanos.
Ochoa vive en una burbuja a la que sólo pueden acceder unos pocos. Allí, en su interior, muchas ocasiones ni siquiera hace falta dinero; basta con que se desee algo para obtenerlo de inmediato. ¿Cuántos, por ejemplo, no estarán deseosos de quedar bien con el dirigente nacional del PRI, pensando en los beneficios que puede acarrear una recomendación de ese nivel? ¿Cuántos no habrán intentado congratularse con Ochoa a través de obsequios de toda índole, en la espera de algún tipo de reciprocidad proveniente del director de Comisión Federal de Electricidad, cuando ocupó ese cargo?
Es públicamente conocido que el patrimonio de Enrique Ochoa incluye casas, terrenos y un centenar de concesiones de taxi de la Ciudad de México, Puebla y Monterrey, amén de sus cuentas bancarias en México y el extranjero y su amplia colección de obras de arte que incluye cuadros de Frida Kahlo, uno de los cuales adquirió en 5.6 millones de dólares. Ochoa alega que su fortuna la acumuló antes de hacerse servidor público. Lo cierto es que es difícil encontrar a otro profesor de la UNAM -que esa fue su ocupación previa- con esa capacidad para enriquecerse.
El cansancio de Ochoa no es sino pura retórica. Todo anuncio de lucha contra la corrupción hecho por él y por otros que son como él, no es más que palabrería barata. Desde su posición, es imposible experimentar el asco y el hartazgo que vivimos el resto de los mexicanos.