Foto: Albert Salamé
Nació en Barcelona, España en 1964. Estudió Ciencias de la Información y hasta 1992 se dedicó a la publicidad. Ese año abandonó su empleo para dedicarse a la literatura. Sus primeras novelas, dirigidas a un público joven, conforman La trilogía de la niebla: El príncipe de la niebla (1993), El palacio de la medianoche (1994) y Luces de septiembre (1995). Después vendría otra novela llamada Marina. De esta primera etapa destaca El príncipe..., obra ganadora del primer Premio Edebé para literatura juvenil.
Su primer éxito de ventas (más de 10 millones de ejemplares) llegó con su quinta historia de largo aliento, La sombra del viento; con ella compitió por el Premio Fernando Lara en el 2000 y aunque no ganó, quedó entre los finalistas. La prosa de Ruiz Zafón impresionó a uno de los jurados, que consiguió su fichaje por editorial Planeta.
La sombra del viento se convirtió en la primera parte de la tetralogía de El Cementerio de los Libros Olvidados; siguieron El juego del ángel (2008), El prisionero del cielo (2011) y finalmente El laberinto de los espíritus. Esta última disponible en los exhibidores desde el pasado el 17 de noviembre.
Además de las novelas ya mencionadas, Ruiz Zafón publicó, en 2012 y con motivo del Día Internacional del Libro, un cuento corto llamado Rosa de fuego donde también trae a colación el recurrente Cementerio de los Libros Olvidados.
LA SAGA
El panteón de volúmenes es un misterioso lugar que nadie sabe a ciencia cierta desde cuándo existe, o quiénes lo crearon. [...] Cuando una biblioteca desaparece, cuando una librería cierra sus puertas, cuando un libro se pierde en el olvido, los que conocemos este lugar, los guardianes, nos aseguramos de que llegue aquí. En este lugar, los libros que ya nadie recuerda, los libros que se han perdido en el tiempo, viven para siempre, esperando llegar algún día a las manos de un nuevo lector, de un nuevo espíritu.
Esas líneas dejan entrever la figura del bibliotecario/guardián del espacio y algunas reglas a seguir por quienes desempeñan tal oficio, a saber, conservar en secreto tanto la existencia como la ubicación del lugar, así como una costumbre simpática según la cual la primera vez que alguien visita este lugar tiene que escoger un libro, el que prefiera, y adoptarlo, asegurándose de que nunca desaparezca, de que siempre permanezca vivo.
Las cuatro novelas de la saga están interconectadas argumentalmente y en ellas hay personajes recurrentes pero, cada una es autoconclusiva. El lector puede abordarlas en el orden que le plazca o según la parte del cuarteto que caiga en sus manos por decisión del hado inescrutable.
La sombra del viento, tiene como protagonista y narrador a Daniel Sempere, niño huérfano de madre que al principio de la historia tiene once años de edad. De la mano de su padre, dueño de la librería Sempere e hijos, el pequeño conoce el cementerio de literarios pensamientos y allí encuentra el volumen que da título al espectáculo, obra de un autor barcelonés prácticamente desconocido llamado Julián Carax.
El giro folletinesco aparece de la mano de un desconocido misterioso que se hace llamar Laín Coubert (en el libro de Carax encarna al diablo), quien cumple la importante función de presionar y amenazar a Daniel para que le entregue La sombra...; conforme la trama se desarrolla asistimos al crecimiento del protagonista y descubrimos que Coubert ha estado rastreando y quemando los libros de Carax durante años. Al mismo tiempo se va desentrañando la historia personal del prosista catalán que resulta tener muchos paralelismos con la de Sempere hijo.
Un poco de pasada se van soltando datos sobre la situación de España y específicamente de Barcelona durante los años que abarca la novela, de 1945 a 1956, más una pequeña nota sobre el destino de algunos de los personajes fechada en 1966.
Hay una sobreabundancia de reparto variopinto: Gustavo Barceló, librero y coleccionista acaudalado; su sobrina ciega, Clara, con tipo de heroína decimonónica trágica y primer amor de Daniel; Tomás Aguilar, mejor amigo de Daniel, y su hermana Beatriz Aguilar; el villano, Javier Fumero, temible y cruel inspector de la policía; Isaac Monfort, custodio/portero del cementerio y su hija Nuria... Sin embargo, el más memorable y fundamental para la resolución del misterio: Fermín Romero de Torres, un exconvicto y mendigo "rescatado" por Daniel y su padre. Ingenioso, dicharachero, pícaro, gran amigo y leal a morir, Fermín aporta el toque de humor a la obra.
El juego del ángel fue el siguiente título de la saga, aunque atendiendo a la temporalidad interna de las obras es anterior a su predecesora. El protagonista/narrador en esta ocasión se llama David Martín, un novelista que tras un amor fracasado y un éxito pasajero que le permitió comprar la casa de sus sueños acaba "vendiendo su alma" a un misterioso editor, Andreas Corelli, que le paga una fortuna por dedicarse durante un año a inventar una religión.
En esta novela también seguimos a David desde la infancia, época que entronca con la librería Sempere e hijos, dirigida por el abuelo de Daniel. Martín conocerá el Cementerio de los Libros Olvidados y saldrá de ahí con un volumen titulado Lux Aeterna, redactado en la casa que ahora él habita, con la misma máquina de escribir y quizá por encargo del mismo personaje para quien trabaja.
Como puede inferirse, una vez más se explotan los paralelismos entre las experiencias del protagonista y las del anterior propietario de su domicilio, Diego Marlasca.
Aquí el personaje memorable, aunque aparece poco, es Isabella, una arrojada chica de 17 años, aspirante a escritora y futura madre de Daniel Sempere.
En El prisionero del cielo reencontramos a Daniel como narrador. Ahora es un hombre joven, casado y con un bebé. Sigue trabajando con su padre en la librería. Podría decirse que en esta ocasión es Romero de Torres quien lleva el papel estelar. La reaparición de un siniestro personaje del pasado de Fermín detona la trama y da la oportunidad de ahondar en el pasado del ingenioso exmendigo; conoceremos el interior de las cárceles durante la posguerra, reencontraremos a David Martín y sabremos más de la vida y muerte de Isabella.
La obra está dividida en cinco partes que van dando saltos temporales por tres décadas desde finales de los treinta hasta finales de los cincuenta. Luego viene un epílogo que transcurre en 1960. La seña particular de este relato es un final abierto que reclama continuación ya que deja un problema pendiente. Es la primera vez que Zafón hace esto.
RECEPCIÓN
El kilometraje de papel acumulado por Ruiz Zafón ha traído consigo la división de opiniones de los lectores. Una opinión que gana adeptos hasta presumirse mayoría es que las novelas han ido aflojando de manera que el debate se reduce a: ¿Cuál es la peor, El juego del ángel o El prisionero del cielo? Si hubiera que poner elementos de juicio en la balanza, El prisionero... tiene la ventaja de ser más corta y la desventaja de tener menos originalidad que las anteriores con una fuga a lo Conde de Montecristo y la búsqueda de un tesoro entre sus páginas.
Por último, Rosa de fuego es un cuento al que le falta combustible. Ubicado en la Barcelona del siglo XV, el texto tiene como protagonistas al gran inquisidor Jorge de León y a Edmond de Luna, "el hacedor de laberintos". Un personaje secundario de notable tratamiento es el impresor Raimundo de Sempere.
La trama gira en torno al secreto de la inmortalidad y la maldición que suele conllevar. En resumen, alcanzar esa vida eterna habría de teñir el cielo de la ciudad de fuego y sangre. Para solventar el trámite hace su aparición un dragón. La poca originalidad radica en que el 23 de abril, Día Internacional del Libro y los Derechos de Autor, coincide con la fiesta de San Jorge, santo descontinuado y caballero famoso por haber derrotado justamente a un dragón. El narrador es David Martín y en sus párrafos se insinúa el origen del Cementerio de los Libros Olvidados.
A pesar de que es cinéfilo declarado y de que trabajó un tiempo como guionista en Los Ángeles, California, Carlos Ruiz Zafón ha rechazado todas las ofertas para llevar su obra al cine.
En suma, las novelas de Ruiz Zafón ofrecen al lector viajes ligeros y rápidos, un ritmo ágil, descripciones someras y muchos diálogos. Una marca de la casa es que tiende a sobrepoblar el mapa al grado de que a veces da la sensación de que no sabe qué hacer con tanto personaje y acaba por eliminarlos de forma expedita, no sin dejar sembrada la idea de que podían haber dado mucho más.
Sus novelas tienen tramas enredadas pero estas no alcanzan a calificarse como complejas. Ruiz Zafón recurre a muchos lugares comunes y clichés literarios; utiliza los trucos clásicos de la novela de misterio y de folletín. La acumulación no es mala en sí misma pero hace que muchas cosas resulten predecibles y, por tanto, pierden efectividad los golpes de efecto. En resumen, el cronista del cementerio libresco tiene mucho por dar y tanto más por pulir en el camino hacia la resolver el pendiente guardado en su último laberinto.
Correo-e: dianaavrenim@hotmail.com