México, su presente y su futuro son tareas irrenunciables y compartidas que requieren de nuestro talento, ahínco, empuje, inventiva y capacidad creadora. México es una responsabilidad que recae en cada uno de nosotros, que demanda toda nuestra inteligencia, energía y el empuje de miles de voces sumándose al coro de una misma voz.
Los sueños del país, lo que anhelamos, todo aquello tenido por imposible en el pensamiento, sólo será posible en la realidad si asumimos nuestra tarea como ciudadanos.
No podemos ya abandonar al país; la decepción ha sido mayúscula y los buenos resultados brillan por su ausencia. No debemos achacar a otros la culpa de los males y las desgracias que nos acongojan, ni delegar el futuro en quienes de manera sistemática han renunciado a la nación que, en palabras de Isabel Allende, podría ser "nuestro país inventado". Porque no basta con imaginarlo, hay que trabajar por él y para él todos los días y a cada momento. Es hora de los ciudadanos libres y de nuestra apuesta colectiva por México.
El ciudadano del siglo veintiuno asume y defiende causas, no se abandona a su suerte ni se deja mover al vaivén de las olas. El ciudadano que anhelamos ser es, ante todo, proactivo y propositivo, procura al entorno donde vive y trabaja, desde lo local, para transformar el ritmo de las cosas. Lucha por todo aquello que implique dignificar a su comunidad. No calla, propone. No grita, construye. No ara en el mar, suma conciencias y voluntades. No busca encontrar la lámpara de Diógenes en el desierto, ilumina el camino a través de las ideas. No se aleja de la cosa pública, se involucra y participa. No reniega del poder, se empodera para tomar decisiones. No es impávido, siempre está en movimiento.
Ser ciudadano en estos tiempos es comprender que para exigir, debemos predicar con el ejemplo. El ejemplo comienza en casa, formado personas dignas que se interesen por el prójimo. También desde la escuela, donde ponemos en práctica mucho de lo aprendido y forjamos la inteligencia y motivos de las generaciones venideras.
Ser ciudadano conlleva involucrarme comenzando por lo que pasa en mi cuadra, en lo que preocupa a mis vecinos, y llevarlo ante el gobierno a todos sus niveles. Ser ciudadano es apostarle a los buenos gobiernos, a los políticos transparentes, a la rendición de cuentas y a los resultados. Ser ciudadano es vivir una existencia honrada, renunciar a la falsa comodidad de la corrupción, pues no existe mejor ejemplo para mi entorno, que la congruencia entre los dichos y los hechos. Solo así podremos exigir: cumpliendo con nuestro deber.
Ahí, en nuestras propias acciones, comienza y termina todo. Pero también ser ciudadano implica hablar de todo lo bueno que tiene el país, de los grandes esfuerzos y voluntades que a diario florecen en una comunidad.
México, querido ciudadano, es una apuesta que ya no debemos extraviar. Los retos son mayúsculos, el futuro muchas veces incierto, pero estoy seguro que juntos y poniéndole alma, corazón y vida al anhelo por un gran país, cumpliremos esa tarea pendiente de lograr un entorno más justo, uno que nos duela menos.
Ser ciudadano implica luchar por lo que más queremos en esta vida. Por la noción irrenunciable de que a la larga y no obstante los vientos contrarios, los ciudadanos probos ganarán. Libremos juntos, como ciudadanos, esta batalla en pro del gran país que tenemos y, sobre todo, por el que imaginamos puede ser. Si no nos soltamos de las manos ni claudicamos, a la larga habremos de ganar.
Mi sentido y mi razón de ser comienzan al sumirme como ciudadano y mi causa, hoy y siempre, se llama México. No la abandones ni me abandones, te lo ruego.
Nos leemos en Twitter y nos vemos por Persicope, sin lugar a dudas: @patoloquasto