— Filósofo de Güemez
El que se enoja pierde y Donald Trump fue el gran perdedor del debate del lunes; así lo señalan distintas encuestas, especialistas y público en general. El desempeño del candidato republicano, que cabe admitir tuvo un buen comienzo, al final puede calificarse de desastroso. Como espectáculo televisivo, el primer debate resultó todo un éxito en tiempos donde cada vez menos ciudadanos acuden a la pantalla chica: cien millones de personas lo vieron.
Todavía restan dos encuentros pero no creo que veamos a otro Trump más atemperado y menos rijoso. Existe uno sólo: el que conecta con sus simpatizantes diciéndoles lo que quieren oír y repite la misma cantaleta y sus propias cifras hasta hartarnos. Demandarle que aterrice ideas y articule proyectos es pedir demasiado. Trump resulta incapaz pues no domina y desconoce casi todo aquello de lo que habla. A veces, las menos, emite conceptos dignos de rescatarse.
Sin poder cantar victoria todavía, el pasado lunes muchos respiramos. Los debates por sí solos no cambian el desenlace de una elección, pero en algo ayudan. Inclusive, hasta la paridad peso/dólar y otros indicadores financieros dieron muestras de alivio tras los noventa minutos que duró el intercambio entre los aspirantes a la Casa Blanca.
Con más de tres décadas en la escena pública a cuestas, una muy experimentada y pragmática Hillary Clinton sacó a Trump de sus cabales. Clinton no genera las simpatías de Obama o de su propio marido, pero aquí no se trataba de hacerse de cariños sino de mostrar inconsistencias en el discurso del rival y deshacerlo con cifras y datos duros.
¡Vaya que Clinton consiguió todo lo anterior¡ Ahora resta ganarse el favor y convencer al gran número de indecisos -aproximadamente un 20% por ciento- que aún no decide el sentido de su voto. Ahí la gran tarea.
Desde hace semanas anticipé que la única vía posible para Clinton era la de explayar sus credenciales y experiencia, y contrastarlas con la estridencia de un advenedizo que no augura nada bueno ni para Estados Unidos, y menos para la comunidad internacional. Por fortuna, Clinton fue mucho más allá y colocó en el consciente colectivo varios conceptos que ojalá se recuerden al momento de acudir a las urnas: Trump es racista, Trump no paga impuestos y se salta las trancas, Trump no sabe un comino de política exterior y menos entiende de equilibrios y contrapesos de la comunidad internacional, Trump no honrará los tratados suscritos por su país, Trump no tenderá puentes sino se abocará a construir muros.
LAS PERLAS…
Varias frases matonas las que considero como las mejores de la noche y vaya que hubo muchas. Por ejemplo cuando Hillary Clinton le dijo a Trump que había estado preparándose para el debate y también para ser presidenta de Estados Unidos. Luego otra que pinta a su adversario de cuerpo entero. “Un hombre que pierde así los estribos con un tuit no puede tener en sus manos los códigos nucleares”, señaló . “¿Faltarme “stamina?, cuando hayas viajado a 130 países, suscrito acuerdos, destrabado conflictos y sentándote a testificar frente a un comité del Congreso por más de 11 horas seguidas, entonces me hablas de “stamina”, reviró Clinton en el momento en que Trump, sin ser muy explícito, se refirió a la neumonía que aquejó a la demócrata y a sus presuntas complicaciones médicas.
LA ADVERTENCIA…
“El moderador fue injusto, el micrófono falló, la próxima vez hablaré de temas personales de la familia Clinton”, (quiero imaginar que de infidelidades), eso nos anticipa Donald Trump para el siguiente debate. Que conste que ya dijo.
Para que luego no nos quejemos, querido lector, de que en México es deficiente el nivel político. Allá, al norte del río Bravo, también tienen lo suyo.
Nos leemos en Twitter y nos vemos por Periscope, sin lugar a dudas: @patoloquasto