Hoy me solacé con la Creación, la admiré con una luz diferente, una luz que resplandece y regocija el espíritu, una luz plasmada en cuadros fotográficos que ilustran escenas de brillantes y enérgicos colores que sólo la Naturaleza -a manera de bálsamo- regala a los humanos y los inspira a mejorar en sentimientos y acciones.
Preciso: esa luz es la Naturaleza misma, conmovedora y bella, atraída a los solariegos espacios del museo Gorosave por el maestro Jesús Jáuregui Pérez Gavilán y sus privilegiados alumnos quienes -hay que subrayarlo sin duda alguna- ahora usufructúan el ojo mágico, el pulso de artista y el cerebro de poeta del ilustre versificador lerdense, cuyas fotografías con halos que magnifican las imágenes -El Cristo de las Noas- por ejemplo- le sirven de fondo a sus pensamientos líricos publicados en los diarios locales y revistas especializadas.
En esta muestra de su trabajo artístico -"Poesía sin palabras" le llaman los conocedores- efectivamente, no se requieren palabras para captar y transmitir el maravilloso mundo que pasa por la lente del artista -y de los artistas que lo acompañan- porque, de hecho, no hay necesidad de verbalización. Las representaciones hablan por sí mismas y se disfrutan en silencio, un silencio que nos lleva a la meditación, a la paz espiritual y a un reencuentro con nuestras emociones más escondidas.
Entrar a la gran sala significa envolvernos en un universo de perfiles deslumbrantes y tonalidades multicolores que cautivan y sorprenden. Es la Creación misma, la que siempre ha estado ahí, sólo que la ignoramos, no le damos el irremplazable valor que encierra para la Humanidad. Lamentablemente, nos sensibilizamos por otras vías -las fotografías de Jáuregui y socios- y entonces comprendemos que en estos tiempos de violencia barbárica y de indolencia irresponsable, se halla amenazada por el hombre mismo.
Por eso es loable la pasión del maestro Jáuregui para preservarla en gráficas con el fin de que las futuras generaciones -potencialmente protagónicas de aquella película profética "Cuando el destino nos alcance" conozcan al planeta Tierra en toda su magnificencia.
Desde luego estoy hablando en forma fantasiosa -su legado es para los actuales y futuros pobladores de esta región, sus alrededores y los que lleguen de fuera- pero ese fue el pensamiento que me distrajo con el espectacular paisaje que inmortalizó con su cámara de gran angular un desenvuelto Ignacio Cárdenas -uno de los expositores que participan en la selección fotográfica intitulada "Yo veo diferente"- muy parecido a los que imprime en su lienzo el notable pintor mexicano José María Velasco. ¿Máquina contra paleta? Declaro un empate.
Presos de la rutina diaria que no nos permite salir al campo o recorrer con calma y reflexión el entorno urbano para conocer y reconocer sus reliquias arquitectónicas -serían la excepción (en sus tres géneros) los ilusionistas de la lente, los artistas plásticos, los poetas, los pensadores y románticos pues ellos si lo hacen- no estimamos, no queremos a la naturaleza que nos rodea. La vemos en forma irreverente, sin diferenciaciones ni distingos. Desde siempre ha estado ahí, en el firmamento lagunero, reclamando el aprecio y respeto de quienes hemos nacido o arraigado en estas tierras supuestamente agrestes pero invariablemente acogedoras. No nos interesa en la realidad, eso parece.
Una riqueza natural que los fotógrafos -Jáuregui y sus seguidores- intentan preservar antes de que la arrogancia, la intolerancia y el desdén acaben con ella en su expresión original.
No todos los expositores son poetas en el sentido literario, como lo fueron el potosino y lerdense Manuel José Othón con su poema "Estepa del Nazas", Adela Ayala con su "Canto al Desierto", Angelina S. de Márquez con "Desierto" y tantos más iluminados por una sola y única musa: la Comarca Lagunera con sus ríos Nazas y Aguanaval.
Me declaro incompetente para describir con palabras los temas fotográficos que le proporcionan una imagen diferente a la noble y centenaria Casa Gorozave.
Hay que estar ahí y profundizar con parsimonia escena por escena, desde la libélula mimetizada entre las hojas de un helecho, hasta las formas pétreas de la Sierra del Sarnoso que parecen de otro planeta -el hongo custodiado por rocas redondas pulidas por el tiempo recuerdan al Stonehenge, el monumento monolítico de aliento galés;- los atardeceres laguneros con sus rayos solares que parecen languidecer pero que dan vida luminosa a montañas, cerros y campos floridos; el infaltable Cañón de Fernández con sus senderos y ahuehuetes bordeando con majestuosidad el Nazas, el búho que filosofa en el hueco de un álamo y el pájaro carpintero que espera las horas apropiadas para picar madera… o piedra según sus requerimientos.
Águilas que planean majestuosamente con sus alas extendidas y zanates que aprovechan el desplazamiento de la garza lagunera para avanzar sin esfuerzo; el zopilote con arrogante gorguera púrpura y zarpas carroñeras, los escrutadores ojos de las grandes arañas que nos hipnotizan al entrar al recinto, las laboriosas abejas amplificadas en la foto y los chapulines de colores impresionantes -un negro azabache combinado con tonos naranja- conforman la interesante muestra inaugurada el pasado 25 de noviembre en el Museo Gorozave, su nombre actual.
El poeta de las letras y de la cámara fotográfica debe sentirse orgulloso de sus logros, lo mismo que sus alumnos y alumnas -ya no lo son tanto por aquello de que generalmente éstos superan a sus maestros- Eduardo Guajardo Mesta, Carlos Andrés Ceballos, Dr. Sergio Martínez Macías, Enrique Guzmán Medrano, Valeria Villegas, René Gerardo Ceballos Chávez y el ya citado Ignacio Cárdenas.
Para terminar, les digo a mis nuevos compañeros del taller literario de la Casa de la Cultura "Ernestina Gamboa Almeida" que gocen con esta presentación y olviden pesadumbres: En ella, respetado doctor Héctor Chapa Saldaña, hay tiempo y espacio verdes y un sol de vida; Ahí, Ana Luisa, no existen la soledad ni un México que nos duela; por el contrario María del Socorro, son tiernas las caricias que emanan de cada estampa; hay, Angelina, una aceptación a nuestros deseos y almas que nos alientan Manuel Santillán. Los secretos están ausentes Alika Denisse y Juan de Dios, olvídate de Los Agachaos y flota en las armonías del hombre, en sus estrellas y molinos de viento. Y a Jesús -el que está a mi lado, no el de Arriba- le confirmo: los milagros existen, es grato subir al monte y alcanzar su cima…
Y para mí una añoranza, cortesía de Angelina: "En mi nuevo amanecer ¡encontré la vida… y el color de su amor! Y agrego finalmente una respuesta a María del Rayo con sus propias palabras: ¡Sí, yo sé que es el amor! Es darle un portazo a la tristeza y una orquídea a la ilusión. Tan tán.