Preocupa a algunos que la constitución de la Ciudad de México se retrase. Lo que me preocupa a mí es que se aprobará. Tal vez tarde, pero será aprobada esa ley innecesaria que enreda más de lo que aclara, que amenaza mucho más de lo que ilusiona. El proyecto que ha presentado el jefe de Gobierno de la capital es apenas legible. Quien se acerque a leer la propuesta se sorprenderá de inmediato por su idioma. No se usan ahí las palabras comunes sino una lengua nueva que nadie ha hablado. Sus múltiples redactores han producido una espantosa amalgama del yeso burocrático, la pedantería académica, las consignas del activismo y los ungüentos de la corrección política. Al leer su articulado uno brinca de la pancarta a la oratoria y de la conferencia doctrinal a la asepsia de la sensiblería contemporánea.
El problema de la incoherencia de los lenguajes con que está escrito el proyecto no es más que un síntoma de su incoherente concepción. Innecesaria como regla, la constitución que se ofrece es atractiva como trofeo. La gran coincidencia está ahí, en la idea de una constitución como medalla personal. Medalla de un jefe de gobierno que no tiene buenas cuentas que entregarle a los capitalinos. Medalla de un partido que se desintegra. Medalla de los más diversos grupos sociales que pueden encontrar en algún párrafo el reconocimiento de su singularidad. Medalla también para los profesores en busca de la consagración de sus lecciones. El texto del proyecto refleja esa rebatinga de los trofeos.
Puede pescarse cualquier disposición para ilustrar lo que sostengo. La oratoria más empalagosa y hueca aparece con frecuencia. Se proclama en algún lugar que la "constitución reconoce la contribución fundamental de las mujeres al desarrollo de la ciudad." No pongo en duda la aportación de las mujeres, pero ¿de qué sirve la frasecita en el texto de una constitución? ¿Tienen cabida los aplausos en una ley? Eso sostienen los redactores del proyecto que han querido hacer de la norma fundamental un prendedor de piropos. La estructura del proyecto y, en particular su extensísima "Carta de derechos", semeja por ello al saludo de los discursos políticos con el que se pasa lista y se elogia a los contingentes que se reúnen en la plaza pública. En lugar de establecer el principio general de la igualdad, los redactores de la propuesta han querido obsequiar a cada grupo su medalla. El texto resulta así, engorrosamente reiterativo, redundante. Y la palabra de la ley, a medida que desgasta en trivialidades como éstas, se demerita.
No es solamente machacón hasta el hartazgo este proyecto, su falta de foco lo conduce a contradicciones serias. Podríamos leer, por ejemplo, el párrafo primero del inciso A del artículo 26 del proyecto. Ahí se lee que "en la Ciudad de México el ejercicio pleno de los derechos radica en el cumplimiento general de las obligaciones en el marco del pacto fiscal y el compromiso compartido entre las autoridades y la sociedad." Eso. No alcanzo a imaginar lo que habrán querido decir los redactores de esta propuesta pero, al parecer han llegado a la conclusión de que esta ciudad, más que surrealista, es orwelliana: ejercer derechos equivale, en el "alto valle metafísico," a cumplir obligaciones. La libertad será un deber.
El paternalismo aparece por todas partes como si fuera carta progresista. Es bonito saber que, si se aprueba este proyecto, tendremos derecho a una alimentación "culturalmente aceptable." Alguien nos instruirá para saber qué es admisible comer para no ofender a nuestros muertos. El capítulo económico está lejos de ofrecer certidumbre. En la economía social cooperativa que se instituye como partera de una igualdad sustantiva no hay lugar para la maldita propiedad privada. Para los redactores del proyecto, la propiedad privada es el derecho innombrable. Un ardid del neoliberalismo, supongo. La actividad económica en consecuencia no se funda en la libertad porque es una tarea de interés público que ha de ser "tutelado" por nuestros bienhechores.
El fárrago que discuten los "constituyentes" es un pésimo principio para la discusión de las nuevas reglas de la ciudad. Será aprobado con algunos cambios. Me temo que la constitución innecesaria terminará siendo, lamentablemente, una constitución nociva.
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