Poco antes de cumplir los tres años al frente del gobierno de la segunda ciudad más importante de Coahuila, Miguel Riquelme se ha separado del cargo con la finalidad de convertirse en el candidato del PRI a la gubernatura. El anuncio realizado en el marco de su tercer informe de gobierno la semana pasada a nadie ha sorprendido. Desde mediados de 2015, es decir, apenas un año y medio después de asumido el cargo, se viene hablando con insistencia de las aspiraciones del ahora alcalde con licencia. Hace un año lo reconoció abiertamente en estas páginas. Pero la coyuntura de 2013, año de la elección en la que obtuvo el triunfo en Torreón por un escaso margen y gracias sólo a los votos de los partidos coligados al PRI, le abrió la posibilidad desde el principio.
Perdidos los ayuntamientos de las otras ciudades grandes de Coahuila, la llamada Perla de La Laguna se convirtió en el cuartel principal del tricolor. Su condición de "alcalde preferido" del gobernador Rubén Moreira lo colocó de inmediato como el candidato número uno para perpetuar el régimen. Y en ello ha trabajado desde el principio. El acto proselitista del martes pasado fue la crónica de una aspiración más que anunciada. Pero más allá de su carrera política personal, ¿qué deja Miguel Riquelme en Torreón como alcalde?
La victoria de 2013 fue sorpresiva para muchos debido a la descompuesta administración municipal encabezada por el también priista Eduardo Olmos. Torreón se encontraba inmerso aún en la peor crisis de seguridad de su historia reciente, con una notoria caída en todos los servicios públicos y una depresión económica reflejada en el cierre de negocios y la sequía de nuevas inversiones. La mesa parecía puesta para que el PAN recuperara el municipio. Pero una mala selección de candidato y las fracturas internas llevaron al blanquiazul a la derrota. Riquelme llegó con un reducido capital político a la alcaldía, dada la escasa diferencia de votos con la que ganó, y con la exigencia de sacar al municipio del hoyo en el que se encontraba. Para lograrlo, contaba con la oportunidad que le brindaba el hecho de tener que trabajar con un gobierno federal emanado del mismo partido y con un gobierno estatal al que le debía incluso el apoyo para haberse convertido en candidato.
Uno de los puntos que más presume el actual ayuntamiento en su propaganda es el de la mejora en las condiciones de seguridad. Si se comparan los índices delictivos de este año con los de 2012 y 2013, efectivamente se percibe una disminución considerable. No obstante, las tasas de delitos distan mucho todavía de estar en niveles similares a los de 2004 o 2005, es decir, antes de que se desatara la ola de violencia. Por otra parte, tanto el gobierno municipal como el estatal manejan un discurso esquizofrénico al presumir como suyo el logro de disminuir las actividades del crimen organizado, pero a la par reconocer que sin el trabajo decisivo de la Federación, especialmente el Ejército, no se hubiera conseguido. También la realidad actual muestra que en materia de combate a la delincuencia común, especialmente robo violento y secuestros, hay mucho por hacer a la par de fortalecer el respeto a los Derechos Humanos en el actuar de la Policía Municipal.
Otro de los temas que más se ponderan es el de la reactivación económica. Ciertamente hoy se puede hablar de que la sequía de inversiones que duró casi una década ha terminado gracias al arribo y apertura de importantes empresas industriales. Sin embargo, el rezago del municipio, y su región circundante, sigue siendo enorme en comparación con el crecimiento que ha tenido Saltillo, además de que no han logrado recuperarse la totalidad de los empleos perdidos durante la crisis de 2008-2009. Hay que considerar también que la principal labor aquí fue desempeñada por la Secretaría de Desarrollo Económico del Estado y no por la Dirección de Fomento Económico del Municipio. Un punto más a revisar es que los empleos que ofrecen las nuevas empresas son de bajos salarios generalmente, lo cual está en consonancia con el principal factor de competitividad que sigue teniendo la región: la mano de obra barata.
En materia de obra pública y servicios, el saldo de la pasada administración fue tan negativo que lo realizado por el gobierno actual da la apariencia de suficiencia. Sin embargo, el rezago aún es de considerarse. No se puede soslayar la importancia de obras como el Centro Cultural La Jabonera, la Línea Verde o el Paseo Morelos, dirigidas a rescatar espacios públicos y ofrecer más opciones de esparcimiento. Sin embargo, también debe señalarse que la mayor parte de las obras "inauguradas", muchas de ellas a escasos días del tercer informe, fueron sólo primeras etapas, como Ciudad DIF y Metroparque, y de otras apenas fue anunciado el arranque o están en proceso, como el Teleférico, la Ciudad Judicial, el Centro de Convenciones y Metrobús.
En cuanto a los servicios públicos, destaca el avance en alumbrado público y abastecimiento de agua potable. No obstante, el primero estuvo envuelto en la polémica por el altísimo costo promedio por luminaria que contrasta con los proyectos aplicados en otras ciudades como Saltillo, en donde la inversión fue mucho menor con resultados similares. En el caso del agua, si bien fueron repuestas varias norias, el Simas no ha mejorado sustancialmente su eficiencia de cobro y distribución. Pero el gran pendiente sigue siendo el pavimento; cualquiera que recorra las calles de la ciudad se dará cuenta de la magnitud del rezago a pesar de que el alcalde se comprometió a hacer de 2016 "el año de la pavimentación". Le sigue el drenaje pluvial, el cual no se menciona en todo el Plan de Desarrollo Municipal, pero los problemas enfrentados en este año obligaron a la autoridad a considerar una solución que aún está en ciernes.
Uno de los puntos más cuestionables es el de las finanzas públicas, sobre las cuales al principio de la administración se pretendió marcar una diferencia respecto al ayuntamiento anterior. No obstante, a la vuelta de casi tres años, los problemas son los mismos: falta de liquidez, rezago en el pago a proveedores, aumento del pasivo, retención irregular del dinero de pensiones, incremento injustificable de la nómina -a pesar de la promesa de bajarla-, y denuncias por uso clientelar de los programas asistenciales. No se puede dejar de lado el caso de la retención del dinero de los trabajadores municipales para entregarlo bajo la fachada de "cuotas voluntarias" al PRI y la Fundación Colosio, una conducta que incluso está en proceso de revisión y/o sanción en el Instituto Electoral de Coahuila, la Auditoría Superior del Estado y la Fepade y que pudiera convertirse en una piedra en el zapato de las aspiraciones de Miguel Riquelme, además de afianzar la idea de que el ayuntamiento fue utilizado sólo como un trampolín en su carrera política.
Con este legado, el hoy alcalde con licencia pretende convertirse en candidato primero y gobernador después, dentro de la lógica del proyecto de sucesión del moreirismo. ¿Le alcanzará? Por otro lado, Riquelme es la apuesta de Rubén Moreira para mantener inmóviles como hasta ahora asuntos tan importantes como la deuda. El virtual precandidato ha escalado en la política a la sombra del mismo apellido. ¿Se atreverá a romper con este padrinazgo? Se antoja difícil.
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