El magisterio en campo guerrillero
El libro La revolución que llegaría, de Aleida García Aguirre dice en la contraportada: “el libro que tiene el lector en sus manos, construye una explicación sobre por qué y cómo los normalistas y maestros rurales apoyaron a los grupos de peticionarios de tierras de Chihuahua entre 1960 y 1964 y cuáles rasgos distintivos pudo dar su presencia a la lucha agraria.”
Queda claro así que la obra se dedica a develar, por una parte, la dinámica de hechos de resistencia campesina y, por otra, la estructura de estudiantes y maestros, principalmente normalistas, en que fue sosteniéndose la lucha agraria por la Sierra Tarahumara, sobre todo entre 1962 y 1965.
Es notable la meticulosidad académica con que la autora articula análisis y proposiciones y lo afortunado de los recursos literarios que emplea, entre ellos las claras metáforas, los coloquialismos de sus fuentes orales y el espíritu literario de sus epígrafes (versos de José Emilio Pacheco, fragmentos de Julio Cortázar y Mario Benedetti). En La revolución que llegaría estamos ante un libro de tres meritorias características: una caudalosa y valiosa sustancia, una cuidadosa metodología y una acertada vocación estética. Este instrumental acaba mostrando que tan vinculado estaba el magisterio con la revolución que llegaría.
Muchos pasajes tratan lo enraizado que vivían los trabajadores de la educación en el pueblo. Miguel Quiñonez, nos dice la autora, preparaba una memoria detallada de la obra social que varios profesores desarrollaban en Ariseachi. La memoria de texto y fotos exhibía desde la construcción de un salón escolar hasta la promoción de campañas de aseo y vacunación pasando por muchos otros trabajos de apoyo a las comunidades populares. Durante las acciones del Grupo Popular Guerrillero Arturo Gamiz, la vinculación de los profesores con esa vanguardia del pueblo campesino, por mínima que fuera, causó desmedida represión a los “profes”.
La autora escribe: “La acción provocó la movilización del ejército para aniquilar la guerrilla y además se consignó al director de la escuela federal de Tomóchic. Locadio Carlos Núñez Moreno, fue ‘acusado de los delitos de incitación a la rebelión, daño en propiedad ajena, ataques a las vías generales de comunicación, robo calificado, amenazas, asociación delictuosa, portación de armas prohibidas y ataque en despoblado’; la prueba acusatoria fue la máquina de escribir propiedad del profesor, con la cual se escribió el manifiesto.”
El Grupo Popular Guerrillero Arturo Gámiz siempre encontró postas en sus travesías gracias a la distribución de profesores en la escabrosidad serrana. Aleida García evidencia la red de relaciones tejida desde un inspector escolar miembro del Partido Comunista hacia profesores de base: “En algún momento después de abril pero antes de julio de 1968, los militantes del GPGAG ingresaron al territorio delimitado por la cuarta zona escolar y ahí se entrevistaron con el inspector Manuel Reynaldo Gaytán Méndez. Bajo qué circunstancias y en qué términos se dio este encuentro es un misterio no dilucidado. De acuerdo con el profesor José Isabel Rivera Landeros fue Gaytán quién los contactó a él y otros maestros de la zona con el grupo guerrillero.”
Aleida García Aguirre muestra la capacidad del pueblo mexicano para resistir, avanzar y renovar sus fuerzas; también el recurrente surgimiento de intelectuales que registran las luchas del proletariado rural y urbano para reafirmar la razón de los desposeídos, lo justo de sus demandas que son expresión de su necesidad de una vida digna. Igualmente, muestra la poderosa energía popular que fueron los estudiantes normalistas, sus profesores y también los alumnos de algunas instituciones oficiales como la escuela para mujeres y algunas secundarias.
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