¿Qué es lo que falla en el México de las reformas? ¿Por qué todo parece salir al revés de lo prometido? ¿Cuál es la razón para que no haya más y mejores empleos; un crecimiento económico más acelerado; precios de los combustibles más competitivos; mejor educación; etcétera?
La respuesta que algunos tienen a la mano es que las reformas no eran recetas mágicas y que tardarán en arrojar resultados positivos. Es posible que así sea, aunque en su momento, cuando se hacía propaganda gubernamental en torno a éstas, nada se hablaba de las demoras. Por el contrario, se hicieron promesas de resultados inmediatos, como aquella que aseguraba la creación de 400 mil empleos de forma adicional a los que se venían generando de manera inercial, el primer año de aplicación de la reforma laboral. Sabemos que eso no sucedió.
Otra explicación sobre los pobres resultados que hasta ahora han otorgado las reformas, tiene que ver con la llegada tardía de esos cambios estructurales. Nos dicen que, de haber ocurrido antes, México sería casi el Paraíso. Pero llegaron cuando las condiciones globales ya no eran propicias para esos buenos resultados. El argumento se parece al que daría aquel que compró un pantalón de una talla menor a la que necesita, alegando que de joven le habría quedado: absurdo. Si las condiciones ya no eran las mismas que hace 20 o 30 años, ¿por qué motivos no se diseñaron modificaciones acordes a las nuevas circunstancias?
Un argumento más proviene de quienes afirman que el problema no son las reformas sino su aplicación. Alegan que el marco normativo es de por sí bueno, pero que quienes tendrían que operarlas han cometido errores que han impedido que los cambios estructurales tengan los frutos esperados. Una de esas equivocaciones a la que suele colgársele el muerto, es por cierto otra reforma, la fiscal, que dicen fue creada a contrasentido del resto, ocasionando incertidumbre entre los inversionistas.
Una última respuesta a la pregunta por el aparente fracaso de las reformas, es la corrupción que en este sexenio se desbordó. Quienes sostienen ese argumento, dicen que no hay cambio cuya bondad resista al saqueo impune y descarado que se está orquestando desde la Presidencia y que se potencia en las gubernaturas y alcaldías de casi todo el país. Por eso, han apostado a una reforma más, la que crea el Sistema Nacional Anticorrupción, como mecanismo salvador.
Sea cual sea la explicación, lo que queda es la sensación de un México que sigue esperando un milagro, uno cada vez más imposible. Lo único cierto es que el tiempo se nos agota, y la patria también.