¿Prioridad?. Una vez que Trump ha llegado a la presidencia cumplir la promesa del muro será uno de sus mayores retos.
¿Imagina usted qué se puede hacer con 25 mil millones de dólares? Para darle una idea, esa cantidad equivale a lo que costaría comprar un auto nuevo para 3 millones de familias, al monto total de las remesas que se enviaron de Estados Unidos a México en 2015, y es la décima parte del Presupuesto de Egresos aprobado por la Cámara de Diputados para 2017. También, con esa cantidad, se podría construir un muro en la frontera.
El muro entre México y Estados Unidos fue uno de los ejes de campaña de Donald Trump, pero una vez que ha ganado la presidencia, cumplir esa promesa representará uno de sus mayores retos. El proyecto requiere de miles de millones de dólares. La iniciativa y el presupuesto anual deben ser aprobados por el Congreso y se necesita un mínimo de cuatro años, a un ritmo de 40 mil trabajadores por año, para realizarlo, y ni así se lograrían cubrir los más de 3 mil kilómetros de largo de la línea fronteriza.
En sus cálculos iniciales sobre el plan para construir el muro, Trump planteó un costo de entre 8 mil y 12 mil millones de dólares -aunque después matizó que sería para cubrir únicamente algunos segmentos de la frontera suroeste-. Tres diferentes estimaciones realizadas por Marc Rosenblum del Migration Policy Institute, la firma de análisis financiero Bernstein Research, y el diario The Washington Post, coinciden en que, en términos realistas, el proyecto requeriría de 25 mil millones de dólares y un ejército de miles de trabajadores al año para que la obra pudiera finalizarse en los cuatro años del próximo periodo presidencial.
"El costo no es sólo por construir un muro, es todo un sistema de personal, tecnología, mantenimiento, que tiene que operar a lo largo de los años", explica David Shirk, profesor de Relaciones Internacionales y Ciencia Política, y exdirector del Trans-Border Institute de San Diego, centro académico especializado en el estudio de la frontera entre México y Estados Unidos y sus comunidades. "Estamos hablando de un proyecto muy ambicioso económicamente, que tiene un costo muy alto para los ciudadanos estadounidenses, y que al final no tendría un impacto significativo para detener la migración desde México hacia Estados Unidos".
Actualmente, hay más de mil kilómetros, la tercera parte de "la línea", en los que existe algún tipo de estructura entre los dos países. Pero la mayoría de estas construcciones son vallas cuyo objetivo principal es obstruir el paso de vehículos, y aunque en teoría la idea de construir una barrera para evitar el paso peatonal es atractiva, en la práctica el gobierno enfrentaría retos enormes, desde las características geográficas del terreno -desierto, montañas, río-, hasta la oposición de las comunidades que viven en ambos lados de la frontera, cuyos terrenos tendrían que ser expropiados para proceder a la construcción.
"Trump no tendrá ningún obstáculo legal para llevar adelante este proyecto", dice Shirk refiriéndose a la conformación del Congreso, que quedará completamente en manos republicanas. "Sin embargo, lo que vamos a ver es que va a disminuir las expectativas del proyecto. Ya ha empezado a decir que tal vez no será un muro, sino una barda, bueno, eso ya lo tenemos, existen cientos de millas de barda en la frontera, de manera que casi la mitad de la propuesta ya está cumplida. Trump es un actor político que estuvo dispuesto a decir cualquier cosa para ganar la presidencia, pero en realidad no tiene una visión muy distinta de lo que ha sido la política real por muchos años en Estados Unidos".
La experiencia de la "política real" en las administraciones anteriores, tanto con presidentes demócratas como con republicanos, demuestra que ni la aprobación de una ley ni de recursos garantizan que se lleve a cabo la obra.
Una historia sin final feliz
La tarea de proteger la frontera sur ha sido el dolor de cabeza del gobierno estadounidense desde hace al menos dos décadas, en particular tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.
El primer tramo de muro físico se aprobó en 1990, siendo presidente George Bush padre, en el sector San Diego, en California. Fue construido con placas de acero que, como dato curioso, incluyeron restos de las hojas de metal que se usaron durante la Guerra del Golfo para improvisar pistas de aterrizaje en el desierto. Esta obra se extendió 22 kilómetros. Seis años más tarde se autorizó la construcción de un muro secundario, hecho de reja, de tres metros de alto, en 16 de los 22 kilómetros del sector, con espacio entre un muro y otro para permitir que los vehículos de la Patrulla Fronteriza circularan en la zona.
En 1998, en el gobierno de Bill Clinton, se planeó para el otro extremo del país un muro virtual de alta tecnología que operaría en el oeste de Texas con el nombre de Integrated Surveillance and Intelligence System (ISIS), pero el experimento tuvo fallas de administración, mantenimiento y operación del equipo, que finalmente quedó inutilizado en el sitio donde se colocó.
Tocó a la siguiente administración, la de George W. Bush, crear el Departamento de Seguridad Interna (DHS), y a través de él presentar un proyecto nuevo en noviembre de 2005: la Iniciativa de Frontera Segura (Secure Border Iniciative, SBI), a la que entre 2006 y 2008 se asignaron más de mil millones de dólares para construir un muro de concreto y acero, y otro "virtual" llamado SBInet. La meta era completar 670 millas, mil 78 kilómetros. Sin embargo, Boeing, la empresa a la que fue asignado el contrato, incumplió con los plazos acordados. Al retraso se sumó la crisis económica que inició ese año. En 2010, el DHS anunció que congelaría los gastos del muro virtual y que redistribuiría esos recursos para ser invertidos en "otras tecnologías de seguridad disponibles comercialmente y probadas", entre ellas, el tradicional patrullaje en la frontera.