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El otoño de la revolución de Fidel

SIN LUGAR A DUDAS

PATRICIO DE LA FUENTE
“Es necesario esperar, aunque la esperanza haya de verse siempre frustrada, pues la esperanza misma constituye una dicha, y sus fracasos, por frecuentes que sean, son menos horribles que su extinción”.

— Samuel Johnson

Hace muchos años viajé por primera vez a Cuba. Fue, en todos sentidos, una de las experiencias más significativas que he tenido en la vida. Existe un antes y un después a partir de aquella incursión a la isla.

Recuerdo haberla narrado en varias entregas para El Siglo de Torreón. Mágico, impactante, catártico. El dolor y el extravío, las tribulaciones de todo un pueblo me dolían y me seguirán doliendo. Compartimos, con nuestros hermanos de Latinoamérica, anhelos comunes y problemáticas ancestrales que nos afligen.

Pero también los cubanos son generosos y nos hacen partícipes de su permanente alegría de vivir, de la inventiva y creatividad con las que han ido sorteando, a lo largo de casi seis décadas, el sin fin de tribulaciones a los que los condenó el régimen y su yugo represor.

A los cubanos, si algo los ha salvado de la locura y la tristeza, es el clima y la música: eso pensé entonces y eso sigo creyendo a la distancia. Ahora, ante la nueva circunstancia que implica el acercamiento con Estados Unidos, quizá también los salvará el anhelo de un futuro promisorio, o el simple deseo de un mañana menos incierto.

“Para que no reinen jamás, la opresión y la tiranía”, está escrito en una placa en el Palacio de la Revolución. Llamó poderosamente mi atención, de entre todo lo que vi, esa frase porque ejemplifica el adagio de malos augurios, de todo lo que la gesta de fines de los cincuenta condenaba y de lo cual, afanosamente quiso huir: la era de Fulgencio Batista.

Dicotomías, triunfó la revolución en muchos ámbitos pero también fracasó en lo político, coartando la libertad de toda una nación. Ahí el costo, y el más grande sinsentido de la gesta de Fidel.

Pero siendo justos, también Estados Unidos falló, principalmente con ese anacronismo histórico conocido como “bloqueo”. Presidentes tuvieron que pasar muchos hasta que Barack Obama decide utilizar el capital político restante en dos apuestas grandísimas, una mucho más arriesgada que la otra: Irán y Cuba. Ahí su legado para la historia, que siempre se escribe a largo plazo.

Lo que mis ojos constataron en días pasados, cuando Obama aterrizó en la isla con su familia y colaboradores cercanos fue algo que juré, por lo menos en lo que me resta de vida, jamás vería.

Ahora toca asistir a un proceso que adivino lento y paulatino, donde ambas partes tendrán que zanjar viejas rencillas, suturar heridas y apostarle al establecimiento de una conversación que no evada ningún tema o circunstancia, agravio y desencuentro, por más hondo que sea.

Inevitable abordar la estructura y el sistema político cubano, y explorar formas que le permitan a su pueblo recobrar una libertad que a buena parte de la población le es desconocida. En caso de conquistarla, la gran apuesta es qué hace con la libertad un ser humano cuando sencillamente no la conoce.

Emprender el vuelo no será una tarea sencilla para nuevas generaciones ávidas de un cambio de dimensiones tan complejas…

LA ÚLTIMA DE MIS CARTAS

Desde su encierro, con la mano temblorosa de una vida que se le escapa, Fidel ha querido dar el último zarpazo, manifestar un liderazgo del que hoy adolece y, en su visión de las cosas, defender la dignidad de su pueblo.

Escribió: “No necesitamos que el imperio nos regale nada. Somos capaces de producir las riquezas y los alimentos materiales que necesitamos con el esfuerzo y la inteligencia de nuestro pueblo”.

Se confunde el comandante, presa de su propio pasado e historia, ciego e incapaz de asistir a lo que se avecina aunque no quiera.

Y es que Estados Unidos no busca regalarle nada a Cuba; con los gringos y más cuando de política se trata, ni hay regalos o cosas gratis. Si a caso, lo que viene, es un cambio de narrativa y de la historia tal como la conocíamos.

La Guerra Fría terminó hace poco más de una semana, cuando el avión de Obama pisó el Aeropuerto José Martí de La Habana. Tomó sesenta años. No es poca cosa…

Nos leemos en Twitter y nos vemos por Periscope, sin lugar a dudas: @patoloqausto

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