En sólo una década el Partido de la Revolución Democrática redujo su porcentaje de votación a menos de una tercera parte del casi 30% de los votos, que alcanzó en la elección para diputados en el proceso electoral del 2006, y está a punto de desmoronarse si los líderes de las tribus que lo mantienen secuestrado no logran superar sus ambiciones personales y privilegiar el futuro del partido.
La debacle perredista se inició en el 2009, cuando apenas lograron retener el 13% de los votos, sin embargo, tuvieron un respiro en la elección presidencial del 2012, donde impulsados por la candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador, lograron obtener más del 19% de los votos en la elección de diputados; se volvieron a caer en la elección del 2015, cuando apenas lograron rebasar el 12% de las preferencias electorales, que sin embargo fue más de lo que se esperaba y, a pesar de la caída, pudieron mantenerse como la tercera fuerza electoral a nivel nacional.
En esa elección estuvieron en riesgo de quedarse sin ninguna gubernatura, pues perdieron Guerrero; pero lograron recuperar Michoacán y así pudieron mantener el mismo número.
Sin embargo, tras los resultados electorales en las elecciones estatales de este año, ya no hay duda de su derrumbe, pues en las 12 entidades que eligieron gobernador, Morena los desplazó como tercera fuerza electoral y obtuvieron alrededor del 9% de los votos y se quedaron sin ninguna gubernatura, pues de las 3 que ganaron en su alianza con el PAN, en ninguno de los casos ellos nominaron al candidato.
Inclusive en Quintana Roo, la única entidad donde pueden argumentar que el candidato tampoco era panista; que ellos se acercaron primero a Carlos Joaquín, cuando los priistas lo despreciaron; y que tradicionalmente habían obtenido mayor votación, aunque los votos perredistas fueron indispensables para obtener el triunfo, en realidad quedaron en el quinto lugar de las preferencias electorales, pues los superaron PAN, PRI, Morena y PVEM.
En estos momentos, el PRD es gobierno en 4 entidades: Ciudad de México, Michoacán, Morelos y Tabasco; pero está en riesgo de perder al menos 2 (Ciudad de México y Morelos) de las 3 entidades que elegirán gobernador en el 2018, pues salvo el caso de Tabasco, los resultados electorales del año pasado los ubicaron en segundo lugar. Pero el PRD ha sido gobierno en Baja California Sur, durante 2 sexenios; Chiapas, otros 2; Guerrero, donde ganó 2 elecciones, pues el segundo gobierno fue reducido; Oaxaca, únicamente duró un sexenio; Tlaxcala, igual únicamente 1 sexenio; y en Zacatecas, donde estuvo en el gobierno durante 12 años, pero ahora el candidato designado por el PRD y postulado por la coalición PAN-PRD, se fue hasta el tercer lugar, superado por el PRI y Morena.
Como es evidente el PRD ha perdido porcentaje de votación y, en consecuencia, puestos electorales y financiamiento público, por lo cual los puestos directivos se vuelven más disputados, pues son los que les permiten tener el acceso directo al manejo del presupuesto.
Ante la ausencia de un liderazgo indiscutible, como en su momento lo ejercieron Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador, los dirigentes de las tribus se quedaron sin referente o árbitros y disputan más encarnizadamente los puestos directivos. Lo cual se volvió más evidente tras la renuncia de Carlos Navarrete, a la dirigencia nacional, tras la caída electoral en las elecciones intermedias del 2015, donde para lograr un acuerdo tuvieron que recurrir a un externo, Agustín Basave, que nada pudo hacer por detener la caída libre en la que se encuentra el partido.
Ante el nuevo fracaso electoral, al no haber ganado ninguna gubernatura y haberse convertido en la cuarta fuerza política, Basave también renunció a su puesto sabedor de que mientras los dirigentes de las tribus siguieran anteponiendo sus intereses personales a los del partido, nada se podía hacer para salvarlo.
Tras dos días de reuniones, el sábado 2 de julio, tuvieron que aceptar que no había acuerdo para nombrar a un nuevo dirigente y, por lo tanto, acordaron instalar el Consejo Nacional, al que habían citado para ese día y declarar inmediatamente un receso (que planean de 15 días) para poder abrir el espacio para continuar las negociaciones.
Cualquiera que sea el resultado de las negociaciones, salvo que hubiese algún acontecimiento inesperado, es un hecho que el PRD continuará su caída, pues carece de liderazgos populares y de propuestas atractivas y alternativas para la población. En estos momentos el PRD paga los costos de haber formado parte del Pacto por México y de haber perdido a sus principales líderes políticos (ya ninguno de sus referentes históricos como: Cárdenas, López Obrador, Porfirio Muñoz Ledo, entre otros, continua en sus filas).
Y el mayor problema es que los líderes de las tribus ven al instituto político como un negocio, por el financiamiento público que reciben y se reparten, por lo cual el tobogán en el que se encuentran todavía toma una pendiente más pronunciada: la pérdida de financiamiento y de posiciones electorales, encarniza las disputas internas, lo cual a su vez aumenta el desprestigio del partido y su alejamiento de la sociedad mexicana, lo que se traduce en la reducción de las preferencias electorales y, así sucesivamente.
En estas condiciones es solo cuestión de tiempo para que el PRD se convierta en un partido pequeño, sin influencia real en el espacio político mexicano y, eventualmente, desaparezca, víctima de la codicia de los dirigentes de las tribus.