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EL QUIJOTE TRADUCIDO AL ESPAñOL CERVANTES, 400 AÑOS

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EL QUIJOTE TRADUCIDO AL ESPAñOL CERVANTES, 400 AÑOS

Sí, aunque en principio suene increíble, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, escrito en español por Miguel de Cervantes, cuya I Parte se publicó en 1605 y la II en 1615, acaba de ser traducido al "castellano actual, íntegra y fielmente" por el conocido cervantista ibérico Andrés Trapiello.

La nueva versión, quizá sea un tanto exagerado llamarla traducción, fue publicada tanto en Madrid como en México a mediados del año pasado, 2015, seguramente con el propósito de hacer coincidir la edición con el cuarto centenario de la aparición de la II Parte de la genial novela. Lo cual calculó muy bien Trapiello, el "traductor", pues dice que le llevó nada menos que catorce años de trabajo "pasar el Quijote de su castellano original al nuestro".

A principios del siglo XXI, ¿se hace necesaria la traducción de El Quijote al "castellano actual"? Por las razones que él expone, Trapiello categóricamente dice que sí. Desde mi modesto punto de vista considero que no, si bien ha de reconocerse que se hace indispensable agregar al texto original algunas notas de pie de página, ni siquiera en gran número, para que el hispanoparlante contemporáneo entienda mejor lo escrito por Cervantes hace cuatro siglos, en una lengua que tiene de existencia diez centurias (mil años).

El prólogo de la edición fue escrito por Mario Vargas Llosa y de entrada deslumbra, por apantallante. Dice el Premio Nobel que en los años sesenta el ministro de Asuntos Culturales de Charles De Gaulle, André Malraux, decidió mandar limpiar la fachada de los edificios clásicos de Francia (Notre Dame, el Louvre, los puentes sobre el río Sena), lo cual provocó "violentas protestas de eruditos y académicos según los cuales era una verdadera herejía privar a los grandes monumentos históricos de la reverente pátina con que los habían cubierto los siglos". Pero cuando ya limpios fue posible admirar su gran esplendor primigenio, la actitud cambió radicalmente "y prevaleció una suerte de unanimidad respecto de la sabia decisión" de Malraux.

Es el mismo caso de El Quijote, afirma Vargas Llosa, al que Trapiello "ha rejuvenecido y actualizado, como el Louvre o Notre Dame", sin dejar de ser el mismo, para ponerlo "al alcance de muchos lectores a los que el esfuerzo de consultar las eruditas notas a pie de página o los vocabularios antiguos disuadía de leerlo". Francamente, no me parece válido ni aplicable al caso el argumento.

Varias razones alega el propio Trapiello en abono a su versión de El Quijote al "español actual". Dice que no se debe obligar al moderno hispanoparlante a leerlo "en un castellano del siglo XVII que ni hablamos ni a menudo entendemos".

Otra más: Que las no pocas explicaciones a pie de página que hoy se hacen necesarias para su lectura, son como alevosas cuchilladas en forma "de mil notas a veces enfadosas y poco claras". Sin embargo, Trapiello mismo incorpora a su texto un par de extensas notas (visibles en las págs. 200-201 la primera, y en 290-291 la segunda).

Y una tercera razón que invoca varias veces es la siguiente: "Los tiempos verbales -dice-, principalmente los subjuntivos, hoy desusados en buena medida, no son trabas menores que tiene que sortear un lector actual, al igual que el empleo de las preposiciones o el de un hipérbaton que tanto tiene de laberinto para nosotros. En cuanto al infinito número de refranes, giros y locuciones populares, en buena parte olvidados, siguen y seguirán siendo fuente de eternas controversias".

Así es, en efecto, porque tal fue la voluntad de su insigne autor al escribir El Quijote, quien lo redactó en cuatro distintos estilos de español, por así requerirlo su inmortal fábula. A saber:

1. El español medieval, que es el utilizado por Don Quijote cuando le llega con fuerza la locura de sentirse auténtico caballero andante.

2. El lenguaje rústico y defectuoso propio del habla de Sancho Panza, que le es frecuentemente corregido por Don Quijote.

3. El llamado idioma de germanía, que era el empleado por la infinita caterva de pícaros y sinvergüenzas, personajes típicos de la España de fines del siglo XVI y principios del XVII, y

4. El utilizado por el autor, principalmente en los pasajes de corte descriptivo de su gran obra.

Si cualquiera de las tres primeras categorías se "moderniza", y peor aún si ocurre con las tres, y ya ni qué decir si igual sucede con la cuarta, en realidad se leerá una versión no actual sino distorsionada de El Quijote. Lo cual es muy lamentable en el caso de quienes gozamos del enorme privilegio de tener al castellano como lengua madre, privilegio que quedará sacrificado por una mal llamada modernidad.

Jagarciav@yahoo.com.mx

Juan Antonio García Villa

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