Siglo Nuevo

El ruido de la vida al levantarse

Juan Gabriel Vásquez vive para historiar, para darle consistencia a la memoria

Foto: Bill O’Leary

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Minerva Anaid Turriza

Juan Gabriel Vásquez es autor de las novelas: Los informantes, Historia secreta de Costaguana, Las reputaciones y La forma de las ruinas. Sus dos primeras obras, Persona y Alina suplicante, no son la prosa que le gusta, así que pide que sean olvidadas, no fueron más que textos de aprendizaje.

Nació en Bogotá, Colombia en 1973. Estudió Derecho en su ciudad natal, en la Universidad del Rosario. Luego realizó un Doctorado en Literatura Latinoamericana en la Sorbona de París. De 1992 a 2012 vivió en Barcelona. En 2008 comenzó la escritura de un libro sonoro que le dio fama internacional. Actualmente ha vuelto a vivir en Bogotá.

Vásquez tiene mucho kilometraje recorrido sobre el papel, además de novelar es colaborador en varias revistas y suplementos culturales, también es columnista del periódico colombiano El Espectador. Además es ensayista, biógrafo de Joseph Conrad y traductor.

Su obra El ruido de las cosas al caer fue galardonada con el Premio Alfaguara de Novela en 2011, con el Premio Gregor von Rezzori en 2013 y el Premio Literario Internacional IMPAC de Dublín en 2014.

La recepción de la crítica fue buena, como para decir que: “Es un viaje al pasado buscando causas, motivos y acontecimientos que puedan explicar la situación actual que atraviesa Colombia y por extensión sus habitantes”.

O para concluir que se trata de una novela "capaz de no agotar los temas y que permite al lector suponer más de lo que se dice, relato complejo de brillantes cabos sueltos”.

Los elogios, sin embargo, no impiden que algunos de los escritores colombianos de su generación lo aborrezcan y lo acusen de ser “un narrador inflado”.

RELATAR LO PRIVADO

Vásquez opina que el novelista es un historiador sólo que su esfera de acción es muy particular, se circunscribe a “las emociones, (es) un historiador de las almas que trata de contar lo que pasa en esos lugares privados, invisibles, cuando nos llegan las consecuencias de los grandes hechos históricos”.

También refiere que "la razón de ser de la novela, como decía Milan Kundera, es contar lo que sólo la novela puede decir. Y para conseguirlo hay que llegar a los lugares donde es necesaria la ficción. Pienso que la novela es necesaria y la seguimos leyendo y escribiendo porque es capaz de decirnos cosas que no dice ni el mejor historiador o el mejor periodista”.

Al hablar de literatura, Juan Gabriel Vásquez utiliza con frecuencia el término “distorsión histórica”. Opina que ese recurso posibilitaría un nuevo tipo de novela.

Las novelas, cuando son una simple ilustración de un momento histórico, afirma el colombiano, le aburren mucho. Son culpables, según Vásquez, de cometer el peor pecado en que puede incurrir un novelista: "ser redundante".

Si al finalizar la lectura, dice, le queda la sensación de que “esto yo ya lo sabía”, el fracaso es completo.

La novela ideal, según el autor, es aquella que cuenta cosas desconocidas para el lector. No es necesario que se aborden temas novedosos, es suficiente con "tratamientos novedosos".

En ese sentido, los recursos que le gusta descubrir son las asociaciones imprevisibles y las sugerencias que nunca antes se habían hecho.

ROMPER LA LÍNEA

La novela histórica (o de distorsión histórica) que le gusta al colombiano, tiene características propias: su método consiste en tomarse libertades, romper deliberadamente con la historia conocida, con las cronologías; gusta de aplicar el ingenio a llenar vacíos, zonas oscuras, faltas de pruebas, fingiendo que ocurrió lo que nunca ha ocurrido.

Todo esto en pos de alcanzar una verdad humana más profunda que la retratada por la historia, con las facultades puestas en evitar la redundancia, en darle a la distorsión su justificación.

“Me gustan los novelistas camaleónicos, los que cambian con cada libro, los que quieren descubrir nuevos territorios con cada libro”, ha señalado a medios internacionales y parece empeñarse en convertirse en uno de ellos.

Aunque en un momento se le identificó como parte del grupo Bogotá 39, a Juan Gabriel Vásquez no le vienen las etiquetas: “No me interesan las declaraciones de moda ni los manifiestos generacionales, ni ninguna de esas bobadas. La literatura no es una actividad sindical”.

Sobre su labor en los terrenos de la ficción, su postura es creer a ciegas "que el destino individual de alguien que no existe puede decirnos mucho sobre nosotros”.

EL RUIDO

Todo comienza con un incidente ocurrido en 2009, la fuga de unos hipopótamos del zoológico que construyó Pablo Escobar en el valle del Magdalena.

Este incidente llevará al protagonista y narrador Antonio Yammara a rememorar una relación forjada y sostenida a partir de encuentros ocasionales en un billar a mediados de los noventa. La truncada amistad, cuando aún era un joven profesor, con un hombre ya maduro y algo misterioso llamado Ricardo Laverde.

“No, yo no contaré mi vida, sino apenas unos cuantos días que ocurrieron hace mucho, y lo haré además con plena conciencia de que esta historia, como se advierte en los cuentos infantiles, ya ha sucedido antes y volverá a suceder. Que me haya tocado a mí contarla es lo de menos”, dice Yammara.

El suceso clave, el que detona la trama, es la detonación de un arma de fuego. Yammara y Laverde caminan por la calle cuando un motociclista les dispara.

Laverde muere; Yammara sobrevive y el trauma será más duradero que las heridas físicas. Un año después del incidente Antonio Yammara no encuentra sosiego. La ansiedad y el miedo le impiden dormir, se aísla de su familia, comienza a obsesionarse, las secuelas psicológicas son ya insostenibles y, buscando comprender lo que le pasó, tratará de resolver los misterios en torno a Laverde: ¿Quién era? ¿Qué pasó en su vida? ¿Qué hizo para terminar asesinado?

La gran constante en la novela, sin embargo, no es el misterio sino el miedo. El miedo enquistado bajo la piel, incrustado en el alma, miedo de salir a la calle, miedo hasta de la propia sombra, miedo por uno mismo y por la gente a la que se ama.

Y cuando (aparentemente) lo peor ha pasado, cuando la tormenta ha pasado, cuando el tormento se ha atenuado, salta el eco del miedo, ese resabio del miedo que no cede, que se esconde en algún rincón inaccesible del inconsciente. Y no es cualquier temor sino un miedo integral, constante, a todo, a todos, al Estado, al ejército, al cártel, a los paramilitares, a los desconocidos y a veces hasta a los conocidos.

MEMORIA ACTIVA

El ruido de las cosas al caer es, sobre todo, un ejercicio memorioso. La novela comienza en la primera década del siglo XXI, pero la historia nos hará retroceder a la década de los noventa del siglo pasado, a la muerte de Laverde y a las investigaciones emprendidas por Yammara.

La búsqueda de respuestas llevará al protagonista al edificio en que vivió Laverde. En ese lugar encuentra un casete que se convertirá en una pieza clave de la intriga.

En la segunda mitad del relato Yammara trabará conocimiento con Maya Fritts, hija de Ricardo Laverde y Elaine Fritts, quien fue miembro de los Cuerpos de Paz (Peace Corps) norteamericanos enviados a Colombia para intentar mejorar las condiciones de vida de la población.

Maya y Antonio irán reconstruyendo la relación de Ricardo y Elaine a través de cartas y otros documentos que Maya ha recolectado con minuciosidad de archivista. Así, el relato suma piezas al rompecabezas y retrocede a comienzos de los setenta, cuando el negocio de las drogas y el imperio del narcotráfico apenas alzaban el vuelo y Laverde era un joven piloto obsesionado con la idea de imitar la figura de un abuelo con pasado heroico.

La historia de Ricardo Laverde, quien vio nacer y crecer los beneficios del narcotráfico, complementada por la de Antonio Yammara, quien creció con las violentas consecuencias de esa actividad bañada en tinta escarlatina, acabarán por explicar la historia reciente de Colombia a través del pasado concreto (aunque ficticio) de dos individuos que solamente existen al interior de un libro.

¿Qué ruido producen las cosas al caer? Eso depende de qué sea lo que caiga. En esta novela caen paquetes, caen tres aviones, cae Pablo Escobar, cae Colombia entera y caen las vidas de los personajes.

Finalmente, sin importar las dimensiones de la tragedia nacional retratada en El ruido de las cosas al caer, Antonio Yammara y el resto de los personajes que por ella transitan trasladan al lector sus marcas, sus cuitas; la gran tragedia no resulta más importante que los problemas individuales porque los grandes traumas no inmunizan contra las pequeñas pérdidas. La historia patria bien puede ser, si seguimos el ejemplo de Juan Gabriel Vásquez, la recreación de un dolor muy personal.

Correo-e: dianaavrenim@hotmail.com

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