Foto: Archivo Siglo Nuevo
Es evidente que el ambiente familiar y los procesos de interacción tienen gran influencia en la conducta delictiva, la cual es un síntoma, una forma de organizar la experiencia, una defensa psicológica que utiliza el sujeto como medio para no caer en la disgregación de su personalidad.
Ser adolescente es aquello que nos convierte en seres humanos
David Bainbridge
La influencia de la familia en la formación de la personalidad es determinante. Viendo la manera en que se relacionan sus padres es como el niño aprende a interactuar en la escuela y en otros ámbitos. Si papá y mamá se relacionan de cierta forma que promueva muestras de afecto positivas y constantes, el niño crecerá con buena autoestima, además de valores y habilidades sociales.
En ocasiones la dinámica familiar propicia la violencia. Imaginemos que Juan, de 29 años de edad, violenta a su esposa Claudia, de 24, física, verbal y económicamente, al insultarle, golpearle y quitarle el dinero que ella misma gana. Claudia, frustrada, golpea y regaña a Chuy, su hijo mayor, quien cuenta apenas ocho años de edad, porque empujó a su hermana menor Natalia, quien a su vez responde con patadas, golpes y empujones. En su defensa, Chuy argumenta que los hizo por defender a su pequeña hermana de 11 meses porque Natalia no la dejaba dormir y le gritaba groserías. Crecer en este tipo de ambientes tan hostiles definitivamente se ve reflejado en el comportamiento de los niños en el ámbito escolar, en la misma forma de interactuar y a la hora de jugar.
La familia es portadora de ansiedad y conflicto, en ese sentido, el delincuente es un emergente del grupo familiar, y se caracteriza por su impulsividad y poca capacidad de autocontrol, muestra dificultades para demorar la gratificación, no considera las consecuencias de sus actos y tiene dificultades para comprender y apreciar puntos de vista de los demás, explica Hilda Marchiori en el libro Psicología Criminal (Editorial Porrúa, 2004).
Su pensamiento es más concreto que abstracto (lo cual explica la inmediatez de respuesta y la ausencia de planificación de sus acciones). También presenta locuacidad extrema, tendencia a autoculparse y explicar su conducta en dependencia de terceras personas o de maneras ajenas a su control, así como escasas habilidades cognitivas para la solución de problemas interpersonales.
Los delincuentes muestran retraso en habilidades cognitivas necesarias para el ajuste social. Una de sus principales características es la conducta agresiva asociada a una conducta delictiva posterior (por lo general, sus comportamientos agresivos se producen fuera del hogar). Un adolescente con pocas habilidades de solución de problemas experimentará continuas situaciones de fracaso para obtener lo que desea, de tal forma que desarrollará sentimientos de agresividad que, eventualmente, podrían llevarle a una vía inadecuada para obtener sus objetivos.
Los actos delictivos sólo son un componente más de la conducta antisocial, pero es probable que la crueldad misma sólo se presente cuando el niño la haya experimentado de antemano en su propia persona, por lo cual es menester asegurar un ambiente sano y libre de violencia dentro del hogar.
Para el psicólogo inglés de origen alemán Hans Eysenck (1916-1997), el perfil estructural del delincuente está conformado por tres dimensiones, extraversión, neuroticismo y psicotismo, todos ellos con una gran carga genética. Según Eysenck los jóvenes se encuentran representados diferencialmente en las estadísticas delictivas y sólo unos pocos se convertirán en delincuentes adultos, sin embargo, el ser joven es sinónimo de transgredir las normas, de modo que la sociedad debe tolerar un cierto grado de desviación como fenómeno normal de su evolución. El psicólogo opina que unas reglas firmes y un afecto demostrado día a día parecen ser la receta más eficaz para establecer un buen apego entre padres e hijos, lo cual, considera, dificultará la aparición de la delincuencia juvenil.
Sin lugar a dudas, el ambiente familiar tiene una gran influencia. Entre las variables que fomentan la conducta antisocial se pueden destacar un bajo estatus socioeconómico, ausencia del padre, abuso de alcohol y drogas, familias numerosas, prácticas de crianza inadecuadas y actitudes de rechazo hacia los hijos. En términos generales, se puede decir que la familia del delincuente es una familia problemática con fallos estructurales o funcionales o de ambos aspectos.
Dentro del ámbito escolar, por otro lado, se tendría la escasa motivación, conducta y logros escolares, la deserción escolar y otros factores que surgen muy a menudo a partir de matrimonios tempranos y nacimientos prematuros.
VIOLENCIA Y SOCIEDAD
La violencia y la delincuencia afectan al desarrollo social y económico. En América Latina este problema es una de las principales preocupación de la población. En promedio, más del 85 por ciento de las urbes que integran la lista de Las 50 ciudades más violentas del mundo, que anualmente elabora el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y Justicia Penal, son latinoamericanas, y entre ocho y nueve ciudades mexicanas fueron incluidas en el conteo entre 2011 y 2014.
Ciudades situadas principalmente en los estados de Guerrero, Chihuahua, Tamaulipas, Sinaloa, Coahuila y Nuevo León, fueron invitadas regulares del conteo en el período citado. Torreón (área metropolitana) fue situada en el puesto número siete en 2011, pero en 2012, año en que la violencia alcanzó su punto más álgido, llegó al quinto sitio, al año siguiente bajó hasta el 18, y en 2014 fue vista en el 48. En 2015 la ciudad lagunera abandonó la lista, al igual que Chihuahua, Cuernavaca, Juárez y Nuevo Laredo, manteniéndose dentro Acapulco, Culiacán, Tijuana, Victoria y Obregón.
Según el portal Aristegui Noticias, en México aproximadamente cinco mil niños y adolescentes se encuentran internados, por delincuencia; otros 16 mil, que durante 2014 cometieron otra serie de delitos, no ameritaron el equivalente a una pena, aunque reciben tratamientos.
La antropóloga e investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores de Antropología Social, Elena Azaola, explicó que son jóvenes que han vivido un acumulamiento de violaciones a sus derechos; la mayoría se salieron de su casa; el 22 por ciento no conocieron a su padre y otros se salieron por violencia de sus padres. Es, pues, “una realidad dolorosa”.
Por otra parte, un estudio de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) realizado en estudiantes de secundaria en 2015, reveló que en promedio 26.3 por ciento de los casi mil 400 jóvenes entrevistados en México creen que los personajes a quienes sus amigos o gente de su edad les gustaría parecerse son los narcos o sicarios.
CONSTRUCCIÓN DEL PROCESO RESILIENTE
Ante esta problemática surge la necesidad de implementar mecanismos que contrarresten la tendencia. Como alternativa se propone un modelo enfocado en el desarrollo humano que contribuya a la formación de jóvenes resilientes, es decir, capaces de adaptarse frente a los factores perturbadores o situaciones adversos.
El modelo estaría dirigido a los adolescentes ya que esta es la principal etapa de desarrollo de la identidad, es decir, de la propia e irrepetible individualidad personal que se logra a través del autoconocimiento y el ser uno mismo. Este desarrollo se verifica en relación a los cambios y al esfuerzo de síntesis del yo en cuanto a dichos cambios.
El objetivo en proporcionar a los adolescentes las herramientas que se necesitan para el autoconocimiento, que descubran y acepten sus cualidades, defectos, fortalezas y debilidades; así como motivarlos o ayudarlos a expresar sus ideas, pensamientos, soluciones, etcétera, esto a fin de que pierdan el miedo a ser juzgados y de esa manera impulsarlos para que alcancen una sólida expresión individual.
La estrategia para generar adolescentes autosuficientes, con una buena autoestima y una actitud positiva consiste en sesiones enfocadas en autoconocimiento, inteligencia emocional, desarrollo de habilidades resilientes, formación cognitiva, fomento a la lectura, clases de regularización, actividades recreativas, formación emprendedora, seminario de valores, proyecto de vida, liderazgo innovador, éxito profesional, éxito personal, establecer metas con múltiples visiones, entre otras.
Asimismo se proponen actividades recreativas que impliquen la apropiación de espacios públicos para promover el talento artístico, el arte urbano y el deporte en sus diversas disciplinas, brindando asesorías, conferencias de sensibilización sobre los entornos actuales y de riesgo que afectan a la niñez y la juventud.
Es posible prevenir la violencia y disminuir sus efectos, cambiar los factores que contribuyen a producir respuestas violentas. El fútbol, por ejemplo, vuelve a los menores más sociables en la medida que los ayuda a descubrir el trabajo en equipo, de tal forma que desarrollan la capacidad de pensar como equipo y no sólo a nivel individual, aprenden a 'ponerse en el lugar del otro', algo que no es muy fácil de conseguir en los niños.
Algunos estudiantes de secundaria expuestos a múltiples factores de riesgo y sometidos a este tipo de estrategias están aprendiendo técnicas que les permiten manejar sus emociones y relacionarse con los demás, han entendido que ellos puedan mejorar la convivencia, reducir el estrés, lograr más motivación por el aprendizaje, mayor optimismo y unión familiar. Al final retoman la escuela, el gusto por aprender, por hacer las cosas que son importantes, aprenden que ellos tienen la fuerza suficiente para reponerse a los problemas que tienen en la vida, cualquiera que sea.