El Tratado Transpacífico (TPP) tiene su origen en un modesto acuerdo comercial suscrito en 2005 entre Brunei, Chile, Nueva Zelanda y Singapur. Ahora reúne 12 países, el 40 % de la economía mundial y se sitúa al lado del proyectado Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversión y el gigantesco acuerdo regional que, por su parte, China promueve.
El texto que el gobierno mexicano ha negociado reduciría tarifas, fijaría normas de origen, ajustaría vigencia de patentes y ampliaría el mecanismo de solución de controversias entre inversionistas y gobiernos. Las desgravaciones se aplicarán al 93 % de las fracciones arancelarias en plazos hasta de 10 años.
México tiene un largo historial de tratados comerciales. Hoy, 60 % de nuestro PIB se relaciona con el comercio exterior. En el TLCAN, vigente desde 1994, los intercambios entre los tres socios que suman una población de 450 millones, han aumentado cuatro veces llegando a 1,140 millones de dólares.
El ingreso per cápita de México aumentó de 5,667 dólares en 1994 a 9,445 en 2015 pero el índice de desarrollo humano bajó de 0.77 en el período 1994-2000 a 0.64 en el lapso 1990-2014. El ingreso disponible en México, de 6,554 USD se mantiene por abajo del promedio de 18,907 USD en la OCDE. Nuestras exitosas exportaciones agropecuarias costado la pérdida neta de más de 1'3 millones de empleos agrícolas.
Aumentar intercambios comerciales no asegura desarrollo. Los desequilibrios sociales pueden agravarse: el 1 % de la población recibe el 21 % de los ingresos. En los últimos 14 años la creación de empleos en México ha sido de sólo 335,000 puestos. Nuestra necesidad es de al menos un millón por año.
Desde luego que el objetivo del TLCAN no fue diversificar mercados extranjeros. Su éxito estriba en haber acentuado la dependencia de México de un mercado predominante, favoreciendo la extranjerización de la planta productiva industrial y agrícola mexicana.
¿El TPP ampliaría nuestros mercados? No lo parece.
Gracias al TPP los países miembros del TPP tendrán un acceso preferencial no sólo a nuestro mercado sino al mercado vecino norteamericano donde buscarán desplazar nuestros productos mexicanos que ahí ya hemos posicionado: agropecuarios frescos o procesados, equipos y partes automotrices, de maquinaria y productos plásticos, calzado, textiles, ropa, y sus accesorios, químicos y farmacéuticos, y toda la gama de artefactos de computación y electrónicos, productos en los que los países del sudeste asiático son exitosos competidores nuestros.
Es conocida lo competitivo de algunos países asiáticos participantes en el TPP: Vietnam (calzado, electrónicas), Singapur (productos farmacéuticos, electrónicos), Nueva Zelanda (productos lácteos, carnes), Malasia (equipos electrónicos, productos químicos, paneles solares), Australia (carne, equipo de transporte).
A cambio de nuestras concesiones en el TPP, nuestros eventuales socios asiáticos nos otorgan reducciones tarifarias en artículos como maquinaria, equipos fabriles y productos industriales donde somos menos competitivos. Nuestro país no obtiene ventajas correspondientes en mercados, particularmente el norteamericano, que ya hemos consolidado como nuestras.
Hay otros aspectos en el TPP que no son aceptables como el otorgar a inversionistas privados extranjeros la facultad de demandar al gobierno y pedir compensación si nuestras leyes o decisiones oficiales afectan negativamente sus intereses.
Otro tema de cuidado es el apoyo que el TPP da a la producción y uso de semillas genéticamente modificadas favoreciendo corporaciones internacionales especializadas que controlan investigación, producción y precios de venta sometiendo a la agricultura mexicana de alimentos básicos a sus intereses.
El texto del TPP permite la extensión de la vigencia de patentes de medicinas limitando el comercio de productos genéricos en favor de las grandes farmacéuticas internacionales contra el interés de millones de personas que necesitan farmacéuticos de calidad certificada y a precios justos.
En asuntos de cambio de clima el articulado del TPP no ofrece medidas efectivas para la protección del medio ambiente.
El tema del TPP que ahora se examina en México coincide con que Donald Trump declare estar en contra del TLCAN y también del TPP. Su intención de seguir una estrategia de recuperar empleos norteamericanos supuestamente transferidos a las maquiladoras mexicanas. Anuncia una tarifa del 35 % a la importación de automóviles. Ya sabrá Trump que esto abrirá aún más el mercado norteamericano de autos en provecho de los productores japoneses. Sus decisiones pueden afectar profundamente a nuestra industria maquiladora que emplea el 30 % de nuestros trabajadores y aporta el 65 % de nuestras exportaciones 85 % de las cuales se dirigen a ese país.
Pero los propósitos del presidente Trump servirían para terminar con la íntima simbiosis México-Estados Unidos que el TLC ha generado y acentuado. Sería una grata casualidad que así nos obligaran a diversificar nuestro comercio como insistentemente lo ha sugerido la ONUDI, organismo que hace pocos años encabezó el mexicano Mauricio de María y Campos.
Hay que lanzar nuestras exportaciones a países europeos, asiáticos, latinoamericanos y a Canadá, con el que compartimos el continente de Norteamérica.
Al tiempo que nuestro Senado pondera su posición frente al TPP impulsado por los Estados Unidos, no debe ignorar que China promueve la Asociación Económica Integral Regional (RECEP), vasto acuerdo que abarca India y otros países asiáticos reuniendo más de 3,400 millones de habitantes y 40 % de la producción mundial convirtiéndolo en un bloque más grande que el TPP.
Toca a nuestro Senado reflexionar sobre el lugar que queremos que México ocupe en la intrincada madeja del comercio mundial, aquilatar las diversas opciones en escenarios imprevisibles. Al decidir si debe o no ratificar el TPP en sus términos actuales, debe actuar con independencia y sin compromisos con el Poder Ejecutivo. Ponderar con objetividad, sentido histórico y aguda y patriótica visión al futuro.
juliofelipefaesler@yahoo.com