"Un mes larguito" o "un mes mal contadito", serían las expresiones populares de estas tierras, para decir que han pasado un mes y cuatro días de la firma del acuerdo del cese al fuego bilateral y definitivo entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia Ejercito del Pueblo (FARC-EP) y el Gobierno de la República de Colombia, encabezado por Juan Manuel Santos. Aquel día, en La Habana, se firmó también un acuerdo de garantías de seguridad y de combate al paramilitarismo, y otro sobre dejación de armas. Tres acuerdos en una jornada.
Para un día tan importante en el proceso de paz, los participantes pronunciaron un tipo de discurso de tintes programáticos. Después de 60 años de guerra, ¿qué implicaciones tenían las palabras pronunciadas ese día?, retomamos aquí algunas frases de uno de los actores implicados en los acuerdos:
Timoleón Jiménez (TJ), comandante en jefe del Estado Mayor de las FARC-EP, afirmó: "las FARC haremos política, esa es nuestra razón de ser, pero será con los mismos derechos y garantías que los demás partidos". Y es que, para hablar de los orígenes del movimiento revolucionario que actualmente está dejando el camino de las armas, Timoleón se refirió al problema de la posesión y distribución de la tierra de 1964, que no tuvo una salida por medio de la política partidista y orilló a un grupo a tomar la vía armada para lucha por el poder. Un punto clave en el acuerdo es que se garantice que las prácticas paramilitares para eliminar a los opositores políticos quede en el pasado, que el gobierno oficial abandone esas medidas de supuesta seguridad interna.
TJ: "Serán abiertas las compuertas de la democracia verdadera para que los movimientos sociales y políticos de oposición gocen de plenas garantías". Concentró la fuerza de su discurso en los problemas que tiene el país en materia social, como lo son la desigualdad, la falta de empleo, falta de servicios públicos básicos, el trabajo informal que lo calificó como una "esclavitud", las redes urbanas de microtráfico de estupefacientes. Timoleón Invitó a que la sociedad se organice para que conozca como reclamar al Estado sus derechos. Criticó el costo económico de la guerra y la desmedida partida militar, sugiriendo nuevos sectores a donde se debe repartir el presupuesto público. Timoleón daba la impresión de estar en un acto anticipado de campaña electoral.
TJ: "Ni el gobierno de la República de Colombia, ni las FARC-EP son fuerzas vencidas, el acuerdo no puede interpretarse como el producto de una imposición de una parte a la otra". Para que existiera la posibilidad de una mesa de diálogo, uno de los primeros pasos para materializar los deseos de paz, es que las partes se reconozcan mutuamente como interlocutores válidos. Así, el gobierno de Colombia debió reconocer a las FARC-EP como un grupo beligerante y no como grupo terrorista, siguiendo las orientaciones del Derecho Internacional Humanitario.
En esta frase, Timoleón, reconoce que no se puede calificar a la actual administración del gobierno colombiano como aquella que fue vencida por las FARC-EP. Es decir, es ahora una de las partes del conflicto que reconoce a la otra como un actor legítimo para la paz. El espiral de la violencia se vuelve interminable cuando no se reconoce al otro así, como otro, como sujeto de dignidad, derechos y deberes. Así, negociar no es imponer al otro o eliminar al otro, el hecho de negociar empieza por reconocer y escuchar al otro.
TJ: "Basta ya de la violencia y de los delirios por ella." Esta frase pronunciada por un jefe militar de una guerrilla revolucionaria despierta interés y dudas. ¿El anhelo de la paz será más grande que las heridas de una sociedad con 60 años largos de guerra? Una de las fortalezas de este proceso de paz es que ha dado un lugar privilegiado las víctimas. Cuando dos actores violentos ponen su atención y se comprometen en un tercero, en quienes han sufrido los daños, allí hay unos caminos hacia la paz estable y duradera que busca el proceso colombiano.
@davidsecular