EL VIAJE DE IVÁN
El siglo de torreón
Cuatro guitarras, un bajo, un teclado, una computadora y algunas pedaleras adornan el estudio musical que Iván ha logrado conformar a lo largo de los años. Nos invita a pasar al espacio en donde minutos antes escuchaba ritmos de batería que formarán parte de la canción de un reconocido artista cuyo nombre aún no se puede revelar. Un cuadro de U2 cuelga en la pared y sobre su escritorio destaca una pequeña colección de discos de vinil, que va desde Pink Floyd hasta Juan Gabriel. "Para que vean que lo sigo desde antes que se muriera", bromea mientras se acomoda en su regazo su guitarra Ibanez blanca que parece rescatada de los años cincuenta.
Iván Flores nació en Francisco I. Madero, Coahuila, hace 34 años. Sus primeras referencias hacia la música fueron heredadas de sus padres, quienes le transmitieron la inquietud por el mundo de los sonidos.
"Mi papá es trailero. Viajaba mucho por toda la República y a veces yo lo acompañaba. Como los viajes eran muy largos -de 8 ó 10 horas- teníamos que tener mucha paciencia en la carretera. Escuchábamos de todo, desde Ray Conniff hasta Santana, pasando por Juan Gabriel y Tropicalísimo Apache".
Este último grupo impactó la vida de Iván cuando los vio tocar en vivo en un baile en Francisco I. Madero. "Veía cómo sonaba el grupo y era impresionante (...) yo tenía como 8 ó 9 años". El niño que acudió a aquel show, después le rendiría homenaje a esta banda, al incluir una versión nueva del tema Viento, en su disco Indiferente.
Cuando Iván era pequeño, su madre le regaló una guitarra que por mucho tiempo permaneció inerte, colgada en la pared de su cuarto. La imagen funcionó como un mensaje subliminal para Iván y hoy aquel instrumento es su herramienta principal de trabajo, que lo ha llevado a recorrer diversos escenarios y la que paga las cuentas de su casa.
"Jugaba todo el día todos los días, era mi pasión. Soy obsesivo. Entre más saltaba más me gustaba". Después llegaron las lesiones y durante esos ratos donde no podía entrenar se acercó a la guitarra. "A los 17 años fue cuando comencé a tomar más la guitarra y no la solté. Ya no la solté más".
Iván estudió por un tiempo la carrera de Administración de empresas y cuenta que fue durante su paso por la universidad en donde a través de talleres aprendió música de una manera más seria. Su estancia fue breve en esa escuela y decidió cambiarse a Ciencias de la Comunicación.
ÉSTE NO ES EL FINAL
Ante las dificultades, la música y los escenarios llegaron en forma terapéutica a sanar las heridas de Iván. "Cuando estoy ahí arriba en el escenario me olvido de todo. Me cura todo. Me siento muy feliz".
MR. BLACK "La música ha sido un viaje para mí. Nunca me imaginé estar tocando con alguien reconocido. De los primeros artistas con los que estuve fue con Celso Piña en un escenario enorme en el Festival Julio Revueltas. También estuve con Alfonso André en un show muy íntimo y después toqué con Alejandro Marcovich", platica un emocionado Iván, quien cumplió el sueño de tocar con dos "caifanes", una de sus bandas favoritas durante la adolescencia.
Iván Black no es sólo música, también está la familia. De pasar de una vida nocturna, ha tenido que levantarse más temprano para atender el llamado de Gabriel, su hijo de 8 meses, quien le ha transformado la vida.
"Está bien chido ser papá, es increíble. Levantarme y ver a mi hijo todos los días es una emoción muy fuerte. Me ha hecho una persona más diurna, yo era un vampiro. He disfrutado la vida desde que él está conmigo".
Aunque el viaje de Iván Black dentro de la música lo ha llevado a cumplir muchos de sus sueños y a tener una vida dedicada a ella, no planea permanecer quieto.
"Sueño con hacer música que llegue a más personas. Mi próxima meta es sacar otro disco y componer para otros artistas", dice el músico, que dejó de tener colgadas las guitarras para sacarlas a cantar durante las noches.