Escribir una columna en el que ineludiblemente tienes que abordar el tema de mayor relevancia no sólo en tu Comarca, a nivel nacional y en los sitios del mundo en que se muestra gusto por el toro y más aun siendo parte de esa historia resulta por demás difícil, expresar los sentimientos encontrados entre mis mayores pasiones, los toros y la medicina es una labor por demás dolorosa.
El relato del hecho queda aparte, el percance se ha difundido de una manera que asombra, el lado anecdótico de las vivencias con "El Pana" son para escribir mucho más que un libro, cualquier expresión de su deseo de que "El Pana" fuera retirado de los ruedos por un toro suena a pretexto, aun cuando existan documentos y muchas personas que lo avalen, lo he dicho varias veces, me duelen los percances que puede tener cualquier torero, en cualquier plaza de cualquier lugar del mundo, y más me duele que ese deseo romántico de "El Pana" haya sucedido en una de nuestras plazas, me permito transcribir el párrafo de la columna que escribí la semana pasada y que había dedicado al Brujo de Apizaco.
De Rodolfo Rodríguez "El Pana" se pueden contar muchas anécdotas, su vida misma es un anecdotario que va desde sus andanzas como sepulturero al oficio de panadero, que le dio el sobrenombre, Rodolfo maneja la tercera persona en forma magistral y en sus palabras se refleja al hombre que retomó sentido a su vida y de él estas palabras.
"El Pana es un ser impredecible que llevo dentro de mí, es un ser de sensaciones, lleno de sorpresas. Sale el toro y me transformo. Yo imagino que reencarné en un torero. Cuando me enfundo el traje de luces, soy un niño de la muerte que me pongo en manos de ese poder superior".
Hoy El Pana hace un paseíllo diferente, se detiene en sus acostumbradas pausas y se entrega como siempre al abrazo de los que lo apreciamos, ahora espero en Dios que Rodolfo Rodríguez el hombre místico de gran fe, amante de la música, de la lectura dominador de otros idiomas nos platique algún día de El Pana.
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