"Bienaventurados sean los jóvenes, porque ellos heredarán la deuda nacional."
Herbert Hoover
Un buen padre de familia está dispuesto a hacer todos los sacrificios necesarios para dar a sus hijos un mejor nivel de vida. Restringir el gasto personal o familiar tiene sentido si esto significa que se preservará un patrimonio para los hijos y se les dejará libre de deudas. Los políticos, lamentablemente, piensan de forma radicalmente distinta. Para ellos lo mejor es gastar, hoy para su propio beneficio, y dejar la factura a nuestros hijos.
México está viviendo un proceso de inquietante endeudamiento público. No es el nuestro el gobierno más endeudado del mundo, en un momento en que empiezan a percibirse las consecuencias de los años de políticas monetarias laxas, pero el ritmo de crecimiento del pasivo ha sido muy rápido y genera riesgos enormes para el país.
Contraer deudas no siempre es malo. Las empresas que crecen utilizan créditos de manera habitual para adelantar inversiones productivas. Una familia que obtiene una hipoteca para comprar un activo valioso, una casa, por ejemplo, no está haciendo daño a los hijos, sino que, por el contrario, está construyendo un patrimonio para ellos.
El problema de los gobiernos mexicanos es que contratan deuda para financiar gasto corriente. Nuestros políticos buscan gastar hoy porque esto los beneficia electoralmente. El dinero de los contribuyentes lo utilizan para comprar votos creando burocracias y pagando programas sociales. No les interesa generar actividad económica que construya prosperidad ni evitar crisis futuras. Poco cuidado ponen en administrar bien el dinero de los contribuyentes.
A través de un esfuerzo enorme, la deuda pública tuvo un descenso gradual desde la crisis de los años ochenta. En 2009 la deuda total, medida como el saldo histórico de requerimientos financieros del sector público, representó el 36.2 por ciento del producto interno bruto. De ahí, el gobierno dijo que había que aplicar una política "contracíclica" (que quiere decir aumentar el déficit de gasto para que supuestamente la economía no deje de crecer) y aumentó la deuda hasta alcanzar el 46.9 por ciento del PIB en 2015 (cefp.gob.mx/publicaciones/documento/2016/mayo/eecefp0022016.pdf). Para este 2016 se espera un cierre cercano al 50 por ciento. Esta cifra rebasa ya con creces el 43.2 por ciento del PIB que tanto alarmó en la crisis económica de 1995.
Y esto es sólo el endeudamiento del sector público central. Hay que añadir la deuda subnacional, esto es, la que están acumulando los gobiernos de estados y municipios. Las autoridades han señalado que el monto total no pone en riesgo las finanzas públicas. Quizá. Pero también el ritmo de crecimiento ha sido vertiginoso. La deuda subnacional pasó de 1.9 por ciento del PIB en 2001 a 3.1 en 2015 (www.cefp.gob.mx/publicaciones/documento/2016/abril/cefp0072016.pdf). Algunos estados han alcanzado niveles tales de deuda, como Veracruz, Chihuahua y Quintana Roo, que están teniendo dificultades para mantener sus programas de gasto público.
Según el Banco de México, la deuda neta del sector público federal ascendía en agosto de 2016 a 8 billones 297 mil millones de pesos. Esto equivale es 64,820 pesos por cada uno de los 128 millones de hombres, mujeres y niños de nuestro país. Nuestros políticos piensan que no importa, al fin que quienes tendrán que pagar los costos no son ellos sino nuestros hijos y nietos. Tienen una mentalidad radicalmente distinta a la de un jefe de familia responsable, que está dispuesto a hacer sacrificios con el fin de que sus hijos y nietos tengan un mejor nivel de vida.
DIPUTADOS EVASORES
Que los diputados no paguen impuesto sobre su aguinaldo de 140,504 pesos es indigninante (Reforma 12.12.16). Que no lo paguen por ser servidores públicos, como señala la Secretaría General de la Cámara de Diputados, es un insulto a los contribuyentes.