Tal vez usted coincida conmigo, amable lector, en el sentido de que lo anecdótico le da sabor a la vida, es cómo un bálsamo que suaviza y desinflama los efectos de los golpes que nos da, que a veces son muy duros y tupidos, como el caso del individuo aquel que nos platicaba el licenciado Rocha Rodríguez que, cuando confesaba su edad, sus amigos le decían: "¿si tú no eres viejo, entonces por qué estás tan deteriorado?", y el tipo contestaba: "es que la vida me ha dado muchos golpes"; "achis" le replicaba uno: "¿pero todos te los ha dado en la cara?" "Es que cuando el golpe va directo, aunque te saques".
Recuerdo con afecto y alegría a José Francisco Rocha Rodríguez, abogado de profesión, egresado del Instituto "18 de Marzo" y de la Facultad de Derecho de la UNAM; era sarcástico, irónico, mordaz, pícaro, pero grande de corazón y de una nobleza a toda prueba. Ya profesionista se desempeñó bien como Defensor de Oficio y Agente del Ministerio Público adscrito al Juzgado Penal de Lerdo, Dgo., y fue Presidente de la Comisión Agraria Mixta en Gómez Palacio. Incursionó también en la docencia. Fue un estudiante de origen campesino que a base de esfuerzo, trabajo y estudio logró superarse, porque Rocha era ejidatario, de lo cual se sentía orgulloso, del Ejido Reforma, municipio de Gómez Palacio
Convivimos mucho en la Ciudad de México, cuando ambos cursábamos la licenciatura en la Universidad; y aunque no éramos de la misma generación, porque yo le llevaba varios años, sí fuimos contempóraneos. Él fue de la generación de José Ovalle Favela y Jorge Torres Castillo, destacados gomezpalatinos. Yo era un poco más avanzado, en edad, no en conocimientos. Tuvimos una amistad cercana y prolongada: yo lo invité como testigo de mi matrimonio civil, y él tuvo la gentileza de invitarme como padrino de bautizo de su hijo Francisco Iván, quien hoy ya es profesionista; Rocha, era un apasionado del fútbol y su equipo era los "Diablos Blancos" del Torreón y el mío la "Ola Verde" del Laguna, cuando jugaban en el Moctezuma y en el San Isidro, respectivamente. En una ocasión en que se enfrentaron ambos equipos, fuimos al partido que se celebró en el Moctezuma; al salir y ya enfilados hacia Gómez Palacio, en la carretera había un letrero vial que decía: Torreón 3, indicando los kilómetros que faltaban para llegar a la Ciudad. Yo conducía, entonces Rocha me dijo: "para el auto tantito". Lo hice y él se regresó a donde estaba el señalamiento, y le agregó Laguna 0. Ese fue el marcador del partido: Torreón 3, Laguna 0.
Así era Rocha, como amigablemente le llamábamos: jovial, optimista, ocurrente. Tenía muchas anécdotas. Citaré dos de ellas: Decía que en una reunión de amigos, el que no está presente o se separa primero del grupo, los que están o se quedan, hacen objeto de críticas y comentarios poco agradables sobre el que se va; hay que llegar primero y ser el último en despedirse, decía. Por eso, cuando yo me retiro antes, les digo "ahí les dejo mi honra para que la destruyan", y él mismo se contestaba: "no se puede destruir lo que no se tiene". Y se echaba a reír.
En una ocasión alguien lo invitó a comer en su casa, invitación que aceptó, asistiendo varios amigos también. La esposa del anfitrión preparó un típico platillo mexicano, elaborado a base de nopales, que a todos nos gustó. Al conocer el menú casero, Rocha, con toda claridad y franqueza, sin nada de fingimiento, le dijo a la dueña de la casa: "señora me disculpa, pero a mí no me gustan los nopales", quedando los presentes estupefactos y sorprendidos, replicándole: "¿cómo es posible, Rocha, que siendo tú del campo, no te gusten los nopales?", a lo que él respondió con lógica y filosofía: "ah ch. . ., en el campo también hay alfalfa, y no por ser yo de rancho, me tiene que gustar". Y todos nos echamos a reír, al escuchar la contundencia de sus argumentos.
Durante muchos años tuve a mi cargo el Taller de Lectura y Redacción que, a nivel de preparatoria, se impartía en dos semestres en el Instituto "18 de Marzo" de Gómez Palacio. El objetivo de dicho Taller es proporcionar al alumno herramientas, elementos y técnicas para que mejore su léxico o vocabulario y eleve su capacidad de expresión oral y escrita. Es un taller porque en él el profesor es maestro y los alumnos aprendices. Después de haberles hablado de la metáfora, la paradoja, la alegoría y otras figuras literarias; de explicarles lo que son sinónimos y antónimos, la semántica, el hipérbaton, etcétera, a un grupo de 25 ó 30 participantes académicos, le llegó la hora de la evaluación final. Para medir su capacidad de redacción y de expresión escrita, puse dos ejercicios; en el primero les dí un título, inspirado en la canción folclórica de Cuco Sánchez: "Y tú que te creías el rey de todo el mundo. . .", para que ellos compusieran un cuento, una novela, un corrido, o lo que se les ocurriera. La mayoría se expresó en buenos términos, pero, al revisar los trabajos, hubo uno -y esto es anecdótico- que inició su exposición de la siguiente manera: "Esta es la historia de un "bato", que se creía bien acá. . ."
En el segundo ejercicio, les proporcioné una serie de palabras para que encontraran un sinónimo, y en donde decía trabajo, uno puso: "chamba y jale", cuando debía haber puesto, labor, empleo, etc. Y en el caso de cárcel, cuya respuesta podría ser prisión, celda, etc., otro dijo: "tambo y bote". Esto es verídico, pero también puede ser considerada como anécdota, y demuestra cómo la influencia de la calle puede ser tan fuerte que vulnera lamentablemente la expresión y por lo tanto nuestra comunicación.
Por eso decíamos al principio que la anécdota es la salsa de la vida, hay que seguir cultivándola y comunicarla para que tengamos capacidad de risa, pues el mexicano es ingenioso por naturaleza y de cualquier situación seria o formal, aun de la muerte, encuentra motivo de festejo.
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