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ENFOQUE REGIONAL URBANO

Nostalgia y añoranza

RAÚL MUÑOZ DE LEÓN

Quienes vivimos en el Gómez Palacio de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, recordamos con nostalgia y añoramos los días, mejor dicho las noches, en que asistíamos a reuniones de amigos...

A fiestas, a bailes que frecuentemente terminaban a altas horas de la noche y a veces en las primeras horas del día siguiente; amigos y amigas salíamos de la casa o centro social donde había tenido lugar el evento, caminando tranquilamente por sus calles, utilizando la carretera destinada al tránsito de los vehículos, no la banqueta; lo hacíamos para mayor seguridad, porque eran noches muy obscuras pues no había alumbrado público, y las escasas luminarias eran de luz opaca o "grisácea", de tal suerte que prácticamente se veía poco o casi nada, y nos ateníamos a la que nos enviaba la luna, especialmente si era luna llena; y caminábamos en la penumbra cantando a coro "de las lunas, la de octubre es más hermosa, porque en ella se refleja la quietud...", aunque no fuese propiamente ése el mes.

Sin embargo, nosotros los noctámbulos caminábamos confiadamente hacia nuestros domicilios, pues había seguridad pública que nos permitía asistir a los eventos con la certeza de que regresaríamos sanos y salvos a la casa, en la que nos esperaban nuestros padres, nuestra madre sobre todo, orando porque nada mal nos ocurriera, ¡al fin amor de madre!

Los padres, por naturaleza renuentes y desconfiados, no obstante otorgaban permiso a sus hijas de quince a veinte años, para asistir a bailes y reuniones porque sabían que no corrían peligro, pues era una época en que los varones teníamos un gran respeto por la mujer y la protegíamos de cualquier riesgo o acechanza, de tal manera que eran fiestas en las que nos divertíamos sanamente.

¡Qué época, de veras! No había temor, desconfianza, incertidumbre. Poco tráfico por la calles de aquel Gómez Palacio; escasa circulación de automóviles, pues pocas personas tenían auto. La gente se desplazaba de su domicilio a la escuela, al taller, a la fábrica, a la oficina, utilizando el transporte público que proporcionaban Transportes Laguna y Transportes del Nazas, líneas emblemáticas de la Ciudad; por un corto tiempo dieron servicio "Los Tranviarios" que, se decía, eran extensión de los antiguos tranvías, que a muchos nos tocó todavía usar; pero, así como aparecieron, pronto dejaron de verse.

Además de las reuniones familiares que tenían lugar en domicilios particulares, amenizadas con música de tocadiscos del Sonido "Meraz", "Sonido Guerra" o el servicio que prestaba Doña Severa, que hacía honor a su nombre, pues era muy estricta con sus aparatos y sus discos no dejando que nadie se acercara a ellos y mucho menos que los "tocara"; en verdad, lo digo con respeto, inspiraba cierto temor esta gentil señora, madre de Chuy Fernández, muy conocido en la Ciudad como modisto y organizador de danzas. Había salones o casinos donde se celebraban acontecimientos importantes bodas, quince años y aniversarios diversos, eventos amenizados por las orquestas locales: la de Quico Sáenz, la de Julián Méndez y la de Sammy Hernández; tiempo después aparecerían La Comparsa Universitaria de la Laguna y Los Pandava; salones como el Club Lagunero, que estaba ubicado por la avenida Morelos, en lo que después fue el Edificio Durango, asiento de las oficinas del gobierno estatal, y hoy es el Tribunal, sede del nuevo sistema de justicia penal, donde se desarrollan los juicios orales.

En el Club Lagunero fue el baile con motivo de mi boda con Lupita, en 1969, cedido por la gentileza y cortesía de don Salvador Medina Montalvo, propietario del Bar "Los Amigos", quien cubrió la renta del salón y al que siendo yo aún estudiante de Derecho le tramité algunos asuntos de tipo administrativo, con cuyas diligencias y sus resultados considero quedó satisfecho. El "Lagunero", era también utilizado para certámenes culturales, como la sesión final de los concursos de oratoria, por mencionar un ejemplo.

Otro salón fue la Cámara Junior, situada en la confluencia de avenida Mina y calle Juárez, donde además de los eventos sociales de carácter familiar, se llevaban a cabo matinées, concursos de baile y académicos de conocimientos, entre las escuelas de la localidad. Salones de menor jerarquía, fueron el Club Cedas y el Club Azteca. Apareció después el salón del Sindicato Ferrocarrilero, y más tarde los salones del Club de Leones; y de mejor categoría los jardines y salones del Centro Campestre Lagunero, utilizado por los centros educativos para su ceremonia y baile de graduación o de terminación de cursos.

Era la época del Cha cha chá; había pasado la euforia del Mambo, ritmo tropical que tanto impactó la orquesta de Pérez Prado a la generación anterior a la mía: "¿Qué le pasa a Lupita? No sé... ¿Qué quiere Lupita? Bailar…" Los temas "Las clases del cha cha chá" y "Los marcianos llegaron ya.", se pusieron de moda, pues por entonces corría fuerte el rumor entre la gente del pueblo de que había vida en el planeta Marte, que los marcianos se preparaban para invadirnos; que de un momento a otro llegarían a la Tierra, y los mexicanos, ingeniosos y "aventados" como siempre, le pusieron ritmo al tema. ¡Y a bailar!

Este ritmo tuvo realmente poca duración, fue sólo el preámbulo para la aparición de uno más frenético y estridente: el rockanrol, que sí llenó toda una época y fue un fenómeno cultural, que influyó en la forma de vestir, de caminar, de hablar, en el estilo del peinado de la juventud de todo el mundo, a través del cine, con las películas y canciones de Elvis Presley, Ricky Nelson, Paul Anka, Pat Boone, The Everly Brothers, y otros más. El Rock cubrió un largo período, del 57 al 75 aproximadamente del siglo XX. Los adolescentes y jóvenes de esta era bailamos y cantamos al ritmo y las notas del rockanrol. Vendría después el Twist con Little Richard o Ricardito y Chubby Checker; ritmo que también tuvo penetración entre los jóvenes.

Época de nostalgia y añoranza, de elevados valores y sentimientos con alto contenido humano, de solidaridad, de romanticismo. Tiempo del Alka Seltzer, del Sonrisal y de la Sal de Uvas Picot; del Cancionero de Chema y Juana Tamales, de la Crema Dental Forhans, del Café K Cero, del Maizoro, del Chocolate Abuelita y de la Avena Tres Minutos; de los refrescos Squezee (pronúnciese "escuís", decía la publicidad), Betito y Sidral Dos Manzanas; de las Cervezas Cruz Blanca, Chihuahua y la popular Don Quijote ¡Salud!

r_munozdeleon@yahoo.com.mx

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