De epigramas: Ironía y mordacidad
En tiempos de las bárbaras naciones
De las cruces colgaban los ladrones;
Pero hoy, en el siglo de las luces,
¡Del pecho del ladrón cuelgan las cruces!
El autor de este epigrama es Nicoló Ugo Foscolo, uno de los más representativos de la literatura italiana en este género que, aunque escrito en el Siglo XVIII, tiene vigencia y actualidad, sobre todo en estos días en que las diarias noticias nos enteran de casos de corrupción, de fraudes, de peculados y de robos por parte de quienes manejan los asuntos públicos y disponen de recursos del erario que desvían, que no aplican o que simplemente desaparecen.
El epigrama es una composición breve, irónica y festiva utilizado en cuestiones políticas para criticar, reprochar y sancionar la actuación de funcionarios e instituciones desleales y corruptas; pues como dijo Tomás de Iriarte en el Siglo XVIII:
"A la abeja semejante,
Para que cause placer,
El epigrama ha de ser
Dulce, pequeño y punzante".
Foscolo, de ascendencia griega, nació en la Isla de Zákinsos el 6 de febrero de 1778 y fallece en Londres el 10 de septiembre de 1827. Escritor, ensayista y crítico literario. Fue un poeta patriótico, pues luchó al lado de los franceses contra Austria que había invadido Italia. En 1806 se traslada a Milán donde escribió el poema "De los Sepulcros" (1820) en contra de un decreto de Napoleón. Es en este poema donde, según algunos de sus biógrafos, aparece el epigrama enunciado al inicio de este Enfoque.
En el Taller de Lectura y Redacción que tuve a mi cargo por más de treinta años, maestro y aprendices a nivel de preparatoria; digo aprendices porque se trataba de un taller, como si fuera de artesanos, trabajábamos haciendo ejercicios con epigramas de autores italianos, españoles y mexicanos, aplicándolos a la vida práctica. Foscolo representa a Italia en este género, pero en España hubo también sobresalientes escritores que cultivaron el epigrama y lo utilizaron como arma para criticar, reprochar o exhibir a quienes incurrían en conductas indebidas, e incluso para despejar cuestiones tan domésticas y populares como la expresión "el burro que tocó la flauta". Tomás de Iriarte, epigramista español, ilustra el refrán de la siguiente manera:
"Cerca de unos prados que hay en mi lugar
Pasaba un borrico por casualidad;
Una flauta en ellos halló
Que un zagal olvidó por casualidad;
Acercóse a olerlo el dicho animal
Y dio un resoplido por casualidad,
En la flauta el aire se tuvo que colar
Y sonó la flauta por casualidad!
Otros reconocidos epigramistas hubo en España, como Juan de Tarsis Peralta, Conde de Villamedina, autor de este feroz ingenio:
"¡Que galán que entró Vergel!
Con cintillo de diamantes;
Diamantes que fueron antes
De los amantes de su mujer".
El escritor Bretón de los Herreros y el médico Pedro Mata que componía poemas, tenían rencillas que los hacían insoportables; vivían en la misma casa, pero en pisos distintos. El cartero se equivocaba frecuentemente de domicilio al repartir los sobres postales, por lo que el médico, enfadado, puso en su vivienda este letrero:
En aquesta mi habitación
No vive ningún Bretón.
El escritor contestó:
"En aquesta habitación,
No vive ningún Bretón,
Dejen ya de molestar;
Pues vive cierto médico poeta,
Que al pie de cada receta
Pone Mata, y es verdad".
De Calderón de la Barca es el siguiente epigrama:
"En los extremos de hado
No hay hombre tan desdichado
Que no tenga un envidioso,
Ni hombre tan venturoso
Que no tenga un envidiado".
En México, un alto exponente del epigrama, quizás el mejor y más reconocido, fue don Francisco Liguori; abogado, profesor, poeta, cronista, que participó por muchos años en los programas televisivos Sopa de Letras y Sábados del 13, conducidos por Jorge Saldaña. Originario de Orizaba, Veracruz, nace en 1917 y muere en la Ciudad de México, D. F., en 2003; sus epigramas aparecían cada semana en la Revista Siempre! Presencia de México, de José Pagés Llergo. He aquí una muestra de su exquisito y mordaz ingenio:
"Las gentes se dividen en dos categorías,
En dos categorías se dividen las gentes:
Son tontos aquellos que piensan tonterías
Y los que las cometen, son los inteligentes".
César Abraham Navarrete Vázquez, en su Bitácora de Literatura "Palabras de Viento", cita los siguientes epigramas de Liguori, que yo reproduzco, ofreciéndole por ello mi disculpa:
Yo soy un juglar letrado,
Letrado pero juglar,
Porque me gusta jugar
Con el verso bien rimado.
A veces se ha sospechado
Que yo soy de cleresía,
Pero soy de juglaría
Porque con el pueblo estoy,
Con él vengo, con él voy
Y a él le dejo la obra mía.
Me han dicho que soy poeta
Y alguna vez me lo he creído,
Más pronto me he convencido
De que otra ha sido mi meta.
El pueblo bien interpreta,
Interpreta mi labor:
Soy cronista rimador
Y decir que soy cronista
Es decirme periodista,
Y ése es mi orgullo mayor.
Otro:
Aquí yace un penitente
De quijada prominente,
Y que tuvo a bien morirse
Pues se le ocurrió reírse
¡A mandíbula batiente!
Tuve un amigo canijo
Que leyó en un libro viejo
Un saludable consejo
Y lo siguió muy prolijo.
En su propósito fijo
Pensó, viéndose al espejo:
"Seré feliz porque dejo
Un libro un, árbol y un hijo"
Pero le salió mal todo
Pues por irónico modo,
Logró al fin de la jornada:
Un libro muy aburrido,
Un árbol seco y retorcido
¡Y un hijo... de la tiznada!