Alguien dijo -tal vez acertadamente-, que "la vida es una cuestión demasiado importante, como para tomarla en serio". Penalidades, esfuerzos, sacrificios, altibajos, y más tristezas que alegrías...
... forman el círculo vital de la persona como ser humano; por eso hay que buscar siempre la oportunidad de reír, de tomar la vida con optimismo y filosofía para hacerla más llevadera, y un motivo para lograr esto es la anécdota, entendida como relato breve de algún hecho o suceso curioso, expuesto a veces con ironía de la que puede desprenderse una enseñanza moral o filosófica.
Citaré en este Enfoque y en los posteriores algunas anécdotas, anticipando mi respeto y afecto para quienes en ellas menciono, que no tiene más propósito que generar una dinámica que provoque risa y recuerdo gracioso del momento en que se dio. Ojalá se logre.
La materia de Educación Cívica a nivel de secundaria se impartía, en nuestra época de estudiantes, en tres cursos. El primero era El Hombre y la Sociedad; el segundo, El Hombre y la Economía y el tercero, El Hombre y el Derecho, con libros de texto, en los tres grados, de Benito Solís Luna.
El licenciado Ezequiel Cisneros Rocha, querido, admirado y respetado maestro, tenía a su cargo el primer curso de Civismo. Su clase era de tres a cuatro de la tarde, lunes, miércoles y viernes. Como una forma de perfilar la personalidad del alumno e inculcarle prácticas de convivencia social, era requisito para entrar a su clase que lleváramos corbata, así fuéramos en camisa, playera o camiseta, pero eso sí, ¡con corbata! Antes de entrar al salón, acostumbrábamos jugar en las canchas de la escuela las famosas "21 de basquetbol" y como la clase comenzaba a las tres de la tarde, pues llegábamos sucios, sudados y despeinados. En una ocasión, un compañero de abultada y rizada cabellera, llegó al aula y al verlo el maestro Cisneros con el cabello alborotado, le dijo: ¡a la peinada! El joven alumno dio media vuelta, cerró la puerta y no volvió, sino hasta la clase siguiente. Al verlo, el licenciado le preguntó: ¿Porqué no regresaste a clase, si sólo te ordené que te peinaras? El compañero respondió: ¡pues yo creí que me había corrido! Así éramos de obedientes.
Quienes coincidieron conmigo en ese Primero "A" de secundaria, seguramente lo recordarán como yo. Me refiero a Jesús Jaime Espino Orrante, José Ángel Carreón López, Víctor Manuel Alanís de la O, Héctor Manuel Tapia Rocha, Hugo Castelán Meneses, Julián Vargas Aguilera, José Ortiz Hernández, Alfonso Amador Salazar, Porfirio Guevara García, José Luis Flores Quiñones, Juan Rincón Castañeda, Arturo Navarro Madrid, Armando Flores González, Juan José Soto Rosales, Casimiro y José Inés López Flores, Jorge Chao Madinabeitia, Juan Villarreal Alba, Fernando López Valenzuela, Ignacio Meneses Marín, Fernando Betancourt Silva, Pedro Ibarra Fernández, Guillermo Lavín Álvarez, Enrique Lavín Montoya, Francisco Ávila Delgado, José Ángel Luna Mijares, Antonio Antúnez Fraire, Jesús Trejo López y Jorge Cerda Izaguirre, entre muchos más. Todos buenos amigos y magníficos estudiantes, hoy brillantes y destacados profesionistas, otros exitosos empresarios, aunque algunos lamentablemente ya han fallecido. Pude haber omitido alguno o incluir otro que no lo fue, por lo cual ofrezco disculpas.
De Enrique Lavín Montoya tengo un grato recuerdo de amistad y un sentimiento de gratitud: destacado estudiante, siempre fue muy bueno para las matemáticas, pero además era entrón para los "trancazos", y en sus años estudiantiles participó en los torneos de box de los Guantes de Oro de la Arena Olímpico Laguna de Gómez Palacio, habiendo obtenido varios triunfos en la categoría de peso welter, pues era de elevada estatura y corpulento. Egresado del Instituto Politécnico Nacional, como Ingeniero en Ciencias Físico Matemáticas, ya profesionista fue subdirector de una Escuela Vocacional del Poli en la Ciudad de México y Director del CIIDIR (Centro Interdisciplinario de Investigación para el Desarrollo Integral Regional), Delegación Estatal Durango, del mismo Politécnico, durante 12 años, habiéndose retirado en el 2002 o 2003; adicionalmente incursionó en la política sindical de la propia institución educativa nacional.
Nunca fui bueno para los números, como estudiante batallé mucho con las matemáticas, debo reconocerlo y confesarlo, en un acto de honestidad, y a pesar de tener un excelente maestro como lo fue el profesor José Mendoza Soto, "troné" segundo y tercer curso de la materia, las únicas reprobadas en toda mi vida estudiantil, teniendo que ir a examen a título de suficiencia y no me quedaba sino una sola oportunidad para acreditarlas y poder inscribirme en primero de preparatoria. Entonces, aprovechando el período vacacional de 1960-1961, Enrique me dio un curso intensivo para prepararme en matemáticas, e irónicamente, lo que no aprendí con el profesor Mendoza lo asimilé con Lavín; pude presentar el segundo curso en julio de 1960 con calificación aprobatoria, y un mes después, en agosto de ese año, el tercer curso, que también aprobé, ante un jurado de tres sinodales y así fui inscrito en el bachillerato. En septiembre de 1961, ya en segundo de preparatoria ambos, Enrique y yo, integramos la "Planilla Azul" para jugar la sociedad de alumnos del Instituto"18 de Marzo", que yo encabezaba y él figuraba como secretario. No ganamos las elecciones estudiantiles. ¡Como lo hice en su momento, una vez más expreso mi profundo agradecimiento a Enrique, con quien tuve una gran amistad desde nuestros años escolares hasta su sensible fallecimiento!
Nota bene.- Si no ha ido, vaya. Si ya fue, regrese. Vale la pena el viaje y el gasto. Ciudad histórica y aristocrática, tranquila, apacible, señorial. Se respira en ella un clima de seguridad y de convivencia armónica, que provoca envidia de la buena. ¡Es Campeche, ciudad amurallada, con ocho baluartes como sistema de protección y defensa que le permitió resistir el asedio y ataque de Lorencillo, que fue el más cruel y sanguinario de los piratas!
In Extremis.- Expreso mi sentido pésame a la señora Clorinda Romo de Alanís, al Lic. Juan Antonio y a la maestra Ana Lucía Alanís Romo, por el sensible deceso del Sr. Lic. Antonio Alanís Ramírez, brillante Abogado y destacado Notario Público, que dio prestigio y lustre a la profesión.