EL MANTENIMIENTO
Una ciudad tiene necesidades todos los días, puesto que en ella existe el movimiento. La administración consiste en tener control sobre eso y poner correctivos cuando sea necesario. Todo se acaba por el uso, y si a eso le agregamos que muchas cosas también se han acabado por la corrupción (ejemplo, los bustos que se encontraban en la Alameda Zaragoza, los de los escritores y la de los artistas), entonces la función de vigilancia y de mantenimiento se vuelve importantísima.
Se construye lo nuevo mientras se destruye lo antiguo. Lo que ha pasado con la llamada Puerta de Torreón y los pasos a desnivel es sintomático. ¿Nadie lo previó? ¿Nadie le dio mantenimiento? Hoy implica un gasto que tiene que hacerse y a lo mejor es superior que aquel que se hubiera hecho a tiempo.
Posemos nuestros ojos en la ciudad. Pretendemos la venida de turistas. ¿A qué? A que admiren nuestra ciudad. La primera impresión del Centro es la de un lugar abandonado. Las banquetas en mal estado, la falta de asfalto en la mayoría de nuestras calles. Edificios feos porque no han podido rentarse; sus dueños esperarán hacer negocio con la plusvalía, pero me pregunto si con las condiciones actuales de ese lugar, esa esperanza existe. Lo dudo.
Se han hecho arreglos en la ciudad. Los paseos verdes, los centros deportivos. Se están remodelando cuatro calles de la Morelos a lo mejor hasta más, mi pregunta sería si esas son las calles que deben de arreglarse y de si es válida la puesta a un futuro de ciudad lleno de bares y de cafés.
Con el solo arreglar las calles no basta, habrá que completar la acción convenciendo a tiendas anclas para que se establezcan ahí dándoles facilidades como atractivo. Es un plan más abarcador, sobre todo, con la esperanza de que la siguiente administración siga empeñada en lo mismo, para que se siga extendiendo el beneficio de la obra que se ha iniciado.
En el artículo pasado, mencionaba que en Torreón nos faltan algunas tradiciones. No voy a negar las que existen, como el Maratón Lala, eso lo maneja la iniciativa privada y no corre el riesgo de ser olvidada. El problema es de lo que maneja el gobierno: al vigente le interesa su aquí y ahora, que luzca lo que hace sin importar lo que le pase a lo que el anterior hizo. Por ello mismo, no se plantean obras de largo alcance (como el drenaje profundo de la ciudad) porque no se terminaría en su lapso de gobierno y lo tendría que inaugurar otro. Lo que importa es lucirse: "Haz obras compadre"; entonces, en segundo y tercer término, se pone el mantenimiento a la obra heredada. Nadie va a reponer los bustos y los puentes que se caigan con el uso.
Se hacen cosas nuevas. Bajo estas circunstancias, ¿quién puede asegurar su mantenimiento en el futuro? A eso es a lo que me refiero de que faltan tradiciones, porque falta mantenimiento, compromiso con la obra que no les ha tocado realizar.
Nuestra novedad es el teleférico. Hay una carretera que lleva al Cristo de las Noas. ¿No saldría más barato darle mantenimiento y seguridad a esa carretera que la construcción propuesta? Yo no dudo que para muchos sea interesante irse a posar a los pies del Cristo o visitar las grutas, ver la ciudad desde arriba, yo lo he hecho. Pero, ¿vale la pena el gasto? ¿Cuánto turismo puede generar? ¿Qué comercio existe ahí arriba? ¿Cuántas fuentes de trabajo se generarán?
Lo que no produce turismo es el lamentable estado del Centro de la ciudad. Las banquetas, las pintas, la carencia de estacionamiento (cuántos años se abogó por que se construyera un estacionamiento bajo la Plaza de Armas); insisto, la falta de mantenimiento, la falta de compromiso con las tradiciones.
Se hizo un concurso para diseñar una entrada de la ciudad en la carretera Torreón - Matamoros. Jamás se construyó el diseño elegido. A nadie le interesa. Con esta manera de pensar, la ciudad se nos ha ido de la mano.
La mayoría de nuestras calles necesita asfalto. Si me lo cobran, ¿por qué no me lo dan? No lo sé. Nuestras deudas suben, cuando deben de bajar. Todo habla de la falta de compromiso con el desarrollo del lugar en el que habitamos. Los que están ahora se van, los que vienen no se sentirán responsables de lo que se haga. Cada cuatro años nos inventamos y nos destruimos. Cada cuatro años se comienza de nuevo.