MÁS DE UN SIGLO DE REFORMAS EDUCATIVAS
Don Justo Sierra hizo las veces de Secretario de Educación en el Porfiriato. Antes de él, Gabino Barrera había impulsado el positivismo. Don Justo veía la importancia de la supremacía de la enseñanza científica, sobre todo, a nivel universitario. Fueron los tiempos en que la pontificia universidad de la Ciudad de México pasó a ser la Universidad de México y en el 29 obtiene su autonomía.
En el siglo XIX, se luchaba entre la educación religiosa y la educación liberal. Lo mismo que ahora, había puntos de vista encontrados sobre el deber del proceso de aprendizaje. Cito a Agustín Yáñez en su biografía sobre Don Justo Sierra, página 219: "… A propósito de consultar la supresión de la escuela preparatoria, la de agricultura y el conservatorio; de la preparatoria se decía -lo decía don Manuel Payno, presidente de la comisión-: Es una especia de garita donde se detiene el alumno cinco años, al cabo de los cuales piensa en dedicarse a una carrera especial, o no dedicarse a ninguna". Más enfáticamente declaraba que "de nada sirve", y añadía: "¿no es más llano, más sencillo, más consecuente con el fondo del pensamiento que dominó en la ley, el que cada estudiante sin perder el tiempo se decida por la profesión que ha de adoptar y encuentre en su escuela especial la enseñanza necesaria?". Bien que Payno y sus compañeros no se atreverán a proponer finalmente ninguna medida radical y se contentarán con regateos".
Sierra defiende su proyecto con las siguientes palabras: "…Erróneo es decir que la ciencia se reduce a la pura observación experimental: "Quien tal dijo al señor Montes no ha saludado ni de lejos los libros fundamentales del método positivo"; error mayor el de achacarle la insigne tontería de que la razón es impotente para llegar más allá de los datos que suministran los sentidos; falaz e insidiosa la reiteración de la falta de moral en el sistema, sólo porque se le da una fundamentación diversa a la metafísica, que trata de sustentarla en derechos absolutos, tampoco negados, sino porque en materia de absolutos la ciencia deja el campo a la fe".
En el campo de la enseñanza de la historia, Sierra dice: "Afirmo que yo enseño que el desarrollo de los pueblos es la resultante de las leyes que rigen el mundo inorgánico, al orgánico, al espiritual y al social, todas distintas entre sí; afirmo que el valor de las acciones humanas en la historia lo he medido por la cantidad de bien o de mal que los hombres han hecho consciente; afirmo que jamás ha salido de mis labios el sacrílego disparate que se me atribuye sobre la idea de la patria; y aseguro que si en la historia de mi país creo que ha habido lamentables errores y lastimosos visionarios, creo, y así lo he enseñado, que ha habido también hombres beneméritos, cosas bien hechas y progresos reales".
Más adelante se defiende el sistema: "Los procedimientos de deducción, de inducción, de clasificación, que se ponen en práctica día a día en las ciencias matemáticas, fisicoquímicas y biológicas, habitúan la mente por tal extremo a pensar bien ordenadamente, que cuando en el último año de preparación se hace el curso de lógica, se puede decir que está hecho der antemano; es la teoría de una práctica de cuatro años".
Más adelante se destaca: "Pero esto no es, sin duda, el objeto especial del plan de estudios vigente, sino el de formar hombres que sepan pensar, que sepan estudiar, que sean en una palabra extraños a las bases de que parte el progreso moderno".
Lo anterior se decía a finales del siglo XIX cuando se tenía toda la esperanza en que los problemas de los hombres habrían de ser resueltos por la ciencia. Han pasado dos guerras mundiales e innumerables guerras locales. En el mundo entero, se han puesto en práctica sistemas de gobierno y ninguno ha funcionado. Vivimos una decadencia moral en todos los sentidos y a todos los niveles y aún se sigue hablando de una modernización del sistema educativo.
Las bases de hoy son: aprender a estudiar, o a aprender a saber, aprender a hacer y aprender a ser. Yo creo que el énfasis se da en el hacer para entrar de lleno en el sistema de producción mundial; lo mismo que el inglés se propone, como antes al latín y al griego, como necesario para la comunicación universal, pero si no hemos dado con un sistema social que convenza por su trascendencia, ¿de dónde sacamos los cimientos del ser, o sea, de la moral o de la ética que nos expanda las fronteras del conocer con el fin de encontrarnos con la plenitud del ser humano?
El hombre no es una pieza de una máquina que únicamente sirve para funcionar productivamente. El hombre siente, quiere, ama, piensa y tiene placeres sensuales y estéticos, además de otras muchas cosas. El hombre, a fin de cuentas, lo que busca es la felicidad. ¿Cómo llegamos a ello?