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Ensayo sobre la cultura

José Luis Herrera Arce

Dando el grito

Festejamos el inicio del movimiento de Independencia de 1810, movimiento que vino a concluir en 1821. Aunque Hidalgo no concluyó lo iniciado y tuvo algunos excesos en la Alhóndiga de Granaditas en Guanajuato, él sigue siendo el Padre de la Patria. Cuando es fusilado, se quedan a cargo del Movimiento, Rayón y Morelos. El segundo se muestra como un gran militar, protege al primer congreso, quien intenta darnos leyes justas, pero también es derrotado. La gesta la viene a concluir Agustín de Iturbide, quien anteriormente había combatido a los independentistas y traicionando la confianza que el Virrey había puesto en él, hace pacto con Guerrero, confecciona la bandera del ejército trigarante, vence a los españoles y firma el acta de Independencia; la verdad de las cosas, al emperador Agustín I lo repudiamos porque fue de la parte conservadora, quien no tuvo acogida en el pueblo y que vino a ser fusilado cuando regresó al país para volver a la política.

De los antes mencionados, el que más me gusta es Morelos, quien tuvo conciencia de la necesidad de producir leyes justas para la nueva patria que nacía. En los Sentimientos de la Nación lo expresa, y todos, en estos días, debiéramos leer lo que en ellos decía.

De 1821 a 1857, en nuestro país no hubo calma. Dos partidos políticos, respaldados por dos logias masónicas, atrás de las cuales estaban dos embajadas, la estadounidense y la británica, se enfrentaron para apoderarse de las riendas de la nación. Ninguno de los dos se pudo imponer. Ambos se convirtieron en juguete de Antonio López de Santana, quien con sus tonterías perdió la mitad del territorio nacional. Ya con el país hecho pedazos, conservadores y liberales intentan salvar lo que quedaba de él, unos buscando un monarca para que nos gobernara, y el otro diseñando una constitución liberal, la del 57', en una etapa que se llamó de La Reforma, en donde a pesar de haber sus adelantos, no todas las acciones fueron buenas. Los conservadores monárquicos son derrotados y los liberales se enfrentan entre sí. Primero, de fuerte queda Juárez, quien se reelige 7 veces. El mismo Guillermo Prieto llega a criticar tantas reelecciones, pero era necesario para mantener al país unido. Después de muerto Juárez (que se murió a tiempo, no así Díaz), Lerdo de Tejada no pudo mantenerse en el poder, se lo arrebató don Porfirio, que primero permitió que su compadre González se eligiera, para después de 1884 no soltar la silla hasta 1910. Los que saben, dicen que su período tuvo tres etapas, cada una con diferentes personalidades. Logró una macroeconomía fuerte, pero una microeconomía injusta. La tenencia de la tierra estaba en pocas manos y muchos dueños de industrias eran extranjeros. Después vendrá la Revolución, pero eso ya es tema de otro artículo.

Quien quiera leer sobre la época de Juárez y de Díaz, les recomiendo la historia moderna de México de Cosío Villegas. Ralph Roeder también escribió sendas biografías. Quien no tenga tanto tiempo para leer, la Historia mínima de México, del colegio del mismo nombre, es la vía rápida para enterarse de nuestro devenir histórico.

La pregunta hasta aquí es: ¿qué tipo de país quisimos y qué tipo de país tenemos? No creo que lo que estamos viviendo sea la utopía que muchos hombres se han empeñado en edificar.

Tampoco creo que nuestra ciudad sea lo que pensaron podía ser quienes nos precedieron. Elevada a tal dignidad en un quince de septiembre, cumplimos años por estas fechas. Nos dio la vida el ferrocarril y no hemos sabido transformarlo en tren rápido. Nos dio la vida la agricultura y la estamos abandonando. Nos dio la vida el comercio y la industria y sufren las de Caín para mantenerse (muchas tiendas originales de la región han muerto). A la mayoría de las calles les falta el asfalto, el Centro es una soberana vergüenza, los edificios, que tal vez pertenezcan a los herederos de alguien, no tienen mantenimiento; pretenden ganar plusvalía por las reformas a la calzada Morelos. ¿La Juárez y la Hidalgo, qué? ¿La Alianza?

Somos una ciudad de restaurantes y bares, poca imaginación. La mediocridad nos inunda, como las lluvias. Cuando veo nuestro cerro, pienso que a alguien ya se le hubiera ocurrido hacer algo con él que llamara la atención, algo más que poner antenas. Unos han puesto palabras, como Hollywood; otros cabezas de héroes. No hacer lo mismo, tener imaginación. Desconozco si se puede o no.

La solución es de todos; para ello, debe surgir el amor a la región y al país de alguna parte. Al país muchos ni lo conocen: digo, Chiapas, Pátzcuaro, Oaxaca, Yucatán, nuestros ancestros indígenas, artesanías, fiestas y todo lo demás. A nuestra ciudad ya no la recorremos, por el temor que nos han metido de andar libres por nuestras calles. Quienes pueden exigir a los políticos son los ciudadanos; es más cómodo dejarte comprar por los 500 pesos que te dan en Sedesol.

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