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Ensayo sobre la cultura

José Luis Herrera Arce

La definición del hombre

Vivimos el resultado de haber definido la felicidad del hombre en el tener; si esto es lo indispensable para ser feliz, no importa cómo se tenga, el fin justificará cualquier medio; por lo general, los caminos cortos son los más benéficos. Lo prohibido arroja grandes riquezas y a lo que nuestra juventud se ha abocado es a tener dinero, creyendo que así podrá comprar todo lo que se le antoje, hasta la felicidad.

La inseguridad que vive el país y la corrupción vienen a ser el resultado de la filosofía del hombre triunfador en la que tanto se ha insistido en los últimos tiempos. El hombre triunfador se ha reducido a ocupar una posición social, a llenarse de cosas materiales lujosas que a fin de cuentas no sirven para combatir los vacíos existenciales. Se compra la huida de la realidad, los paraísos artificiales que destruyen al hombre; se compra la dependencia de la droga, los amigos, dispuestos a traicionar como también has traicionado; los amantes que únicamente son la mercancía sexual inútil para formar una familia; se vive en la ilusión de ser cuando todo mundo te rehúye o simplemente te soporta, para quitarte su pedazo de felicidad a través de un servilismo que se habrá de esfumar cuando te encuentres en problemas.

El mundo del dinero es el mundo de la mercancía. El amigo es mercancía, el amante es mercancía, la familia es mercancía, la supuesta felicidad también es mercancía. No hay trascendencia, ni la física ni la espiritual y mucho menos la metafísica. Te refugias en el aquí y en el ahora, en la violencia cotidiana que te ha convertido en un animal. Cito a Paideia de Werner Jaeger, página 144: "Los (bienes) obtenidos por la injusticia y la violencia no hacen otra cosa más que alimentar a Até (la ruina, la insensatez , el engaño) cuya presencia no se hace esperar".

¿Cuál es la finalidad del hombre en este mundo? Olvidémonos por un rato de la salvación celestial. En este mundo, en el lapso del nacimiento a la muerte. ¿Qué sensación habríamos de tener cuando nos estamos muriendo para decir que la vida ha tenido sentido y negar la frase existencialista de que el hombre es un animal de pasiones inútiles hecho para la nada? Me imagino que si en algún momento de tu vida te propusiste hacer algo, el decir que lo lograste. El negocio, el viaje, la empresa, la proeza. Decir que lo hice ha de ser una de las grandes satisfacciones en la vida. El sentirte que no hiciste nada, que tan sólo vegetaste, ha de ser una de las humillaciones más terribles que se pueda tener. El engañarte ser cuando no lo eres, es peor aún, porque lo que tú crees que vales, a la primera se devaluará.

Mucha casa, muchos carros, mujeres, joyas al precio de que se hable mal de ti o de tu descendencia, habiendo aprendido tu lección, se dediquen en lo sucesivo a vegetar, puesto que ya les arreglaste la vida y no tienen nada que hacer, y ni siquiera se lo buscan, puesto que su cerebro es tan pequeño como el que menos tiene. Se ríen con la televisión para tontos que nos han inventado. Al menor problema, no sabrán cómo resolverlo, mientras tengan, lo resolverán, y cuando no tengan, vivirán tan infelizmente como el que no tiene y no se le ocurre nada para tener.

Los antiguos griegos fomentaban la vida material y la vida espiritual. El hombre es la totalidad de las dos cosas. Cuerpo sano en mente sana. El hombre que intenta llevar a su máxima expresión su salud corporal como la mental. La perfección del cuerpo, de la razón, del espíritu, la vida moral, la ética, la legal. La concordancia de su ser con el ser social, con el todo que se encuentra a mi alrededor. Que pueda encontrar amigos sin la necesidad de comprarlos. Que pueda conseguir quien me ame por lo que soy, no por lo que doy. Tener una digna continuidad en la descendencia. Que importe el nombre como modelo. Aparecer en la historia como el ejemplo. Ser la influencia en beneficio de la humanidad. Gozar el momento por la compañía, por la música, por la contemplación de la naturaleza, de la obra de arte, de la unidad emocional con los otros. Sentir mi capacidad creadora por lo que logro hacer en cualquier campo. Sentir que el trabajo me dignifica, me llena, y es el medio con el que yo puedo afrontar mis necesidades de cualquier tipo. Que el tiempo tenga sentido como necesario para mi perfección. El momento para gozar, para ser responsable, para preguntarme: ¿Qué es lo que me hace feliz? ¿Qué es aquello a través de lo cual me da la felicidad?

El dinero no compra muchas cosas: ni una madre, ni un hermano, ni una esposa, ni un hijo. Si los compra, eres el más infeliz del mundo. Los perderás cuando no tengas con qué pagarlo. Tampoco compra la satisfacción de haber logrado un buen trabajo, ni la de haberte dado un gusto, ni el saber que por tu esfuerzo puedes lograr lo que te propongas. El dinero no compra eso. Lo que si compra es el repudio de la gente, el odio, la destrucción de la familia, de la amistad, del mundo, del hombre que se troca en mercancía, las ganas de escupirte en la cara, de engañarte, el dinero compra el odio, el desconocimiento, la infelicidad y droga para olvidar quien eres, huir del mundo real a uno fantástico que destruye todas tus neuronas cerebrales y te vuelve un guiñapo.

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