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ENSAYO SOBRE LA CULTURA

José Luis Herrera Arce

LOS CICLOS

Con la Navidad, comienza un nuevo ciclo litúrgico en la iglesia católica. El Año Nuevo puede representar lo mismo en la vida civil. Nuestros ancestros indígenas medían los ciclos por 52 años y encendían el fuego nuevo con la esperanza de poder vivir otros tantos años. Indudablemente, es la naturaleza la que nos ha enseñado a vivir a base de ciclos. El apego a la agricultura ha hecho descubrir, a las diferentes civilizaciones, la forma en que los astros marcan los fenómenos cíclicos y de esta forma sacar provecho para la subsistencia.

Mi vecino tiene un nogal en su jardín. Del 21 al 25 de diciembre, se queda completamente sin hojas y se llena de pájaros. Me gusta observar ese árbol, con sus pájaros en invierno a sabiendas que exactamente el 21 de marzo tendrá sus primeros brotes. No falla. Los cítricos todo el año tienen hojas verdes, el nogal en invierno se desnuda y en primavera comienza a vestirse. Los pájaros cubren la desnudez del nogal en invierno y en primavera se acogen gustosos al cobijo que el árbol les proporciona.

Ver pájaros es un espectáculo, a menos que se apoderen de tu cochera y te ensucien el automóvil. También, esto es cíclico, verlos volar en parvadas en sus viajes incansables de ida y de retorno a los lugares a donde los lleve su propia migración.

Ni los árboles ni los animales cambian mucho sus ciclos a menos que el hombre se los haga cambiar. Somos nosotros, en nuestro afán de dominio de la naturaleza, los que intervenimos a veces con malos resultados y por eso el mundo el día de hoy se encuentra en peligro de ser destruido. El hombre no ha querido escucharlo, debe ser más cauto en su relación con la naturaleza si no quiere suicidarse.

Pero estaba yo hablando de la Navidad como un ciclo, el que acaba y el que comienza. Todo mundo se pregunta cómo nos ha ido con el que se va y cómo nos irá con el que viene. Pienso que en los últimos años no hemos hecho muy buenos propósitos para corregir las cosas porque yo no puedo decir que nos haya ido muy bien socialmente. La corrupción está en su apogeo, se habla de seis o siete gobernadores que no presentan cuentas muy claras. Sobre el futuro, con lo sucedido en el país vecino, no nos augura muy buenas cosas, ya que no nos han educado para afrontar lo que se viene. Nos han hecho depender de una globalización cada vez mayor aunado al desconocimiento de lo que nuestra propia cultura nos puede ofrecer como caminos alternos.

Somos consumistas y hemos dejado de ver a la naturaleza. El nogal, a muchos les pasa inadvertido. A lo mejor se acuerdan de él cuando la nuez está muy cara. Pocos se preguntan por qué los melones, este año, supieron desabridos, o si las sandías estuvieron buenas o no. Pero todos entran en shock si se cae el internet y no pueden entrar a las redes sociales para observar el último video estúpido que alguien ha subido.

Las preguntas deben de surgir en este tiempo. Para los cristianos, ¿qué sentido tiene el que Dios se haya convertido en hombre y nos haya dejado un modelo de vida a partir de sus predicaciones y el ejemplo? Para los que no son creyentes, ¿qué sentido tiene este movimiento rítmico de la naturaleza si lo estamos destruyendo con nuestra propia soberbia e incapacidad para administrarlo y no ponemos remedio a nuestros actos autodestructivos? Para los políticos, ¿qué sentido tiene que las personas ya no crean en ellos? Para las universidades, ¿que sus títulos se vayan desprestigiando y no representes los conocimientos que debieran representar?

El hombre piensa, la naturaleza no. Si tenemos cerebro es para pensar, por algo somos sociedades democráticas donde puede suscitarse la polémica, ya no aquellos pueblos donde se decía que había que callar y obedecer. Los problemas están ahí y se tienen que solucionar; si no somos nosotros, ¿quién?

Un ciclo comienza. Todos los ciclos comienzan cotidianamente. Debemos salir a la búsqueda de ideas, proponerlas, discutirlas, realizarlas. Nuestros políticos están muy ocupados llenando sus carteras. ¿Cuál debería ser la respuesta de los ciudadanos? No la sé, hace falta que alguien proponga.

Por hoy, nos conformaremos con desearles una Feliz Navidad. El mejor regalo que puedo ofrecerles es invitarles a pensar y a trabajar en sus resoluciones. El futuro y el cielo no dependen ni de Dios (no existe el destino manifiesto) ni de la naturaleza, depende de nosotros mismos, de nuestros actos y decisiones.

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