No está de más proponerse propósitos cada año que comienza. Esto es pensar que la vida se desarrolla en ciclos; después del invierno, vendrá la primavera, la semilla es capaz de producir a nueva planta que surgirá como símbolo de la vida. Si usted tiene cerca un nogal, ya habrá observado que se deshoja en el invierno y exactamente el día primero de la primavera se comienza a llenar de hojas.
La naturaleza, o Dios, como usted quiera, nos enseña que siempre se puede comenzar de nuevo, y aunque nosotros nos afanemos por destruir el nicho ecológico en que nos ha tocado vivir. La otra opción sería en ver más allá de nuestras narices para darnos la oportunidad de construir la vida que queremos y no permitir que nos construyan la vida que no queremos.
Nuestra ciudad se ha venido deteriorando y en el crecimiento se ha quedado atrás. Nos han convertido de nuevo en el rancho del torreón, pero ahora sin Torreón desde donde poder otear el horizonte. El vandalismo hizo de las suyas, dejando lastimada a la región provocando un atraso del cual no nos hemos podido recuperar.
Propósito posible, crear fuentes de trabajo. Hace falta reactivar la economía regional; existe el suficiente espacio para construir zonas fabriles que den los empleos necesarios. Si este rublo no se resuelve, dudo mucho que se puedan resolver otros.
En segundo lugar, debemos devolverle el orgullo a nuestro Centro Histórico. No hace falta mucho seso para darnos cuenta que en otras partes del país, hay ciudades que han rescatado sus Centros Históricos y los han convertidos en lugares turísticos. Alguna arquitectura podía ser rescatable; nuestros edificios se van consumiendo por falta de mantenimiento. Algunos ya no existen, han quedado como solares dedicados a estacionamiento.
El ambulantaje se concentró en ciertas calles del Centro. Lo que hoy existe en nada se parece a lo que había hace cincuenta años; entonces, nuestra ciudad era el centro comercial, agrícola e industrial de la región.
Los intereses particulares se han venido imponiendo al interés general y no ha ganado ni uno ni otro. Todos han perdido ante la penetración de las firmas nacionales e internacionales que se han llevado el negocio hacia las afueras. Aún tenemos firmas importantes que han nacido en esta región y debemos sentirnos orgullosas de ellas, además de exigir que su calidad no decaiga porque en eso estriba el que las fuentes de trabajo que producen, permanezcan.
Todo lo nuevo depende de la infraestructura y esa está en manos de nuestros gobernantes. También, habría que exigir a los dueños de edificios que inviertan lo necesario en ellos para que nuestro Centro deje de tener ese ambiente tétrico y caótico que ahora tiene.
A veces, me imagino que todo esto ha caído en manos de herederos incapaces que sólo han vivido de una herencia que día a día se les reduce. Hace falta creatividad para salir adelante. Si vivimos en una sociedad de competencia, entonces hay que competir.
Nuestras autoridades, ¿qué tipo de ciudad nos proponen? ¿Algo más que utilizar la macro plaza para el espectáculo popular? Basta observar a su alrededor para darse cuenta de que hay muchas cosas que faltan por hacer. El propósito de año nuevo debiera ser recuperar el sentido del espacio citadino.
La primavera habrá de volver, las hojas surgirán en las ramas de los nogales. Los frutos comienzan siendo botones, azares que tienen que soportar el vendaval para posteriormente darnos su dulzura. ¿En dónde están esos brotes de hojas y de frutos?
Hay que desconfiar de la demagogia. Lo que es necesario ver es la obra, la idea, la proposición, el trabajo cotidiano que nos transforme.
Nada cuesta soñar con que un día nuestra ciudad vuelva a ser la de antes.