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Entre el miedo y la estupidez

SALVADOR SÁNCHEZ PÉREZ

 L Os sicólogos le llaman "zona de confort". Este término, que recientemente se ha popularizado, hace referencia a todo estado mental que se produce en la comodidad de la vida corriente, donde las principales aspiraciones han sido cubiertas y donde las presiones no actúan ni a favor ni en contra.

Por supuesto que todos necesitamos y debemos tener espacios de confort, sin ellos la vida cotidiana se haría inviable. Pero advierten también los especialistas que demasiado apego a estos estados terminan por estrechar el horizonte de posibilidades para el ser humano, ahogándolo en la rutina, lo familiar, lo conocido y finalmente el sinsentido.

Guardadas las proporciones esto le sucede a la sociedad occidental contemporánea en su conjunto, claro, con sus concreciones y excepciones.

El primer caso, el más escandaloso, quizá el más cercano a nosotros, ha sido la gritería neurótica de Donald Trump, buscando culpables donde estén, sin importar los hechos aludidos. Este personaje ha esparcido tantas mentiras que ya hasta nos hemos llegado a acostumbrar a ellas. La más burda, pero por ello mismo quizá la más conocida, es la promesa de construir un muro de 3,200 kilómetros para frenar la migración latina y salvar así al pueblo norteamericano de migrantes mexicanos y latinos, ladrones de riqueza y empleo.

En Colombia, el segundo de nuestros ejemplos. 52 años de una guerra que terminó por olvidar las reivindicaciones que le dieron origen, llegaría a su fin, luego de la tenacidad del presidente del país, Juan Manuel Santos por firmar los acuerdos de paz. Se dice que el expresidente Uribe hizo difundir la versión que si el resultado al plebiscito colombiano era el "Sí", la guerrilla se incorporaría al juego político y ganaría las elecciones un nefasto y obsoleto exguerrillero apodado Timochenko. El escaso electorado que sí votó querría defenderse de ese peligro.

El tercer caso de esta serie, refiere a la mentira repetida hasta el cansancio por Boris Johnson, canciller del Reino Unido. Sostuvo con tenacidad que su país tendría que entregar millones de euros a la Unión Europea para hacerla sobrevivir, más aún, insistió que permanecer en ese acuerdo económico político provocaría el éxodo masivo de casi 80 millones de turcos hacia el Reino Unido. Tan catastrófico escenario, por supuesto nadie querría vivir.

¿Cómo es posible que las sociedades se pierdan tanto a sí mismas? ¿Cómo hemos llegado a convertirnos espectadores de la propia debacle? Se trata de una sensación generalizada. El proceso de invidualización que ha contemplado el mundo occidental es acompañado en la misma proporción a la sensación de una falta total de posibilidades de configurar los propios destinos como colectividad.

Las señales tendrían que llegar de otro lado. Después del segundo debate entre Hillary Clinton y Donald Trump, y en medio del escándalo por la publicación de unos videos donde el candidato habla mal de las mujeres, la ventaja a favor de Hillary sería de 46 contra 35 puntos, según una encuesta divulgada por la cadena NBC y The Wall Street Journal.

En Noruega, el Comité del Premio Nobel de la Paz decide otorgar tan estimado premio a Juan Manuel Santos, presidente de Colombia y promotor número uno de la firma de acuerdos entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo (FARC) y el gobierno colombiano. Gesto altamente significativo que otorga un respiro a la paz y da nuevo aliento a la causa.

Queda pendiente el caso de la reconstrucción de Europa como comunidad económica y política, una vez que se calmen las aguas de la agitación provocada por resultado negativo del referendo que preguntaba si debería Reino Unido seguir siendo parte de la Unión Europea. 52 % a favor de salir, 49 % a favor de permanecer.

John Carlin, columnista de El País, señaló la semana pasada que estos tres casos son emblemáticos del uso de "la mentira como instrumento del miedo" por parte de los políticos. Carlin señala también la responsabilidad de la sociedad en su conjunto al abstenerse de participar en las votaciones, de no hacerse de la información necesaria, de razonar poco su voto, de seguir abyectamente proyectos populistas que prometen soluciones fáciles.

Mezcla fatal, cinismo extremo y confort que seduce. En el que estamos nosotros no menos: paseos peatonales exageradamente caros, familiares anotados sin ningún recato en la nómina, versiones inverosímiles sobre huesos encontrados. Hasta declaraciones que niegan la existencia de quesos finos: "sólo asadero Oaxaca en mi fiesta."

Twitter: salvador_sj

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