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ES BUENO SABERLO

C. L. Guillermo Valdez Cázares

ENTRETENIMIENTO.- Hoy cambiamos los acertijos (por falta de espacio) para compartir un correo que me envió mi amigo Nacho Meneses y aprovecho para agradecerle que todos ellos son muy interesantes.

CONOCIMIENTOS: Lección de Amor. Nació con el nombre de Edith Giovana Gassión, hija de una cantante ambulante y de un acróbata de circo, que la abandonó antes de que ella naciera. Su madre a punto de dar a luz, no alcanzó a llegar a la maternidad y Edith nació en plena calle debajo de una farola frente al número 72 de la rue de Belleville en París el 19 de diciembre de 1915. La mujer era demasiado pobre para criarla y se la entregó a su abuela materna, quien, en vez de tetero la alimentaba con vino, con la excusa de que así eliminaba los microbios; después la entregó a su padre que estaba a punto de irse al frente en la Primera Guerra Mundial, lo que lo llevó a dejar a la niña con su abuela paterna (dueña de una casa de prostitución en Bernay, Normandía) donde fue criada por las prostitutas de la casa. A los cuatro años una enfermedad de meningitis la dejó ciega, pero poco después recobró la vista, según explicó su abuela.

Cuando apenas tenía 10 años, su padre enfermó gravemente y la pequeña empezó a cantar por la calle, recogiendo monedas que los transeúntes le arrojaban. En aquellas primeras actuaciones, Edith sólo cantaba La Marsellesa, himno nacional francés, porque era la única canción que conocía. Cuando terminó la guerra, su padre la llevó consigo a vivir la vida de los artistas en los pequeños circos itinerantes, luego la del artista ambulante, independiente y miserable, revelando su talento y excepcional voz en las canciones populares que cantaba en las calles junto a su padre, tal como lo hacía su madre.

En 1933, a los 17 años, tiene una hija con su amante Louis Dupont, llamada Marcelle, que muere de meningitis a los dos años de edad. Edith a pesar de no ser una mujer guapa y de medir apenas 1.53 m. de estatura, era una de esas Femmes Fatale, que emanan un encanto especial y que hacía que los hombres cayeran a sus pies. Por su vida pasaron desde sus inicios, pequeños rufianes, artistas callejeros y hombres famosos como Marlon Brando, Yves Montand, Charles Aznavour o Georges Moustaki. Jugaba a deslumbrar, los conquistaba y los abandonaba, incluso la famosísima Marlene Dietrich, que le regaló un diamante de un cuarto de kilo por una apasionada noche de amor.

Edith, seguía viviendo "la vie en rose" a pesar de un accidente automovilístico en el que sufrió varias fracturas, los médicos le prescribieron morfina, a la que rápidamente se hizo adicta. Se inyectaba a través de ropa y medias, momentos antes de subir al escenario, la única vez que actuó sin morfina, fue un desastre, y salió abucheada por su público. También empezó a beber sin control y sus amigos intentaron que dejara el hábito, llegando incluso a esconderle las botellas de alcohol, pero tampoco funcionó. De todas formas el público la adoraba, pues era el ícono de Francia de la postguerra, una diva consagrada. Sin embargo, esa vida desenfrenada que no la llenaba ni la hacía feliz, era la única que tenía y la disfrutaba, la asumía como parte de su esencia, por eso cada vez que cantaba a viva voz la famosa canción que la identificaba perfectamente, llegó a sus 46 años bien recorridos, y sin saber cómo, encontró de pronto al gran amo de su vida.

Se involucró en una relación que sorprendió al mundo, se enamoró locamente de Théo Sarapo, un joven griego 20 años menor que ella, se casó con él y todo el mundo pensó que se trataba de un "Gigolo" que quería aprovecharse de su fortuna. Un año después Edith Piaf murió en su casa de Boulevard Lanne a la edad de 47 años víctima de una cirrosis avanzada y con sus facciones deterioradas por la morfina. El gran amor de su vida sólo le duró un año. Théo Sarapo fue el único heredero de Edith Piaf, los derechos discográficos, de autor y cinematográficos fueron a parar a su cuenta bancaria. Eso confirmaba las sospechas de la gente. La imagen de gigolo, inescrupuloso y aprovechador, se extendió por todo el mundo, mientras el silencio del griego confirmaba todas esas sospechas. Sin embargo, siete años después Théo Sarapo volvió a ser noticia de primera plana en los periódicos. Se había suicidado, sobrevivió hasta agotar la fabulosa herencia recibida de su mujer, es decir, una lista interminable de deudas, la enfermedad y la adicción de Edith Piaf la había dejado en bancarrota y con las deudas hasta el cuello.

Theó Sarapo, en silencio, las fue pagando como pudo, una tras otra, y así hasta dejar totalmente limpio el sagrado nombre de su amada. Cuando llegó a pagar el último centavo se quitó la vida. ¿Para qué la quería si no podía compartirla con el único amor de su vida? En su mesilla de noche hallaron una tarjeta que decía: "Pour toi Edith, mon amour".

Theó Sarapo le enseñó al mundo y a sus detractores otra hermosa Lección de Amor: Durante los 7 años que demoró en pagar las deudas de su amada Edith, jamás se le vio con otra mujer. Fue enterrado junto a ella. Al fin estaban juntos otra vez, para cantar a dúo desde el más allá. Por eso quise contarles la historia. Porque la gente siempre juzga con ligereza, porque los prejuicios y la suspicacia empañan muchas veces el verdadero amor y las buenas intenciones. Porque también Edith nos demostró que no se necesita toda una vida para amar y disfrutar, porque nos enseñó que un año es suficiente para pasar el resto de tu vida, con esa persona especial.

Ya puedes consultar nuestra página http://leonesdegomezpalacio.org.mx y contacto@leonesdegomezpalacio.org.mx o enviar tus sugerencias y comentarios al e-mail:

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¡Hasta la próxima!

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